La Dinastía (libro 11. Vannya)

Cap. 43 Hora cero

 

Lo último que Edin había sabido, y en realidad, de eso se enteraron ambos, fue de lo que pensaban hacer para hablar con ellos, y aunque Iliar era de la opinión de arrancarles sus estúpidas cabezas y salir de allí, Edin se opuso con terquedad, y finalmente, Iliar recibiría la orden de su progenitor a través de Iván.

El día en cuestión, Edin que ya llevaba un cuidadoso registro del tiempo, desde que había logrado una vigilia más o menos permanente, y poco antes de que comenzase el procedimiento, se lo hizo saber a Yves y lo escuchó.

  • Ya lo tienes casi controlado, Edin
  • Eso es mucho decir y… – pero fue interrumpido por Iliar
  • Sigo pensando, que lo mejor es acelerar nuestras energías, y cuando no nos vean, podemos salir y destruir todo este maldito lugar con ellos dentro
  • Iliar, vamos a sacarlos de allí, dyrthàir. Ya estamos cerca

La voz de Iván llevó algo de sosiego a la inquieta humanidad de Iliar, y se concentró en mantener el control de su organismo. Como ya sabían que después de eso, esperaban que despertaran, y sabían exactamente cuánto tiempo debía pasar, pues ya lo habían comprobado con unas pruebas que los maniáticos aquellos habían hecho con anterioridad, comenzaron a hacerlo.

 

En el equipo que había estado encargado de Edin, había dos mujeres, algo que preocupó a Lenz el día que estaban haciendo las pruebas con las abrazaderas, porque aquellas tontas criaturas habían estado comentando entre ellas lo increíblemente guapo que era aquel sujeto, y como ellos no sabían que Lenz tenía dispositivos de escucha en las áreas que ocupaba el personal, pues siendo el criminal que era, no confiaba en nadie, no cuidaban lo que decían. En principio aquello le había causado gracia y solo reforzó su idea de que no era una muy brillante de Holzinger, el haber contratado mujeres para aquel asunto, pero como se dijo, el día de la prueba con las abrazaderas, se preocupó, porque las niñas aquellas pasaron de hacer comentarios “privados” a exclamar su admiración como colegialas cuando Edin abrió los ojos. La preocupación de Lenz obedecía, a que alguna de ellas, o ambas, se sintiesen inclinadas a ayudar al prisionero a escapar, aunque luego se riñó a sí mismo, pues salir de allí era un reto que les quedaba grande y estarían muertas antes de llegar a la superficie.

La única vez que Edin había abierto los ojos en todo aquel tiempo, en presencia del equipo, fue en la oportunidad que habían hecho la mencionada prueba para verificar que las abrazaderas los mantenían inmóviles, y en esa ocasión, todo el equipo médico llevaba los rostros medio cubiertos con las mascarillas, pero en esta ocasión no era así y había más personas, solo que no estaban precisamente ahí. Como ya había percibido que Iliar estaba mucho más cerca de lo habitual, se apresuró a hacerle una advertencia.

  • Tranquilízate, Iliar.
  • Estoy tranquilo
  • Claro, pero contrólate entonces y no intentes romper nada ni a nadie cuando nos despierten

No alcanzó a terminar de decir lo que decía cuando escuchó que uno de los presentes preguntaba a los demás si estaban preparados, e inmediatamente dio la orden de hacer la comprobación. Como ya ellos sabían el plan de paralización, no movieron ni un músculo cuando sintieron el pinchazo de unas agujas.

  • Colóquenlos dentro – escucharon

Como aun no abrían los ojos, por el movimiento supusieron que los estaban elevando, bajándolos después y escucharon que el mismo individuo daba la orden de cerrar.

Ya Edin había determinado el número aproximado de personas presentes, aunque no habían escuchado a nadie más. Cuando lo consideraron oportuno, comenzaron a despertar.

  • Ondas cerebrales cambiando – escuchó una nueva voz

Edin abrió los ojos y, aunque como ya se dijo, había determinado el número aproximado de personas presentes, se sorprendió en un primer momento, pues solo veía a los seis miembros de los dos equipos médicos, y a otros dos sujetos que no lo eran, pero casi inmediatamente vio que los demás estaban un poco más retirados y separados de ellos por un panel que parecía de vidrio, y por encima, en una especie cuarto acristalado, había otro grupo. Como ellos tenían una ventaja que sus captores no, Edin pudo detallar con exactitud los rostros de todos e incluso sus pensamientos, pero aquella atenta observación que sin duda había puesto nerviosos a los individuos, se detuvo por un momento cuando escuchó a una de las médicos.

  • ¡Dios misericordioso!

Aunque no había sentido nada, Edin rogó a quien correspondiese porque Iliar no estuviese haciendo alguna barbaridad. Y no era así, lo que sucedía era que aun sin proponérselo, Iliar tenía una mirada que, en las condiciones en las que se encontraba, solo despedía el brillo salvaje del peligroso guerrero que era, y eso era difícil de ignorar.

En su mundo, y particularmente en el Arkel, todos opinaban que Iliar era un niño grande, por lo que ya sabemos de su caótico comportamiento, y aquel pensamiento había sido la desgracia de muchos necios, ya que, por lo anterior, olvidaban que parecer no es lo mismo que ser.




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