La Dinastía (libro 11. Vannya)

Cap. 45 Mientras tanto

 

En los tres días siguientes a los hechos, y mientras se ocupaban de rastrear a los criminales y finalmente ir por los levjaners, habían estado sucediendo otras cosas.

A pesar de que todos los que habían acudido al llamado cuando se presentó el ataque, habían resultado heridos en mayor o menor medida, el caso de Janos que había estado presente desde el inicio, pero que, además, se había ido derecho a destrozar a los atacantes sin ninguna protección, lógicamente había resultado mucho más lastimado, porque mientras los demás tenían heridas relativamente leves que comenzaron a sanar con inmediatez y en cuanto extrajeron los proyectiles, el proceso de Janos sería un poco más demorado no solo por la cantidad de proyectiles recibidos, sino porque éstos dañaron seriamente muchos de sus órganos.

A pesar de lo anterior, en cuanto recuperó el conocimiento, y aunque seguía en recuperación, quería levantarse, algo del todo inadecuado, pues no solo ralentizaría el proceso, sino que el dolor que él decía no sentir, ciertamente estaba presente. Con las cosas así, Haliq tomaría la decisión de hablar con Iziaslav para que autorizase que Iván o Liever le indujesen un sueño profundo, ya que la sedación estaba fuera de discusión, pues su hígado había quedado hecho trizas y no podría procesar nada.

Por lo anterior, Janos pasaría las primeras 48 horas, dormido, pero cuando despertó, las cosas se le complicaron al veldeky y no porque pretendiese que se quedara en el Haigala, pues en ese tiempo, tanto por el reposo como por el trabajo que habían efectuado para ayudarlo con la regeneración, estaba perfectamente y podía marcharse, sino por la ira del sujeto que la emprendió en contra del pobre Haliq.

No era que Haliq fuese una dulce criatura si lo molestaban, pero Janos era un guerrero salvaje, algo que nunca había sido el veldeky, de modo que Haris y Aleksèi tuvieron que intervenir, pero, aun así, fue Armand quien puso punto final a aquella criminal agresión. Como a Armand ciertamente Janos no iba a hacerle nada por furioso que estuviese, se logró algo de calma.

  • ¿Qué sucede contigo, Janos? – preguntó Armand
  • Nada, solo quiero marcharme
  • Y nadie iba a impedírtelo, pero no dejaste hablar…
  • Kicyk, no quiero ser grosero, pero tengo prisa, así que si no te importa me marcho ahora

No esperó a ver si Armand tenía algo que decir, sino que un minuto después, ya no estaba. Armand se limitó a elevar las cejas y a preguntarse de nuevo qué le podía estar sucediendo, pues aquella no era la imagen que él tenía del pacífico, paciente y amable Janos que había conocido casi toda su vida. Como no tenía una respuesta inmediata para eso, se dedicó a atender las heridas de los veldekys, pues, aunque alguien pudiese dudarlo por la descripción de Janos hecha con anterioridad, al menos Haliq y su hijo sabían que era perfectamente capaz de despachar ingentes cantidades de personas sin ninguna ayuda.

Todo aquel escándalo de Janos obedecía a una sola cosa, estaba desesperado por ver a Amaranta. Sin embargo, cuando abandonó el Haigala, y siendo que no era estúpido, decidió que lo mejor que podía hacer era hablar con Gianfranco, porque si bien éste era un Savaresce y no lo quería más, al menos sabía que podría hablar con él sin intentar sacarle el corazón, algo que estaba seguro sucedería si con quien tenía que hacerlo era con Avitzedek.

En su prisa por abandonar el Haigala, no había notado su aspecto, de modo que fue con rapidez a su casa, se vistió adecuadamente y de allí se fue derecho a Florencia. Sin embargo, Gianfranco no estaba allí, y aunque se planteó que pudiese estar en la casa de su padre, a su memoria acudió el nombre de Francesco Di Vella, de modo que fue a buscarlo.

Su llegada causó cierto revuelo, pues no había prácticamente nadie en la sede del Arkel allí, que no conociese su rostro, lo que se les hacía extraño era la presencia, pues era casi lo mismo que ver aparecer a Iziaslav. Aun así, uno de los levramzyks se adelantó después del saludo.

  • ¿Lo podemos ayudar en algo, sarì Dvòrak?
  • Di Vella – se limitó a decir él

Sin más dilación, el levramzyk lo condujo hasta el despacho de Francesco que afortunadamente, estaba solo, pero, aunque no hubiese sido así, el levramzyk igual habría ignorado eso. Francesco estaba revisando la lista que le había enviado Istvan de los nyas registrados que regresaban a su lugar de origen, cuando sintió la presencia, pero cuando elevó la vista, estaba tan asombrado como los levramzyks.

  • Signor Dvòrak – dijo poniéndose de pie
  • Di Vella – dijo él por todo saludo – Necesito encontrar a Gianfranco Savaresce

Francesco sintió que un frío desagradable recorría su espina dorsal, pues él tenía los años suficientes como para saber que Savaresce y Dvòrak no cabían en la misma frase a menos que esta estuviese vestida de sangre. Por lo anterior, pensó que decírselo era contribuir a poner en peligro a su amigo, pero no hacerlo era colocarse él mismo en una pésima posición. La cuestión fue que no pudo hacer ni decir nada, porque mientras todo eso pasaba por su cabeza, Janos había hecho un registro veloz de la mencionada cabeza, y como mientras pensaba lo anterior, Francesco también había pensado en los posibles lugares donde podía hallarse Gianfranco, Janos se giró sin decir nada más dejando a Francesco sin saber qué hacer y ni siquiera muy seguro de que su vida no corriese peligro si aquel individuo pensaba que se había negado a contestar.




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