La Dinastía (libro 11. Vannya)

Cap. 61 Anunciado

 

Aviram sabía que Avitzedek tenía pautada la cita con los inversionistas desde hacía tiempo, pero en medio de la furia en la se hallaba lo había olvidado, pero una vez que descargó parte de su ira en los guardias de Amaranta, recordó lo anterior y se dispuso a esperar, pues Avitzedek no podía tardar mucho más como en efecto no lo hizo. Quienes lo habían acompañado en aquella ocasión, habían sido Mucci y Gazzola, pero en cuanto llegó a casa y vio la mirada de Aviram, a pesar de que éste no transmitió nada, eran demasiados años conociéndolo como para no saber que algo de seria naturaleza había sucedido. De manera que, aunque quería hablar con ellos para que se encargaran de finiquitar algunos aspectos de la negociación que pensaba hacer, los despachó de forma inmediata.

Avitzedek había conocido a Aviram cuando habían cruzado por primera vez hacia las tierras árabes, si bien el primero tenía poco más de catorce años, Aviram tendría como mucho unos seis, estaba herido y abandonado, así que él cargó con el pequeño, pero su padre le dijo que solo sería un sirviente y que en ningún caso formaría parte de sus guerreros, pero Avitzedek no se caracterizaba por su obediencia y lo entrenaría lo mismo. A diferencia de los devlianos, y aunque ellos tenían la misma necesidad de hombres, no se casaban tan pronto, así que Avitzedek contrajo matrimonio cuando estaba por cumplir dieciocho años; era un poco más tarde de lo habitual, pero no siendo el mayor, su padre demoró un poco más en conseguirle una esposa. Así que cuando comenzaron a nacer los niños, Aviram fue puesto al cuidado de éstos en cuanto crecían un poco, y era por ello que la mayoría lo había respetado mucho, aunque eso nunca aplicó ni al mayor ni al menor de ellos, quienes le temían, pero no lo respetaban.

El asunto era que Aviram había demostrado una lealtad a toda prueba y Avitzedek confiaba ciegamente en él, pero, además, lo conocía bien, de manera que se preocupó cuando vio sus ojos y era la razón para que hubiese despachado con prontitud a los otros.

  • ¿Qué sucede?
  • Amaranta

Un millón de cosas pasaron a toda velocidad por la cabeza de Avitzedek, comenzando porque su hija podía no estar bien a raíz del ataque sufrido, aunque si no hubiese estado tan angustiado, habría concluido que era imposible. No obstante, lo que escucharía a continuación, y la crudeza con la que fue expuesto, otra característica de Aviram que parecía incapaz de cualquier tipo de delicadeza, le ocasionaría la mayor crisis de ira que le hubiesen visto jamás.

La primera en sufrir las consecuencias de la misma fue la pobre Zharià, porque en cuanto la llevaron a su presencia, comenzó a gritarla, y de no haber sido por Aviram, posiblemente la habría golpeado, algo que al menos con ella, nunca había sucedido.

Lógicamente Amaranta y Fadhila habían escuchado los gritos, así que la chica se desesperó, pero ella era hija de su padre y no estaba en su sistema cruzarse de brazos.

  • Fadhila, corre a buscar a Gianfranco
  • Pero…
  • ¡Ahora!
  • Amaranta, estamos encerradas – dijo con desesperación

Sin embargo, eso no detuvo a la señorita Savaresce que corrió hacia la ventana.

  • ¿Amaranta, que vas a hacer?
  • Ven – la llamó – Salta. No es tan alto, pero evita ser vista
  • Amaranta, tu padre va a matarme
  • Solo si me mata a mí primero. Ve. Rápido
  • ¿No sería mejor que escaparas antes de que...? – intentó preguntar en medio de su desesperación
  • No voy a dejar a mi madre en esta situación. Vete ya

Amaranta sabía que era cuestión de tiempo para que su padre fuese a buscarla, así que le urgía ver a su hermano y no para salvarse ella, sino para pedirle que cuidase a su madre.

Fadhila obedeció, pero salió hecha un mar de lágrimas y un manojo de nervios, la suerte para ella fue que los levramzyks destacados en la propiedad por órdenes de Lucien, y el que había enviado Jeireddin en previsión de algo como lo que estaba sucediendo, podrían brindarle una ayuda mucho más rápida y efectiva.

Apenas Fadhila saltó, Gibzo, el levramzyk enviado por Jeireddin y que se encontraba al pie de la ventana, la atajó y un momento después estaba en el lindero exterior. Cuando se dejó ver, Fadhila reconoció enseguida el uniforme, lo que evitó que comenzara a gritar, algo para lo que él ya se habría preparado creando el aislamiento.

  • Gracias – dijo ella en forma apresurada – ¿Puedo pedirle algo?
  • No necesita ir usted, zhytsanì, yo puedo encargarme – dijo él imaginando de qué se trataba, pero se equivocó
  • No, yo puedo hacerlo, pero por favor, no la deje sola a ella – aclaró señalando hacia la casa
  • No lo está. Hay más de mis compañeros aquí
  • ¿Los envió el señor Dvòrak?
  • Eso no es importante ahora – contestó sabiendo que los Savaresce, a excepción de Gianfranco, no sabían de la amabilidad de Lucien – Puedo llevarla dentro y hacerme cargo…
  • ¡No! – exclamó – Yo lo haré

Sin embargo, Gibzo se apresuró a cursar un mensaje a uno sus compañeros, consistente en que fuese con Fadhila y, por otra parte, él mismo se dio mucha prisa en avisar a Jeireddin de lo que estaba sucediendo.




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