La Dinastía (libro 10. Borelishka et Varetskhy)

Cap. 56 Sofía

 

Riùrik. Diciembre 2007

 

A pesar de las muchas objeciones de Derek, Dylan había decidido ir a hablar con Sofía, y cuando llegaron a casa, tanto Jovanka que estaba de visita y conversaba con su hija, como Istziar, se pusieron de pie.

  • Señoras

Ambas se quedaron con el saludo en la boca, pero de forma automática, hicieron una graciosa reverencia.

  • Larsèvirier

Esto era algo que no sucedía desde hacía algún tiempo con Dylan, pues si bien él seguía siendo un caballero a la antigua, como decía su maligna nieta, lo que también había sido siempre, aunque muy por debajo de sus descendientes, era muy poco formal y no le agradaba aquel protocolar y lejano tratamiento.

  • Padre por favor
  • Ya basta, Derek Phillipe –dijo en tono adusto y miro a Istziar – ¿Sofía se encuentra en su habitación?
  • Ak, sarì –contestó la aún sorprendida Istziar

Derek aun intentó oponerse, pero Dylan lo hizo a un lado y abandonó el salón.

  • ¿Sucede algo con Sofía, Derek?

Jovanka miró a su hija pensando que era necia la pregunta, pues conociendo como conocían a Sofía, eso no solo era seguro, sino que en aquel caso, era más que evidente, lo que la sorprendía era la actitud de Dylan, pues si había alguien poco inclinado a reñir a Sofía, era él. De modo que lo que hubiese hecho la niña, debió ser en verdad horroroso. Sin embargo, al escuchar a Derek, Jovanka sonrió y miró a su hija que tenía más o menos la misma expresión.

  • Tengo la impresión de haberme perdido de algo –dijo Derek
  • Ah, sí dhazshliv

No obstante, cuando el loco aquel escuchase a su mujer y a su suegra, pensaría que todos andaban muy desencaminados al tacharlo a él de loco.

Entre tanto, Dylan había subido y cuando estaba a punto de entrar a la habitación de Sofía, percibió que no estaba sola, pero, aunque no lo hubiese hecho por su condición, lo habría hecho al escucharla gritar, así que juntó las cejas apresurándose a entrar, pues no se molestó en determinar quién estaba con ella y por un momento pensó que se trataba de Henri, olvidándose que éste había llegado junto con ellos.

  • Larsèvirier –saludó Andro casi antes de que Dylan entrase

Si a Dylan le parecía mal que cualquier caballero estuviese en la habitación de una dama si no era su pariente, y aunque se podría presumir que había tenido suficiente tiempo para habituarse, siendo que la de su hija habitualmente había estado siempre muy concurrida, no era así. De modo que Andro, al percibir el malestar, se apresuró a abandonarla.

  • ¿Sofía, me concedes un minuto?
  • ¿Para qué?

Aquella pregunta y el tono en el que fue hecha, evidenciaba que la muchachita seguía de pésimo humor.  Algo que Dylan ya se imaginaba, pues no la había visto en el Haigala, y teniendo en cuenta que Alexander había resultado herido, aquello era muy extraño. Lo que él no sabía, era lo mucho que se había tenido que esforzar Andro para impedirle abandonar el Dvorets, y por supuesto, no le había informado acerca de lo sucedido.

  • Ven aquí, Sofía –le dijo sentándose en el sillón, y aunque de mala gana, ella obedeció – ¿Qué te está sucediendo, linda?
  • ¿A mí? ¿Por qué se empeñan en que a mí me sucede algo? Es el sinvergüenza ese…
  • Sofía –intentó

Sin embargo, lograr que hiciese silencio ya le resultó más difícil, y tuvo que escuchar más o menos la misma canción que la pasada noche, y ésta no solo no era especialmente agradable, sino que la descripción que hacía de Henri era muy poco favorecedora. Mientras la escuchaba, Dylan sintió que se agudizaba la vieja punzada de un dolor que no lo había abandonado en siglos, pues a pesar de que Sofía no se parecía en nada a Sophie, aquella indignación lo hizo recordar las muchas ocasiones en las que la había visto furiosa por causa de Rachel más que todo. No obstante, la sujetó por la cintura y colocó una mano en su boca, con lo que la sensación anterior se hizo mayor al ver la tormentosa mirada de su nieta.

  • Tranquilízate –pero como ella seguía debatiéndose, agregó – No quiero hacerte daño, Sofía, solo quiero que me escuches ahora a mí

Ella aún siguió manteniendo la mirada de rebeldía por unos segundos, pero luego asintió y él la soltó.

  • Pero si vienes a decirme…
  • Sofía, independientemente de lo que venga a decirte, te agradecería que me dieses la oportunidad para hacerlo

Lo normal era que cualquiera, al escuchar a Dylan, se tranquilizase muy de prisa, no solo por quien era, al menos en el caso de los demás, sino por la suavidad y calidez de su voz, pero si bien Sofía hizo silencio, de la tranquilidad estaba más lejos, porque comenzó a pasearse por la habitación.

  • Linda, aun suponiendo que Henri hubiese hecho algo censurable, y en mi opinión no fue así…
  • Eso lo dices porque tú eres hombre
  • Lo digo porque es así
  • ¡Ese hijo de perra estaba con esa zorra desgraciada…!
  • ¡Sofía! –y en este punto, el mismo Dylan se sorprendió al escucharse, porque le pareció escuchar a Joseph cuando lo reñía a él, pero no se detuvo – Vayamos por partes. Primero, Henri es un hombre, de manera que es natural que sostenga una relación amorosa con cualquier dama
  • ¡Esa no es una dama! –exclamó, pero él no le prestó atención
  • Segundo, por lo anterior, nadie tiene derecho a cuestionar el suyo, pero, supongamos que por cualquier motivo alguien considerase a la dama en cuestión inapropiada, aun así, y cuando mucho, podría hacérselo notar con diplomacia. Sin embargo, ese alguien no serías tú precisamente. Y por último, suponiendo aún más, y que tuvieses un derecho que no tienes, fue muy inapropiada la manera en la que te comportaste, porque no solo agrediste a esa señorita, sino que insultaste a Henri públicamente, colocándote en una posición muy vergonzosa no solo para cualquier dama, sino para una que es, además, una princesa




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