La Dinastía (libro 11. Vannya)

Cap. 21 Iván

 

Juliet se había olvidado de su enfado en cuanto abandonaron el Dvorets, e Iván tuvo que darse mucha prisa para detenerla, porque ella había emprendido una veloz carrera. No era que pretendiese ir a ningún lugar o que intentase escapar, sino que, como se dijo, aun no tenía ningún control sobre sus nuevas habilidades, de manera que solo había actuado como le era habitual, es decir, al salir de casa, siempre corría hacia la verja de salida llenando sus pulmones aire.

Cuando Iván la detuvo, ella comenzó a toser y a estornudar, pero al mismo tiempo estaba quejándose y eso hacía que se ahogara, así que él sujetó su cabeza.

  • Señorita Juliet, tranquilícese o volveremos dentro ahora mismo
  • ¡No!
  • Bien, pero entonces deje de hablar – le ordenó mientras intentaba resolver aquella alteración
  • ¡Maldita sea! – exclamó la chica y él elevó una ceja – ¿Qué? Es un fastidio si ahora voy a resfriarme
  • No se trata de eso, y si hubiese prestado un mínimo de atención a lo que la Baronesa ha intentado explicarle, no estaría…
  • No fastidies tú también con eso, y si vas a hacerlo, prefiero salir con Iliar que es…

Juliet se detuvo al ver que los ojos de Iván se tornaban carmesí, pero eso solo duró un par de segundos, pero cuando habló, Juliet se sintió como cuando alguno de sus antiguos maestros la reprendía.

  • Puede querer usted muchas cosas, y yo intentaré complacerla, pero nunca, escuche bien, nunca irá a ninguna parte con Iliar ¿ha comprendido?

Aunque Juliet era muy terca, decidió dejarlo por la paz y ya luego averiguaría por qué Iván se comportaba de aquel modo con Iliar, pues hasta donde había entendido, eran viejos amigos.

Iván tenía más o menos el mismo problema que Juliet, pues no había prestado la debida atención a todo lo que habían intentado decirle del mundo al que había regresado, aunque en su caso, no era terquedad o fastidio, sino que había estado en realidad muy ocupado con todo lo que había estado sucediendo. De modo que, una vez que tranquilizó a Juliet, pensó en cómo trasladarse, porque lo que sí tenía claro era que no podían ir por ahí exhibiendo su velocidad o ninguna otra de sus habilidades.

  • Espere un momento aquí, y no se mueva
  • Ok – contestó ella

Iván desapareció a toda velocidad y fue a consultar con uno de los levramzyks de guardia, y éste le indicó dónde estaban los autos, pero eso no le servía de nada a Iván que no tenía idea de cómo se utilizaban aquellas cosas, de modo que el chico buscó a uno de sus compañeros para que se hiciese cargo. Después de eso, el levramzyk consultó a donde debía llevarlo, pero Iván solo le dijo que a dar un paseo por la ciudad. Sin embargo, cuando iba por Juliet, recordó otra cosa y se regresó dándole una nueva orden al levramzyk y después sí fue por Juliet.

Como ya se ha dicho, Lucía era una ciudad más bien pequeña, pero su arquitectura era decididamente antigua, y siendo que se había conservado casi intacta, porque ellos no habían sufrido los embates de la guerra, para cualquier amante del arte era una delicia. Sin embargo, y si bien Juliet mostró su asombro, ella era una chica moderna con gustos afines, así que pronto se aburrió y no mostró interés por bajar en ningún lugar.

  • Esta ciudad parece un museo – dijo cuando llevaban un rato recorriéndola – Quiero ir a un Mall

Iván elevó las cejas, porque, aunque le sonaba aquella palabra, no encontró de forma inmediata, una imagen que se correspondiese con ella. No obstante, como aquel individuo era orgulloso, no iba a ponerse a preguntar nada a ella, sino que le dijo algo al chofer, que Juliet no entendió, pero que supuso sería lo que ella había pedido, porque un momento después, iban a toda velocidad por una autopista y en brevísimo tiempo ella comenzó a ver una estructura urbana que le era más familiar.

  • ¡Wow! Esta sí es una ciudad – exclamó ella cuando entraban a Lind

Iván no había tenido oportunidad de hacer turismo en su propia tierra, pues como se dijo, desde que regresó había estado muy ocupado en otras cosas, de manera que en la medida que Juliet estaba encantada, él estaba asombrado, pero por ese mismo camino, comenzó a experimentar el natural malestar por el bullicio. Afortunadamente era de día, pues de haber sido de noche, a lo anterior se habría sumado la irritación en los ojos, pues para él habrían resultado estridentes los colores y el brillo de los avisos luminosos y de las luces en general. En un momento determinado, Juliet preguntó si podían detenerse, pero Iván se negó ganándose una mirada poco amistosa.

  • ¿Para qué me trajiste si no vas a dejar…?
  • Señorita Juliet, primero debemos ir a otro lugar
  • ¿Y qué lugar es ese?
  • Uno donde podrá usted adquirir algo aceptable para su indumentaria
  • ¿Vas a seguir con eso? – preguntó con fastidio – Además, no tengo dinero, y aunque lo tuviera, no iba a gastarlo en algo que no necesito

Ella siguió argumentando, pero él no le prestó atención, y ya estaba pensando en silenciarla de forma poco delicada cuando ella misma se calló, aunque no por mucho.

  • ¡Ah, no! – exclamó – Si esta es tu idea de ropa decente, no estás ni cerca




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