La Dinastía (libro 11. Vannya)

Cap. 58 Romeo y Julieta

 

Después del encuentro entre Janos y Amaranta, que tuvo un desenlace tan sorpresivo para ella, Janos notaría que tenía un serio problema.

Al igual que todos los primigenios, o al menos los de su tribu, Janos nunca tuvo problemas para conseguir una mujer, porque entre las bizlykis y las que llegaban después de cada asalto, y siendo él no solo un krasnylev, sino amigo del Hlavary, siempre tenía muchas a su disposición. Por otra parte, la única vez en su vida que se había enamorado, había procedido de acuerdo a las costumbres, que no iban más allá de solicitar a la chica en cuestión, celebrar el compromiso y luego el matrimonio. De manera que, ahora y una vez aclarados sus sentimientos, juzgó que ya estaba todo hecho y solo restaba el matrimonio y fue lo que expuso.

  • Haré los arreglos para la boda y…
  • Espera, espera – lo detuvo Amaranta y él juntó las cejas, pero como no dijo nada, ella agregó – Ni siquiera me has preguntado si quiero casarme contigo

Si bien era cierto que Amaranta no podía estar más feliz, en principio, después que lo detuvo, no sabía muy bien qué decir, pero después de hacerlo, pareció recordar que tenía una familia, y más concretamente un padre que sin duda sería un problema.

  • Y supongo que no tengo que hacerlo – estaba diciendo él
  • A ver, sarì Dvòrak – comenzó separándose un poco o no podría pensar con claridad – Desde luego es necesario, aparte de ser lo habitual, además…

Sin embargo, Janos se perdería lo demás, porque por empezar, que lo llamase de nuevo señor, ya lo descomponía, segundo, que se alejase, lo molestaba, y tercero, escucharla decir que era necesario, lo descomponía el doble porque en su opinión era obvio, pero tuvo que prestar atención.

  • ¿Me estás escuchando?
  • No soy sordo – contestó de malas
  • Sordo y antipático, además

Obviamente eso tampoco le gustaba, pero tomando aire e intentando complacerla con algo que encontraba innecesario, hizo la pregunta, aunque de un modo poco habitual.

  • Quieres hacerlo, ¿no?
  • ¿Hacer qué, exactamente?
  • Kandly – dijo con disgusto, pero como ella se había cruzado de brazos y lo miraba en forma admonitoria, replanteó
  • ¿Quieres casarte?
  • Eso depende de quién me lo pida – contestó esbozando una ligera sonrisa
  • ¿Esto te parece gracioso? – preguntó él al ver el gesto
  • No, pero como veo que no pareces saber exactamente lo que quieres, avísame cuando lo averigües

Dicho esto, y para sorpresa, consternación e ira de Janos, se marchó a toda velocidad.

Si Janos estaba experimentando todo lo antes descrito, Fadhila estaba tremendamente aliviada, pues por un momento pensó que Amaranta cometería la enorme locura de irse con aquel individuo desatando así una catástrofe de proporciones épicas.

Cuando Janos reaccionó, tuvo la intención de seguirla, pero lo pensó mejor y decidió que debía calmarse y averiguar qué demonios era lo que estaba haciendo mal. Afortunadamente Janos era como era, o en verdad las cosas se habrían complicado mucho.

Como Janos estaba acostumbrado a resolver sus asuntos sin ayuda, no le dijo a nadie lo que estaba sucediendo, la cuestión era que nunca se le había presentado un problema como aquel, pues como se dijo, nunca se había visto en el predicamento de cortejar a una mujer. Sin embargo, su ordenada mente comenzó a repasar las vidas de los rybiks, y a quien primero recordó fue a Andrei, que había sido el eterno enamorado y punto de referencia más acertado, al menos de esa época, porque Mikha era Mikha y esperar que hiciese algo como enamorar a una chica cuando sabía que podía tener a la quisiese, era absurdo. La cuestión era que, si bien Andrei si hacía muchas cosas para impresionar a las damitas, Janos no tenía ni la labia ni la zalamería de él, así que lo hizo a un lado. Pasó a Iyul, pero, aunque en algunas ocasiones había estado en los lugares que el sizvitel visitaba, más que todo por órdenes de Iziaslav cuando llevaba tiempo sin ver a su hijo y quería saber cómo le estaba yendo, los intereses de Iyul nunca involucraron sus sentimientos, de modo que lo que hacía o decía a las mujeres, Janos lo encontraba falso, aunque parecía que a ellas les gustaba y terminaban donde Iyul quería, pero él no quería hacer eso con Amaranta. Lucien no era un buen ejemplo en aquel sentido, pues el niño aquel era demasiado arrogante y no se molestaba en cortejar a las chicas, o al menos a Janos no se lo parecía, y lo único que debía hacer era hacerse notar, algo que más bien no podía evitar, para que las chicas corriesen tras él.

Cuando llegó a Dylan, dejó aquel inútil ejercicio, pues él estaba en una situación análoga a la propia, y aunque estaba bastante seguro de que sabía exactamente cómo comportarse para atraerse la atención de una mujer, no le había interesado ninguna otra después de Sophie, o al menos no lo suficiente como para molestarse en cortejarla.

En ese momento recordó la cháchara de Darko con relación a cómo debía comportarse Iziaslav con Mía, pero pensó que ya él había hecho aquello, porque había salido varias veces con Amaranta, había bebido incontables cafés sin desearlo, había paseado por lugares que ni recordaba porque no le interesaban, y hasta le había llevado flores. De modo que lanzó la botella con frustración y casi alcanza a Gino que venía entrando, y de no haber sido un devrig, sin duda lo habría hecho.

  • ¡Wow! – dijo el chico – Te recuerdo que tú me invitaste a venir y, de hecho, casi nos arrastraste hasta acá
  • No digas tonterías, Gino ¿Cómo está Norman?
  • Sorprendentemente mejor – contestó – Ese tal Sesviatsky no es nada simpático, pero creo que sabe lo que hace
  • Por supuesto que lo sabe




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