La Dinastía (libro 11. Vannya)

Cap. 53 Responsabilidades

 

En los días que siguieron a la problemática salida de Dylan y Loriane, y aunque ellos no habían sabido el alboroto que se había suscitado a raíz de la misma, como había dicho Dylan, después de su cabalgata matutina y de desayunar con Loriane, Castimer le avisó que Lucien lo estaba esperando.

  • Mi lady, me he sentido muy honrado con su compañía y me encantaría seguir siendo merecedor de la misma, pero en este momento mis obligaciones de estado me reclaman, de modo que me disculpo por…
  • No tiene que hacerlo, alteza

Posiblemente Dylan iba a protestar de nuevo por el asunto del tratamiento, pero aparte de que aquella parecía una batalla perdida, Lucien lo estaba esperando y la última cosa que quería era que se presentase allí reclamando de la forma más inconveniente y grosera. Así que agradeció nuevamente a Loriane, se despidió y se marchó.

Durante el breve trayecto entre el Dvorets y el Pravitel, Lucien estuvo protestando, pero Dylan le prestó escasa atención, algo en lo que tenía mucha práctica debido a que hacía muchos años que había concluido que Lucien siempre se quejaría por una cosa o por otra, pero como nunca eran cosas verdaderamente importantes, entonces él se desconectaba.

Sergei no pudo ocultar su emoción al ver a Dylan, y mientras se saludaban, tal y como le había venido sucediendo, la mente de Dylan fue invadida por los recuerdos y cabe destacar que, habiendo trabajado durante tantos años en estrecha colaboración con Sergei, tenía muchísimos.

Después de los emocionados saludos, Sergei los condujo hasta el despacho de Dylan, y allí la única persona que estaba era una bonita devrig que le servía de asistente, pero por lo demás, la antesala que siempre estaba llena de personas que querían entrevistarse con él por una razón u otra, estaba vacía debido a la prolongada ausencia de Dylan.

Estando en su despacho, Dylan recordaría muchas más cosas relativas a su trabajo, y si bien no todo, sin duda aquello serviría para dar inicio a sus actividades. Sergei hizo una exposición concisa de lo más urgente, y aunque posiblemente en otras circunstancias Lucien se habría marchado, no lo hizo, y a pesar de que tenía su habitual expresión de aburrimiento, ellos dos lo conocían lo suficiente como para saber que estaba prestando atención a todo lo que decían, así que no se sorprenderían al escucharlo emitir acertadas opiniones.

Sergei estaba acostumbrado a largas y extenuantes jornadas de trabajo, y aquel día no sería diferente, porque si bien no atendió a nadie, que era la parte quizá más estresante de su trabajo, tuvo que dar muchas explicaciones con relación a las gestiones en marcha y de aquello que requería la atención urgente de Dylan.

Lucien por su parte, estaba desmedidamente satisfecho, pues Dylan no había pensado en todo el día en la mujercita, así que no hizo ningún intento porque se detuviese ni para comer, algo que había hecho en otras ocasiones cuando había estado en el Pravitel, justamente con la intención de sacarlo un rato de allí. Sin embargo, todo el castillo de naipes que había estado construyendo, se vino abajo a eso de las ocho de la noche.

  • Creo que por hoy es suficiente, Sergei. Mañana continuaremos con la preparación de la agenda, porque supongo que hay muchas citas atrasadas
  • De acuerdo
  • Bien, ahora ve a descansar
  • Vamos Dylan, este sujeto parece que viviese aquí, así que… – intervino Lucien acercándose a Sergei y colocando una mano en su hombro – ¿Por qué no vienes a cenar con nosotros?

Si bien Sergei se llevaba bien con Lucien, no existía entre ellos aquella cercanía, y aunque supuso que esa invitación tenía un fin, porque también sabía que Lucien nunca hacía nada sin uno, notó el leve ceño de Dylan, así que asumió con rapidez que él tenía otros planes y no iba a colocarse en posición de fastidiarlo, aunque el fastidiado fuese Lucien, así que declinó la invitación de la forma más cortes. Después de lo cual se despidieron y se marcharon, pero una vez en el auto y al escuchar a Dylan, Lucien maldijo internamente.

  • ¿Cómo que a casa?
  • Dijiste que tenías hambre ¿no?
  • Seguro, y lo que no dije, fue que quisiera ir a casa
  • Luciano…
  • No fastidies, Dylan – lo interrumpió y le dio otra orden al chofer

Aunque Dylan protestó y casi le acomodó un puñetazo a Lucien, igual terminarían en un lugar del todo inadecuado en opinión de los levjaners, porque Lucien encontró inmejorable ir a la vieja taberna de Vanser. No era que fuese un mal lugar de por sí y, de hecho, tanto Vanser como sus hijos se esmeraron en la atención, sino porque sabían que no era la clase de lugar que solía visitar Dylan.

Como se dijo en una ocasión, Vanser había conservado aquella taberna por nostalgia, así que no habría calificado para una estrella Michelin, porque seguía teniendo casi el mismo aspecto que había tenido siempre. La barra era una estructura de roble poco trabajado, y era el tiempo el que lo había pulido. Las bancas altas no ofrecían mayor comodidad y no invitaban a pasar largos períodos de tiempo sobre ellas. Había unas cuantas mesas esparcidas por el lugar, y aunque estaban limpias, eran toscas construcciones de madera. Lo único que había variado en aquel lugar, era que los pisos ya no eran de tierra pisada, y habían desaparecido los catres que en el pasado se ofrecían a quienes buscaban una noche de descanso.




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