La Dinastía (libro 11. Vannya)

Cap. 6 Iyul

 

Iyul era el menos problemático de los cuatro hijos de Iziaslav, pero nunca había tenido una vida feliz. De manera que, a pesar de que estaba tan preocupado como todos por Dylan, al mismo tiempo estaba viviendo el momento más feliz de su ya muy larga existencia. Iyul no solo no había amado a ninguna mujer nunca, sino que se había hecho el firme propósito de no hacerlo, porque como le dijo Milorad en una ocasión a Iziaslav, Iyul le tenía un miedo demencial al amor, pues había visto lo que les hacía y lo que podían hacer ellos en aquella nefasta circunstancia, así que cuando alguna chica le gustaba más de lo normal, se alejaba a toda prisa sin darse la oportunidad.

No obstante, hay cosas inevitables, y por mucha que sea la decisión, si el universo tiene otros planes, de nada vale oponerse, y con relación a la situación actual, Iyul ni siquiera lo había visto venir.

Cuando había conocido a Kyv, había sentido la necesidad de ser amable, pero al menos de manera consciente, no podía decir que se hubiese sentido atraído por la chica como le había sucedido con otras. Se había divertido mucho con las ideas y actitudes de Kyv, con su bochorno cuando la llevó al atelier de Vardjan, furioso cuando vio lo que interpretó como mucho interés de parte de Lucien, y miserable cuando ella no quiso quedarse en Riùrik. Aun así, aceptó la partida de la chica y se olvidó de ella, o al menos eso pensó, pero cuando su padre le ordenó tomarse vacaciones, el recuerdo regresó y se dijo, engañándose a sí mismo, que quería ver cómo le estaba yendo a la anárquica muchachita y se fue derecho a buscarla. Hasta allí, y suponiendo que solo hubiese sido un interés pasajero como llegó a decirse, todo habría ido bien, pero se encontró con la inconveniente circunstancia de que, si bien la chica mostraba el adecuado interés y enviaba las señales más claras de estar enamorada, él era incapaz de actuar como era habitual, y aunque finalmente cedió, también tuvo que reconocer que no estaba solo enamorado, sino que amaba de verdad a aquella chica.

En este punto se le presentó otra disyuntiva, porque estaba claro en que la quería con él y para él ahora y siempre, pero eso lo enfrentaba a la trágica realidad de que ella iba a morir en algún momento, aun así, postergó una decisión que habría podido tomar de forma unilateral transformándola y luego explicándole todo, porque no quería mentirle, pero tampoco tenía el valor de decirle lo que era y ver el horror en su expresión.

Cuando Istvan se presentó para advertirle sobre la inconveniencia de casarse sin participárselo a Iziaslav, y le preguntó si ya la había puesto al corriente de su condición, Iyul enfureció y lo echó de allí, pero se pasaría toda la noche debatiéndose entre decirle la verdad y esperar a estar casados para hacerlo.

Finalmente, todo se había resuelto no sin mucho dolor, pero gracias a la decidida actuación de Dylan, ahora la tenía y era feliz. A pesar de que su vida matrimonial había tenido un inicio algo complicado por todo lo que había estado sucediendo, Kyv se había mostrado comprensiva, lo escuchaba cuando él volvía del Haigala muy triste, y se esforzaba por alegrarlo.

Con su nueva vida, la rutina de Iyul había variado, pues aparte de que ahora era un hombre casado, ya sus obligaciones de gobierno eran menos y no tenía que permanecer tantas horas en el Pravitel, así que seguía levantándose temprano, desayunaba con su mujer, iba al Pravitel si era necesario y luego al Haigala, y si no tenía que ir a trabajar, se iba directo al Haigala y Kyv lo acompañaba. Las tardes las habían dedicado primero a recorrer el país, y luego comenzaron a ir a otros países, lo que causaba la hilaridad de Kyv por la velocidad a la que podían de ir un lugar a otro.

  • ¿Francia, en serio? – le preguntó la primera vez que abandonaron Riùrik
  • Aún estamos de luna de miel, y según entiendo este es un destino muy apreciado para ello
  • No lo dudo, pero nací aquí – puntualizó

Con algo de retraso, Iyul recordó que efectivamente el padre de Kyv había sido francés y su madre rusa, así que la chica conocía bien ambos países y sin duda no eran una novedad, así como no lo sería Reino Unido tampoco, ya que había vivido allá cuando sus padres murieron y su abuela no quiso volver a Francia. De manera que después de ese primer error, se dedicó a llevarla a los lugares más insólitos, exóticos, divertidos o interesantes.

Estando en Estambul, Iyul escogió aquel día, no sabía por qué, para hablarle de la historia de su raza como nunca lo había hecho, pues antes se había limitado a generalidades. Sin embargo, fue un día muy triste y no por las circunstancias generales que rodeaban la transformación, sino porque fue cuando le habló de una de las características de la misma y que antes no le había preocupado.

  • ¿Estuviste casado? – preguntó ella con asombro
  • Lo estuve, pero solo porque era mi obligación, y aunque tal vez lo consideres muy impropio, ni siquiera recuerdo el nombre de ella
  • No es posible, así que puedes decírmelo, no es que vaya a darme un ataque de celos – le dijo y él sonrió
  • Entonces pensaré que no me quieres mucho y… – hizo silencio cuando ella le acomodó un golpe en la cabeza
  • ¡Auch! – se quejó – Aun no controlas tu fuerza, mi amor
  • Y no lo haré, aunque sepa cómo, si sigues diciendo estupideces
  • No lo son, porque te aseguro que, si yo sé, veo o sospecho que algún infeliz ocupa, aunque solo sea una mínima porción de tus pensamientos, lo haré pedazos
  • No estamos hablando de mí
  • Bien, pero en verdad no lo recuerdo
  • ¿Qué sucedió con ella?
  • Murió en un ataque a la aldea
  • ¿Y cuánto tiempo estuviste casado?
  • Mmm… cuatro o cinco inviernos más o menos – dijo de forma automática, pero luego agregó – Algo más de cuatro años, creo
  • Cuatro años – repitió en forma pensativa – ¿Y cómo es posible que no recuerdes el nombre de alguien con quien viviste cuatro años?
  • Cielo, nuestra vida era algo… agitada – dijo con delicadeza – así que estábamos poco en casa y la mayor parte del tiempo estábamos guerreando contra otras tribus o intentando adueñarnos de territorios lejanos, de modo que no era como que compartiésemos mucho con nuestras esposas
  • Un momento – dijo incorporándose – el motivo para casarse era tener hijos ¿Los tienes?
  • No – contestó y ella elevó las cejas
  • ¿No?




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