La Dinastía (libro 10. Borelishka et Varetskhy)

Cap. 77 Castigo

 

Iziaslav se había negado a firmar la orden para una ejecución sumaria de Eldir, argumentando que precisamente Dylan se opondría a ello, y de nada les valió a las dos irritantes criaturas, es decir, Lucien y Michel, vociferar y amenazar de la  forma más colorida, porque Iziaslav se mantuvo firme, y lo que sí ordenó, fue un juicio público y veloz.

Todos sabían que independientemente del resultado del mencionado juicio, y que en cualquier caso, no estando Dylan solo podía ser uno solo, los días de aquella mujer estaban contados, porque como se dijo, antes o después, Lucien y Michel iban a procurarse la única justicia que consideraban apropiada.

Como Iziaslav sabía que ninguno de los dos tenía intenciones de esperar, después de ordenar el juicio y que se tramitase con inmediatez, mando a llamar a Lucía, a Radek, a Itlar y a Yerko.

  • ¿Qué sucede, haryk? Iba a…
  • Cállate y escucha –la interrumpió y los otros tres se sorprendieron

La sorpresa obedecía a que Iziaslav había hecho un enorme esfuerzo por ignorar tanto la actitud de Lucía, como el percibir la energía de Mikha, así que la trataba como lo había hecho siempre, es decir, como a una chica.

  • Si por cualquier motivo llevas a Lucien a Zatvor, voy a darte la paliza de tu vida y voy a encerrarte por tanto tiempo, que olvidarás hasta tu nombre ¿has comprendido?

Si había comprendido o no, o si tenía intenciones de obedecer o no, lo que no pudo fue decir nada y ya eso era insólito. Itlar y Yerko tenían los ojos muy abiertos, pues si bien el primero sabía que Mikha y Radek en efecto habían descubierto la ubicación de Zatvor, no creía que Iziaslav fuese capaz de hablarle así a Lucía y menos de hacerle algo como lo que estaba ofreciendo; y en el caso de Yerko, su sorpresa era doble, tanto por lo primero, de lo que no tenía conocimiento, como por lo segundo.

  • A partir de este momento, tanto tú como tú –dijo mirando a Radek – no pueden abandonar Illir ni acercarse a Lucien o a Michel. Estarán confinados hasta el día del juicio, y les aseguro que quienes los vigilarán, tienen órdenes de actuar de acuerdo a la necesidad, pero si deciden desobedecer y atacarlos, ya saben a qué atenerse.
  • ¿Sabes que les estás negando su derecho?
  • Y tal vez tú hayas olvidado que quien da las órdenes aquí, soy yo
  • No va a perdonarte y…

Silencio –ordenó y luego miró a los levjaners – En cuanto a ustedes, tendrán problemas aún mayores si los ayudan de cualquier manera

En el caso de ellos, ni había necesidad de agregar nada más, ni ellos pensarían en la posibilidad de desobedecer, pues en su caso, aquello de problemas aún mayores era un eufemismo colosal, ya que si desobedecían, lo único que no iban a tener era una vida.

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El empeño de Iziaslav porque Eldir tuviese un juicio, no obedecía únicamente a que Dylan así lo habría querido, sino que él debía velar por una nación, y la suya no era de la clase fácil de manejar. De modo que si se hubiese limitado a ordenar la ejecución de Eldir, y siendo ella un miembro conocido y antiguo de su sociedad, ninguna explicación posterior habría bastado para evitar los muy posibles problemas que aquello iba a acarrear, especialmente con un individuo de por sí problemático y difícil como Avitzedek.

  • No creo que en esta ocasión se ponga creativo –opinó Darko – porque después de todo, no le fue precisamente bien y casi pierde a su hija
  • Estás olvidando que ha vivido obsesionado por esa mujer –dijo Aritz con acidez
  • No todas las mujeres son iguales, Aritz, aunque esta ciertamente sea culpable –sentenció Anatoly
  • Pues yo estoy de acuerdo con Lucien y todas son una desgracia –insistió Aritz
  • Tienen razón, aunque tú  no tanto, Aritz –intervino Kireg – pero Iziaslav está siendo astuto, como siempre, porque Avitzedek y algunos otros miembros importantes de nuestra sociedad, asistirán al juicio, y el mismo Avitzedek será citado como testigo de lo sucedido al igual que Harsady y Hossa, y sabemos que no pueden cometer perjurio, y lo importante, y lo que Iziaslav busca con eso, es que todos escuchen, pero más importante aún, que a todos –puntualizó – les quede clara la alevosía y la crueldad del crimen. Y en cualquier caso, a confesión de partes, relevo de pruebas, y sabemos que la distinguida señorita Breizhlander reconoció su complicidad en el hecho,  así que lo menos importante será si ella, o cualquier otro, está de acuerdo o no con la sentencia

Ellos habían estado sosteniendo esta conversación mientras esperaban para pasar a la sala, así que cuando les avisaron que ya estaban listos para dar inicio, se apresuraron hacia allá.

Como ya se explicó en ocasiones anteriores, los juicios devrigs diferían de los ikedevs, por ejemplo, en que el detenido ingresaba a la sala de último, de modo que cuando Eldir fue llevada a ésta, en principio no lucía su aspecto habitual, pues ya llevaba alrededor de quince días detenida, y por otra parte, fue muy evidente su terror, muy justificado por cierto, no solo porque se sabía culpable, sino porque lo primero que sintió, fueron las miradas asesinas de Michel y Lucien, y si éstas eran aterradoras, no tenían punto de comparación con la de Alexander.




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