La Dinastía (libro 10. Borelishka et Varetskhy)

Cap. 63 Tristes recuerdos

 

Juliet, y tal vez por lo que le había tocado vivir con respecto al desastroso matrimonio de sus padres, se había convertido en una joven práctica, activa y acostumbrada a resolver cualquier posible problema sin consultar a nadie, salvo tal vez a Eddy, y más que una consulta, era una participación debido a que generalmente él prestaba su colaboración para lo que fuese.

Ella sabía, o al menos eso había creído siempre, que aquella forma de ser de Loriane, es decir, que su espíritu fantasioso obedecía a una forma de escape del infierno que ahora sabía había sido la vida al lado de Claude.

Pasó algún tiempo para que Loriane le hablase con franqueza de lo que había sucedido. Loriane había ido a vivir con sus abuelos cuando sus padres fallecieron, y si bien su abuela no le duró mucho, en el tiempo que la tuvo, absorbió todo lo que ella intentó transmitirle, y una de las últimas cosas que le había dicho cuando ya su enfermedad la había consumido casi por completo, fue algo a lo que Loriane se aferró.

  • Lori, no importa lo que te digan, incluso Antoine, porque todo lo que te he dicho es cierto, lo que sucede es que no todos tienen la capacidad y la sensibilidad para percibir el mundo como realmente es. Hay maldad, pero también hay bondad a veces donde menos la esperamos, y de hecho, no debemos esperarla de nadie, pues muchas veces pensamos que nos equivocamos al otorgarle nuestra confianza y amor a alguien, pero, aunque en realidad no es así, porque si bien quizá no nos sean retribuidos ni nuestros actos ni nuestros sentimientos por parte de esa persona, no es nuestro error, sino el de esa energía que aún no ha evolucionado lo suficiente, pero siempre, en algún lugar y momento, encontramos a otros que nos brindan su amor y su protección sin condiciones. Ama a la naturaleza, es nuestra madre, y respeta siempre el derecho natural de todos, pues ninguna ley estará nunca por encima del derecho natural. Y nunca pienses que la vida es injusta, pues todo lo que nos sucede, tiene una razón de ser, y nuestra madre nunca nos pondrá pruebas que no seamos capaces de superar. Si bien no será posible evitar el dolor, aférrate a lo que acabo de decirte, y lo superarás todo hasta alcanzar la felicidad para la que naciste

Aquellas habían sido unas de las últimas palabras de su abuela, y aunque le diría algunas otras cosas antes de marcharse, Loriane se propuso no olvidar nada, y en sus momentos más oscuros, se repetía una y otra vez aquello.

Cuando estaba transitando el período de la adolescencia, apareció Claude en su vida. Era un sujeto que le llevaba algunos años, pero era alegre, simpático y era bien recibido en casa, ya que era hijo de un amigo de su abuelo. Antoine por su parte, si bien amaba a su nieta, se había sumergido en un trabajo que ya no necesitaba hacer, pero fue la única manera que encontró para lidiar con las pérdidas casi seguidas de su hijo y de su esposa, abandonando emocionalmente a Loriane, aunque no fue algo que hiciese con esa intención. De modo que Loriane se había refugiado en sus libros y en los diarios de su abuela, pero estando y sintiéndose tan sola, a Claude le resultó casi un juego de niños atraerse la atención de la dulce Loriane.

Si bien Claude había puesto en juego todo su encanto para ganarse su atención y su afecto, y Loriane lo veía como a los caballeros de los libros que leía, con lo que no contó fue con que Claude no lo era en lo absoluto, y en la primera ocasión que tuvo, abusó de la chica sin tener en cuenta ni su negativa, ni su cortísima edad. Después de aquella violencia, Loriane no había querido volver a verlo, pero como no era esa la intención de Claude, pues él sabía que los Renard no tenían más parientes y la fortuna de éstos la heredaría ella, no estaba dispuesto a renunciar, solo que equivocó el método, pues habría podido obtener lo mismo sin violentar a la criatura.

No obstante, como Loriane estaba muy avergonzada y no le dijo nada a Antoine, éste seguiría recibiendo a Claude en casa, pero Loriane siempre se excusaba para no estar presente durante aquellas visitas. La cuestión fue que un buen día y mientras bajaba a la hora del desayuno y antes de irse a la escuela, se desvaneció.

Antoine se angustió mucho, pues por su cabeza comenzaron a pasar las imágenes de su esposa enferma, así que llamó a su asistente y metieron a Loriane a toda velocidad en el coche para trasladarla al hospital. De más está decir que el sujeto casi sufre un ataque cardíaco cuando le dijeron que su nieta estaba embarazada, y Jacob, su asistente, tuvo que ocuparse de que no diese con sus huesos en el piso.

Una vez que Antoine superó el shock, se fue derecho a hablar con Loriane, y a ésta ya no le quedó más remedio que contarle lo sucedido, algo que no lució como la mejor de las ideas, pues Antoine, después de dejarla en casa, se fue a su estudio, cogió la pistola y se fue a buscar a Claude.

Aquel, que era un día especialmente importante para Claude y sus padres, pues el joven acababa de recibirse de ingeniero, puso haber sido también el último de su vida, porque un furioso Antoine se había presentado en la residencia de los Lisieux y sin casi ninguna explicación, le disparó a Claude. Lo afortunado, o tal vez no tanto, fue que no lo alcanzó, pero una vez que dijo por qué iba a matarlo, pues aún no había renunciado a hacerlo, el desdichado aquel confesó su amor por Loriane y aseguró que estaba arrepentido de haberse portado de aquella manera, pero que la amaba y quería casarse con ella.

Antoine terminaría por sufrir el infarto que parecía haber quedado en pausa cuando recibió la noticia del embarazo de su nieta, pero Claude utilizó aquello de forma maravillosa para convencer a Loriane de casarse si no quería que el disgusto matase a su abuelo.




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