La Dinastía (libro 11. Vannya)

Cap. 14 Amenaza

 

Es popular el sueño de las chicas de atrapar a un príncipe, y las devrigs no eran la excepción, y si bien en los últimos siglos habían tenido una gran variedad de los mismos, los de la segunda y tercera generación parecían más inaccesibles que los antiguos, y lo que ellas o bien ignoraban en algunos casos, o no lo creían en otros, era el peligro de la sangre Siglair y todos los de la última generación la tenían.

Entre la población femenina devrig, y como sucede entre los humanos comunes, había una gran cantidad que estaba falta de juicio, de modo que las traía sin cuidado que por ejemplo Derek, estuviese casado y lo perseguían lo mismo, aunque con éxito nulo. Michel era más accesible, pero sabiendo cómo podían terminar las cosas para cualquiera de aquellas chicas, tampoco tenían suerte, y a Armand lo veían poco, pero no dejaban de intentarlo yendo al Haigala, aunque no tuviesen un motivo para ello.

En el caso de Iyul nunca tuvieron ningún problema, porque él ni las discriminaba por la raza, ni representaba un peligro para ninguna.

Con Lucien no había caso, porque, aparte de que él se mantenía a distancia de su raza en general, las únicas de la misma que sufrían su encanto, eran las menos favorecidas, porque como había descubierto Dylan después de una indecente cantidad de años, Lucien fingía extraordinariamente bien el desinterés por los miembros de su raza, pero en silencio, los ayudaba tanto como podía, no solo dándoles trabajo en sus propiedades, sino que si se trataba de artesanos, adquiriendo sus productos, y antes de que su nación se organizase como una y hubiese programas sociales que se ocupasen no de mantener a nadie, sino de que todos tuviesen un trabajo que les garantizase una calidad de vida igualitaria, él se paseaba por las aldeas que rodeaban lo que con el tiempo se convertiría primero en Yaroslavl’ y luego en Riùrik, asegurándose de que todos tuviesen lo necesario, pues la conmiseración por el prójimo era algo que había aprendido de su madre y sería algo que lo acompañaría a lo largo de toda su vida sin importar qué tan larga fuese ésta. De modo que por todo lo anterior, era un príncipe tan amado por los súbditos de su nación, pero las chicas y si bien lo adoraban, jamás lo habrían perseguido con las intenciones con las que perseguían a Iyul, por ejemplo.

El caso de Dylan era parecido, pero no igual, pues él no tenía la misma costumbre de Lucien de ir por ahí paseándose entre la población, aparte de que, cuando él se integró a su sociedad, ya ésta era una nación bien constituida. Sin embargo, su aporte se haría sentir a lo largo de los últimos siglos en los que había trabajado incansablemente por la seguridad jurídica y social de sus súbditos. No obstante, si bien cualquier ikedev lo habría percibido como un caballero muy formal y distante, los devrigs les llevaban ventaja, pues eran capaces de percibir el aura de generosidad y auténtica preocupación por todos, lo que le había valido también, ganarse el amor de su pueblo. Sin embargo, si a Lucien no lo perseguían por lo ya explicado, un alto porcentaje de la población femenina, sí albergaba el secreto sueño de hacerse con la atención del Rybik, pues estaban seguras que tener el amor de Dylan, era análogo a sacarse el premio mayor.

Si todo lo anterior sucedía con los príncipes antes mencionados, Alexander estaba a otro nivel. Por sus características personales, podría decirse que estaba a medio camino entre Lucien y Dylan. Compartía con el primero, la costumbre de pasearse entre su pueblo y conversar con todos como si fuesen viejos amigos, algo a lo que había hecho referencia Vanser en una oportunidad en la que Alex visitó su vieja taberna. Y de Dylan había heredado aquel respecto exacerbado por todo y por todos, fuesen amigos o enemigos, y hasta éstos últimos lo trataban incluso con más respeto que a Iziaslav, al menos aquellos que habían tenido ocasión de hablar con el soberano. Además de lo anterior, Alex mostraba un enorme amor, inclinación y paciencia hacia los niños, tal vez, como solía decir Aleksèi, por los pocos que había entre su raza. Y para coronar todo el asunto, era groseramente apuesto; no poseía el atractivo sobrenatural que tenían los Sesviatsky en términos de perfección, pero sin duda era el único varón Siglair que había heredado aquel fatal atractivo característico de las mujeres portadoras de aquella sangre. Sin embargo, nadie sabía si con intención o sin ella, parecía que existía una infranqueable barrera a su alrededor, de modo que la mayoría de las devrigs lo tenían en un estatus parecido al de una deidad inalcanzable hicieran lo que hicieran y suponiendo que se decidieran a hacerlo.

 

Alexander y Vajda no se habían enterado del lío que se había suscitado por causa de Yvaylo y Casandra, porque él había llevado a Vajda a la cafetería una vez que se había asegurado que no estaba herida.  Todos los que estaban en ella, se habían puesto rápidamente de pie al identificar al personaje, así que Alex les hizo un amable gesto de saludo, pero nadie volvió a su lugar hasta que él no se sentó en una mesa alejada. Aunque Alex llevaba mejor que su padre aquellas muestras de respeto y deferencia, evitaba los lugares públicos de su patria, y siempre que salía con alguna chica, lo hacía en otro país.

Otra cosa que Alexander había evitado con diligencia, era a las mujeres devrigs y no por la misma razón que lo hacía Lucien, sino porque, a pesar de que él podía reconocer casi sin ningún margen de error, cuando alguna llevaba sangre Yaroslávich, resultaba agotador tener que estar pendiente de aquello, y sabía, además, que él era una sentencia de muerte para cualquiera que no lo fuese.




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