Una vez que Giorgio había salido del exilio que le había impuesto su hermano, lo primero que hizo fue irse derecho a buscar a Massimo y a Lorenzo, pues en su desquiciada opinión, aquellos dos tenían que haber averiguado algo acerca de Lucía. No obstante, no solo no era así, sino que estando seguros que Giorgio en verdad necesitaba una camisa de fuerza, se habían ido a hablar con la única persona que quizá se mostrase inclinada a hacer algo por él. De modo que, cuando Giorgio llegó a su casa y mandó a llamar a los susodichos, el individuo que era una suerte de secretario y mayordomo, le entregó una nota.
Giorgio estaba falto de muchas cosas, paciencia incluida, pero lo que salvo al desdichado individuo de perder la cabeza por cumplir con su deber, fue que a Giorgio le causó curiosidad el monograma del sobre. Sin embargo, después de leer la breve nota, maldijo en todos los tonos, y después de cambiarse, marchó a toda velocidad a un lugar al que llevaba mucho tiempo sin ir.
El Valle Valtelina es una zona alpina al norte de Lombardía, Italia, y era allí donde tenía su residencia Vipsania. Si bien Giorgio, y al igual que todos los hijos varones de los guerreros de la época, había tenido más bien un escaso contacto con su madre, tiempo después de la maldición, el mencionado contacto se estrechó debido, más que todo, a que tanto él como Gianfranco, este último al menos en un principio, apoyaban a su madre en contra de Zharià.
Vipsania era un ser maligno en todos los sentidos posibles, y ya lo era antes de la maldición. Tal vez, la vida que se vio obligada a llevar no colaboró para que fuese diferente, pero siendo que no difería en mucho de la de la mayoría de las mujeres, aquello no lucía como un muy buen argumento, especialmente si se tenía en cuenta que era la esposa del jefe de una tribu importante y eso le daba ciertos privilegios que no tenían las esposas de un simple guerrero, por ejemplo. Aunque nos siga pareciendo miserable desde nuestra óptica moderna, porque bien mirado esas ventajas no eran gran cosa, ya que su papel seguía siendo el de darle hijos a su marido, de preferencia varones y poca cosa más, esa era la realidad de la época y sin duda fueron poquísimas las mujeres que se rebelaron contra esa situación, pues de haberlo hecho, no habrían vivido mucho, así que, en su mayoría, verían aquel estado de cosas como algo natural.
Por lo anterior, y pasados muchísimos años, Gianfranco concluiría que su madre era malvada solo porque le gustaba serlo, y en su opinión, había transferido a Giorgio aquella característica. Gianfranco no estaba muy seguro de si su madre los quería o no, aunque asumía que así debía ser, pero a diferencia de su padre, que a pesar de estar muy lejos de ser un individuo afectuoso o siquiera simpático, lo que si hacía era estar pendiente de lo que ellos hacían, y Gianfranco sabía que mal podía irle a Aviram si no lo mantenía informado, mientras que a su madre podían pasar años sin verla y ella no mostraba ni preocupación por eso ni alegría cuando los veía.
A pesar de lo anterior, Gianfranco en algún momento de su vida decidió visitar a su madre por lo menos una vez al año, con independencia de que a ella le interesase o no. Al principio y en algunas ocasiones, iba con Giorgio, pero cuando sus relaciones con este comenzaron a deteriorarse, dejó de pedirle que lo acompañara y su madre nunca preguntó nada. En otras ocasiones se había hecho acompañar por las chicas con las que había contraído matrimonio o con algún amigo como Francesco y nunca se presentaron problemas, poque como decía Francesco, Vipsania parecía una estatua de cera y con la misma calidez de una. Sin embargo, en la ocasión en la que fue con Gino, sí tuvo muchos inconvenientes, porque notó sin lugar a ninguna duda, que a su madre le había gustado el niño y él se sintió enfermo. A Gianfranco no le habría supuesto ningún inconveniente prohibirle acercarse al chico, porque siendo el mayor de los hijos de Avitzedek en la actualidad, todos los devrigs de su clan le debían obediencia y ella era una, pero francamente no tuvo estómago, de modo que envió a Aviram con la advertencia.
Sin embargo, no esperó por una respuesta y se marchó. Gianfranco sabía que Aviram no le tenía ninguna simpatía a Vipsania, aunque nadie sabía por qué, o al menos él no lo sabía, pero dudaba que fuese por la forma despectiva en la que ella trataba a todo el mundo, la cuestión era que estaba seguro que nada le daría más placer a Aviram que arrancarle la cabeza, pero no lo haría si no recibía una orden directa.
Después de eso, Gianfranco había pasado alrededor de tres años sin ir a ver a su madre, pero cuando lo hizo de nuevo, ella igual no mostró ninguna emoción ni positiva ni negativa y las cosas siguieron igual.
Lógicamente, como Vipsania no era la que iba a compartir nada, Gianfranco no se enteró de la visita de Massimo y Lorenzo. Giorgio llegó y ya Vipsania lo estaba esperando.
Si bien Vipsania había estado sentada tras una nube de humo, al minuto siguiente estaba de pie y tenía sujeto a Giorgio por los cabellos.
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Editado: 11.02.2023