La Dinastía (libro 11. Vannya)

Cap. 59 Preocupante

 

Después que Istvan había terminado con los documentos pendientes, miró la hora, cerró los ojos un momento y con cierto pesar pensó que su madre querría matarlo, pues aquella era la segunda vez que prometía ir a cenar con la familia y al igual que la anterior, iba a faltar.

Istvan en verdad amaba a su familia, y siempre había tenido mucha consideración con su madre, pues era consciente que, de niño, él había dado tantos dolores de cabeza como su aykeri, pero en cuanto había crecido un poco, comenzó a experimentar remordimiento, pues a diferencia de su hermano que parecía incapaz de ello, él se sentía pésimo cuando Istval mortificaba a Jovanka, ya que, como sabemos, su don era experimentar los sentimientos ajenos como si fueran propios. La cuestión era que, él intentaba apartar por lo menos una noche al mes para ir a verla, conversar con ella y enterarse cómo estaba, sobre todo durante el tiempo que duró la ausencia de su padre, pero los últimos dos años habían sido en verdad movidos, y la verdad era que no recordaba un período tan caótico desde la época de las revoluciones.

Se detuvo un momento para escribir una nota disculpándose y enviándole todo su amor, se la entregó a un levramzyk y luego se puso en marcha hacia el Haigala, porque antes de la reunión que había pautado con Iziaslav, quería ver cómo seguía Yves. No obstante, cuando llegó, tuvo la clarísima impresión de que, si bien Yves parecía mejor, quienes estaban con él parecía que hubiesen sido golpeados con violencia, pero más allá de eso, que estaban mirando a Iliar como si le hubiese salido otra cabeza, y en el caso de Lucía, era claro que estaba a punto de darle un puñetazo.

Lo último no era especialmente extraño, porque la mayor parte del tiempo alguien quería hacerlo, pero la actitud general de los demás era lo que llamaba su atención. Sin embargo, no tuvo ocasión de preguntar nada, porque en ese momento le llegó un mensaje de Hervè notificándole que iba en camino justamente hacia allá, porque Mía parecía muy enferma.

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Después de un extenuante día de reuniones, revisión de documentos y discusión de proyectos con Sergei, Dylan quería irse a casa, pero Lucien, tan necio como siempre, lo arrastró a Ètelhik junto al desprevenido Sergei.

No era que Sergei fuese antisocial como decía Michel, sino que era un individuo muy ocupado y no tenía tiempo para andar por ahí socializando, y en la única oportunidad en la que lo hacía, era en las Evesbriel, y eso era relativo, pues la mayor parte del tiempo, aun allí, estaba trabajando. De manera que, en aquel momento estaba muy incómodo, especialmente, porque Lucien estaba practicando su deporte favorito, es decir, mortificar a alguien, y en esta ocasión le había tocado al pobre Sergei.

  • Ya basta, Luciano – dijo Dylan con evidente disgusto – ¿Es que no puedes vivir si no estás haciéndole la vida miserable a alguien?
  • Por favor, no veo qué tiene de malo preguntar por esa linda señorita que saludó con tanto entusiasmo a nuestro flamante…

No obstante, lo que estaba diciendo murió en sus labios al recibir el mensaje de Hervè, que le había avisado primero a él que a Istvan, ya que tenía clarísimo que aquel individuo le quitaría la cabeza con sumo placer, además, si no lo hacía. Así que Lucien se puso de pie, y por lo menos tuvo la delicadeza de informar sucintamente a Dylan, y partió a escape.

Como aquel era el lugar preferido de la familia, y lo visitaban con muchísima frecuencia, especialmente Iyul, Alexander y Dylan, tenían una cuenta abierta que era cancelada por la tesorería de forma mensual, así que cuando Dylan se disculpó con Sergei y llamó al mesero con intención de pedir la cuenta, Yvaylo le recordó lo anterior, pues evidentemente Dylan no recordaba aquel detalle, y partieron ellos también.

Como ellos estaban en Lucía, Lucien llegó primero que los que venían de Illir, así que se encontró con Istvan que había dejado la habitación de Yves al recibir la notificación, pero Lucien comenzó a pensar insensateces al verlo, pues su presencia se tradujo en su cabeza, como que algo terrible había sucedido, de manera que apenas vio a Iziaslav que traía a Mía en brazos, Lucien no se detuvo a preguntar, sino que se fue derecho a sacudir al pobre Hervè y fue con lo que se encontró Dylan al llegar.

Como Iziaslav no se había detenido, ni Itlar ni Istvan podían intervenir, fue una suerte que Dylan hubiese decidido ir, porque si no, efectivamente Lucien le hubiese sacado la cabeza al levjaner sin enterarse siquiera de lo que había sucedido.

Como ya sabemos, Dylan era el individuo menos violento del mundo, pero en verdad Lucien acababa con la paciencia más sólida, y como estaba en total desacuerdo en que le hubiesen impedido seguir haciendo lo que hacía, estaba gritándole Dios sabía qué a Dylan, así que él le acomodó un puñetazo.

  • ¿Qué te sucede, estúpido?
  • Ya que no tienes consideración con mis oídos y ni siquiera con los tuyos, al menos recuerda que estamos en el Haigala donde hay personas enfermas, cretino

Conseguido un mínimo de calma, pudieron escuchar lo que había sucedido y que, en principio, ni era responsabilidad de Hervè, ni parecía grave.

  • Nym sarìevi amaneció con mucho dolor de cabeza, y aunque su bizlyki me lo notificó cuando fui a informarme por qué no había bajado a la hora de costumbre, así como que ella le había recomendado quedarse en la cama, yo fui por Zinatnè. Después de revisarla, me dijo que tenía un proceso gripal, así que le recetó un preparado y también le recomendó quedarse en la cama, pero ella no quiso pues en su opinión ya estaba mejor. Como nym Sozdatel’ ya se había marchado al Pravitel, ella pasó casi toda la mañana en la biblioteca. A la hora de la comida, casi no la probó, después de eso subió a sus habitaciones y no volvió a salir, así que cuando llegó nym Sozdatel’, fue a verla y se encontró con que tenía mucha fiebre.
  • ¿Y por qué no avisaron a Zinatnè? – preguntó Istvan
  • Porque hoy es su noche libre
  • ¡¿Noche libre?! – vociferó Lucien – ¡Ese individuo no tiene noches libres!
  • Luciano – lo detuvo Dylan 




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