La Dinastía (libro 11. Vannya)

Cap. 52 Traumas del pasado

 

Aunque todos conocían la condición de Yves, y sabían que después de cada crisis terminaba por recuperarse, eso no impedía que experimentaran un terrible desasosiego cada vez que sucedía, pues equivalía a verlo morir una y otra vez, y sin duda era algo en lo que Andrei siempre había tenido razón. Al inicio, cuando Iván casi le había quitado de las manos de Andrei a Yves al descubrir su habilidad, y siendo que, en su afán por molestar, Mikha se había adjudicado la dudosa responsabilidad de entrenar al niño para que aprendiese a conducirse como un guerrero y de acuerdo a su nueva condición, aunque Iván, Iliar y Radek sabían que lo hacía solo para asegurarse de que diese tantos dolores de cabeza que Iziaslav se sintiese miserable por haber ordenado salvarle la vida, así que, al principio, nadie daba mucho por la cabeza del muchachito. No obstante, con lo que Mikha no contó, fue con que la convivencia y la natural simpatía de Yves, lo haría ganarse el afecto de todos. Individuos como Anatoly o Aritz, por ejemplo, pensarían que, si bien aquello había contribuido a que Yves aprendiese en forma acelerada, pues estaba bajo la tutela de los individuos más letales de su tribu, también eran unos locos peligrosos de los que absorbería un poco de cada uno.

De Iliar copiaría lo bromista, de Iván lo sinvergüenza y por partida doble, pues Andrei lo era tanto o más que Iván, en opinión de muchos, aunque en realidad lo que había absorbido de Iván en todas sus partes, era lo relativo a la habilidad que compartían; de Radek la antipatía, lo que consideraban una pena, porque Yves en verdad había sido un niño no solo dulce y tierno, sino muy simpático que siempre tenía una sonrisa en los labios; y de Mikha, su anárquica peligrosidad, lo irritante, y, también lo hablador, aunque algunos pensaban que eso último ya venía en el código genético de Yves.

El asunto fue que la mascota del grupo, como lo llamaban algunos descerebrados que solían terminar muy mal y dependiendo de quién los escuchase, se convirtió no solo en parte integral de aquel disfuncional grupo, sino que se ganó el afecto y la confianza de todos, y aunque Yves no fastidió a Iziaslav únicamente por su comportamiento como había pensado originalmente Mikha, sí lo haría de otras maneras, porque Yves no se callaba si no le parecía y nunca le parecía, pero más grave que eso, que fuera de reportarle los más diversos períodos de encierro no pasaba de allí, fue su enfermedad la que Iziaslav sufrió en verdad y mucho antes de que hubiese tenido ocasión para desarrollar el afecto posterior por el irritante niño, sino porque cada vez que le sucedió algo a Yves, Mikha iba a descargar su ira y su impotencia en su desdichado padre a quien culpaba por algo de lo que ciertamente no era culpable, pero la culpa que le adjudicaba era la de haberse empeñado en salvarle la vida para que muriese  cada vez que era herido.

De modo que, en la actualidad, Mikha estaba en verdad hecho una furia y, en realidad, no solo él, sino todo el grupo, porque una cosa era que Yves resultase herido en la ejecución de su trabajo, y una muy distinta que sucediese porque alguien en particular y de los suyos, que conocían su condición, decidiese atacarlo. Era cierto que no todos los levramzyks la conocían, pues no era algo que él fuese promocionando por ahí, pero la mayoría de los itslievs y todos los primigenios sí, pues en la antigüedad eran muchos menos y no era algo que se pudiese ocultar, y menos cuando los locos de la tribu enfurecían por ello.

Por todo lo anterior, Istvan que había estado muy ocupado con los ikedevs detenidos, y en estrecha colaboración con las Elskis, que era quienes habían hecho el mayor trabajo de investigación inicial, tuvo que hacer un alto para ocuparse de que ninguno de aquellos descocados hiciese alguna barbaridad. El que más lo preocupaba era Radek, porque los demás dependían del Arkel y no era probable ni que lo desobedeciesen, ni que intentasen cobrar aquella cuenta, porque terminarían en un calabozo, mientras que Radek no obedecía a nadie y siempre hacía lo que le parecía sin preocuparse por las consecuencias. Con las cosas así, y aunque no le gustaba la idea de molestar a nadie, Istvan pensó en recurrir a Lucien, la cuestión era que el sizvitel estaba de un humor asesino por el asunto de Dylan y Loriane, y llevaba dos días en un estado de estrés criminal. No obstante, si bien Itlar cumplió con informarle lo anterior, con lo que, por cierto, sorprendió mucho a Istvan, no sería necesario adoptar medidas tan drásticas con nadie, porque Armand no era como sus demás parientes, algo que recordarían y comprobarían con inmediatez.

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Una vez que Armand se había calmado lo suficiente, aunque Michel no había contribuido mucho y en realidad nada, fuera de contarle que Yves no había hecho nada incorrecto, el chico se sintió alarmado por dos motivos diferentes: el primero, que para saber lo que estaba diciéndole, Michel también dijo que había hablado con las chicas y eso, en opinión de Armand, podía ser igualmente malo conociéndolo; y segundo, que si era así, entendió que había sido muy injusto con Yves, y su malestar se agravaría cuando Michel le dijo lo que le había ocasionado al levjaner.

Sin embargo, Armand decidió primero ir a ver a las hermanas, porque necesitaba asegurarse de qué había hecho o dicho Michel, y como ellas no tenían ninguna oportunidad de ocultarle nada, pudo ver con todo detalle la visita.

Después que todo el alboroto había pasado, Michel se había enterado de cómo estaba Yves, pero como nada podía hacer por él, se fue a ver a las que, para él, eran las verdaderas causantes del desastre. Antes de entrar, había prestado atención, y como no percibió mayor alteración, decidió entrar.

  • Buenas tardes, señoritas – saludó




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