La Dinastía (libro 10. Borelishka et Varetskhy)

Cap. 68 Horas de angustia

 

Lucía estaba de un pésimo humor, pues ya llevaban más de veinticuatro horas yendo de un lugar a otro sin resultados prácticos, y, además, estaba sintiéndose físicamente fatal.

  • ¿Qué demonios están haciendo mal?

Esta pregunta fue hecha por Louis en un momento en el que se detuvieron y él se acercó al grupo de los rastreadores más hábiles.

  • Nada, pero los secuestradores no son imbéciles –contestó Yves
  • Pero se supone…
  • Puedes suponer lo que quieras, Ghislaine –lo interrumpió Istval que no estaba más contento – pero es obvio que aprendieron de sus errores y están tomando precauciones dejando pistas falsas

Louis nunca le había tenido especial simpatía a Yves, aunque no era que la sintiese por casi nadie, pero desde aquel lejano día en el que Yves había interrumpido a Lucía para cubrirla con un abrigo, pues en su opinión estaba helando, Louis lo había tenido atravesado en la garganta, así que lo miró con ira.

  • No mereces la admiración que terminan profesándote los idiotas del Arkel, y es evidente que todos los itslievs exageran con relación a tu habilidad –escupió de forma venenosa
  • A un lado, Louise –dijo Lucía empujándolo – Ynli…
  • Ghislaine tiene razón –estaba diciendo él

Aquello era injusto, pues en verdad Yves era el mejor en aquella materia, pero como había dicho Istval, aquellos desdichados se estaban esforzando en dejar pistas falsas. Sin embargo, cualquier cosa que fuese a decir, quedó suspendida cuando vieron que Lucía hacía un gesto de dolor que desesperó a Louis, porque si bien los demás estaban preocupados por el aspecto deteriorado de Lucía, no podemos olvidar que Louis experimentaba todo su malestar.

  • Ynli, tenemos que darnos prisa –dijo mientras intentaba apartar a Istval que se había acercado con intención de sujetarla
  • Lucía, debes…
  • Cierra la boca, Korsacov ¡Mi hermano está siendo torturado! –le gritó

Aquello solo los hizo sentir peor, porque si bien no tenían dudas de ello debido al mal estado de Lucía, escucharla no contribuía en nada a mejorar la situación. Sin emabrgo, cuando estaban a punto de partir de nuevo, escucharon una voz que no hizo feliz a nadie en ese momento, salvo quizá a Lucía.

**********************

Grieco era un primigenio que había sido un feroz guerrero de la tribu Iliria de los Histrios, pero el chico fue absorbido por los devlianos pocos años antes de la maldición. Bien mirado no habría tenido por qué ser víctima de ésta, pues no era un Yaroslávich por ninguna parte, sin embargo, fue su adhesión a Iziaslav lo que tuvo ese resultado. Grieco había sido hallado por Iziaslav y Janos cuando perseguían a los Savaresce, y lo hallaron a punto de morir a manos de uno, de modo que Iziaslav, y aun sin saber si aquel individuo era uno de los suyos, se agenció una horrorosa herida por defenderlo, y aquello fue suficiente para que Grieco le profesase aquella lealtad a partir de ese momento.

Aunque como se dijo, Grieco no era un devliano por nacimiento, resultó ser un valiosísimo guerrero, pues era muy hábil con las armas de la época, incluido el arco, que era el arma por excelencia de los devlianos, y en lo único que tuvo que entrenarse mejor, fue en montar a caballo como lo hacían ellos.

Posiblemente Grieco habría alcanzado una posición de mayor jerarquía dentro de las filas de los guerreros devlianos, pero un tiempo después y en una ocasión en la que fue él quien le salvó la vida a Iziaslav, también perdió una pierna, de modo que si bien Iziaslav nada pudo hacer por aquello, cuando Grieco se recuperó, y siendo que él solo quería morir al verse en aquel estado de inutilidad, al menos para la actividad a la que se dedicaba, con mucho esfuerzo y ayuda de los levjaners, especialmente de Milorad, Iziaslav lo convenció de que aún podía ser útil entrenando a los futuros arqueros, así que mucho antes de que tuviesen un centro de adiestramiento como el Laki, Grieco ya entrenaba a los chicos.

Mucho más adelante en el tiempo, y muchísimo tiempo después de haber sido alcanzados por la maldición, Grieco se enamoró de una joven de la tribu de los helvecios llamada Svizra, que había sido capturada y llevada como esclava. Aunque nadie entendía por qué Grieco se había fijado en aquella chica que lo único que parecía querer era arrancarle la cabeza a cualquiera que se le acercase, Grieco incluido, como él obtuvo la venia de Iziaslav para quedarse con la chica, finalmente se había efectuado la mirwelik, y si alguien pensó que Svizra intentaría clavarle un cuchillo en el corazón a Grieco, no pudo equivocarse más, pues a pesar de que aquella mujer en verdad parecía tener muy mal carácter y era sumamente combativa, una indecente cantidad de años después, quedaría demostrado que aquel amor era real, pues a finales del siglo XVIII y justo cuando dieron inicio las guerras napoleónicas, tuvieron una hija a la que dieron por nombre Casandra.

Grieco había tenido todos los problemas del mundo con su esposa, pues fue una de las que se metió de cabeza en los conflictos, así que él estuvo a punto de apalear a su mujer, pero si lo hubiese hecho, no solo se habría agenciado la ira de sus congéneres, sino la de la dulce Svizra, pues él la había transformado antes de casarse, así que esto aunado al mal carácter de la susodicha, lo más seguro habría sido que él resultase más apaleado que ella, de modo que nada pudo hacer por evitar que hiciese disparates, así como tampoco pudo evitar que su hija con apenas trece años, se pusiese en un peligro mayor al correr tras su madre quien lo hacía a su vez tras Lucien, y en 1812, cuando Napoleón intentaba vencer a los rusos, tanto Svizra como Casandra, habían estado allí; del mismo modo que habían estado en Waterloo, donde Casandra se había rifado varias balas y llegó casi desangrada al Haigala.




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