La Dinastía (libro 11. Vannya)

Cap. 48 Novedades

 

Siendo que necesitaban las nuevas pruebas y sin eso no podían avanzar, Istvan le ordenó a Yves tomarse un descanso, pues, aparte de que seguía preocupado por aquel enrojecimiento de sus ojos, aquel individuo llevaba más de 72 horas en frenética actividad, y aunque no estaba muy seguro de que el muchachito fuera a hacerle caso, se habría sorprendido al enterarse que lo había hecho.

A la mayoría de los itsliev no les gustaban los departamentos, pues los encontraban pequeños e incómodos, algo más bien natural si realmente eran itslievs, es decir, si procedían mínimo de los primeros siglos de esta era, ya que la mayoría había vivido en grandes extensiones de tierras, y había muchos que nacieron perteneciendo a la nobleza, de modo que éstos últimos a lo que estaban acostumbrados era a las dimensiones de sus castillos. La única posible excepción era Lucien, pero no era que pudiese decirse que sus departamentos fuesen precisamente pequeños, y los que tenía en Nueva York o Río, por ejemplo, eran mansiones aéreas.

Yves estaba a medio camino entre los itslievs y los que no lo eran, porque poseía un departamento, al menos nominalmente, ya que lo utilizaba poco debido a que la mayor parte del tiempo estaba corriendo de un lugar a otro por distintos motivos, y los escasos momentos que se daba para estar en reposo, generalmente lo hacía en la habitación que tenía en Levzheir.

No obstante, en esa ocasión decidió hacer uso del mencionado inmueble, y después que se dio un baño, decidió que también debía comer algo, de modo que estaba en ello cuando sintió la presencia.

  • Vas a asfixiarte en este lugar
  • ¿Y eso lo dice el individuo que vivía en un miserable bote? – preguntó sin volverse
  • No era un miserable bote, era un navío, dimmier

Posiblemente Yves iba a seguir mortificando a Radek, pero en ese momento llegaron Iván e Iliar.

  • ¿Estamos de fiesta? – preguntó Iliar
  • Tú siempre has creído que la vida es una fiesta – contestó Yves girándose un poco para agarrar un cuchillo y comenzar a cortar hortalizas
  • ¿No puedes procurarte alguien que haga eso? – preguntó Iván
  • No todos nacimos siendo príncipes, así que saber cocinar nos resulta útil a los plebeyos como un servidor – contestó sin volverse
  • Bien, pero supongo que no nos llamaste para verte ejercer una labor tan utilitaria como cocinar – dijo Iván

Radek se había movido para agarrar una botella cuando escucharon el silbido de un objeto que atravesaba el aire, y al segundo siguiente vieron la hoja que se clavaba en el mueble-bar a solo unos centímetros de la cabeza de Radek.

  • ¡Lucía! – exclamaron
  • ¿Qué están haciendo aquí? – preguntó en tono peligroso
  • Yo los llamé – contestó Yves
  • ¿Y qué te hace pensar que tienes derecho a convocar una reunión sin participárselo a tu livlje?
  • Lucía, solo quería…

Sin embargo, la voz de Iván ordenándole guardar silencio, penetró la cabeza de Yves muy a tiempo, pues Lucía había entrecerrado los ojos y caminaba hacia él en actitud amenazante. No obstante, en ese momento todos notaron lo que no habían visto debido a que Yves no los había estado mirando.

  • ¡Ynli! – exclamó Radek
  • ¡Nelik![1] – fue la exclamación de Iliar
  • Bueno, veo que ya alguien se adelantó a fastidiarte, Ynli – dijo Lucía

Iván era el único que no había dicho nada, sino que se había acercado y lo miraba con atención.

  • Te agradecería no empeorarlo – le pidió Yves
  • Entonces comienza a explicar cómo y por qué hicieron explosión tus vasos sanguíneos, y si me dices que te dejaste fastidiar por alguien…
  • Nadie me fastidió – lo interrumpió

Si bien todos conocían su condición, los únicos que habían sido testigos de aquel fenómeno en particular, eran los miembros de su grupo, pues en realidad le había sucedido pocas veces y como se dijo, solo cuando había forzado a su cerebro más allá de lo recomendable. Como todos los presentes eran sus amigos de más confianza, procedió a las explicaciones mientras Radek intentaba hacer algo por él.

  • Ya déjalo, Radek, sabes que es un proceso lento, pero en unas horas estaré bien
  • Muy inconveniente ese mal tuyo – dijo Iliar y Lucía le acomodó un porrazo
  • ¿Y qué cerebro tenías tantas ganas de destrozar? – preguntó Radek
  • Si hubiera querido destrozarlo, no me habría sucedido esto – le contestó él – Lo que me fastidió fue una búsqueda problemática de más de dos milenios – aclaró y todos elevaron las cejas
  • ¿Por qué no me llamaste? – preguntó Iván
  • No estaba para perder el tiempo, y hasta donde he podido notar, no te hace especialmente feliz que te interrumpan cuando estás con tu señorita Juliet – dijo con malignidad y los demás rieron con descaro

Dicho esto, comenzó el relato de lo que habían descubierto, y naturalmente todos pensaron lo mismo.

  • Si no querías perder el tiempo, te hubieras ido derecho a retorcer el cuello de Giorgio, porque ni Avitzedek ni Gianfranco tienen motivos para… – estaba diciendo Iliar
  • ¡Esos desgraciados no necesitan motivos, Drachavo! – lo interrumpió Lucía
  • Las cosas han cambiado un poco, Lucía
  • Todos los Savaresce y los Lothian…
  • Esos ya no existen
  • No seas estúpido, Iliar, que ahora pertenezcan a nuestro Clan o al otro, no cambia lo que son




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