Con la desaparición de Radek, que era quien había estado literalmente pegado a la cama de Yves, a los veldekys se les complicaron las cosas, pues como se dijo, si bien ellos eran extraordinariamente buenos en lo que hacían, no lo sabían todo como estaban comprobando. No era que ellos sustentasen esa idea, es decir, la de saberlo todo, pues especialmente Haliq, siempre estaba en la búsqueda de información, o investigando nuevas formas de aliviar las distintas enfermedades tanto para ikedevs como para devrigs, y aunque las de los últimos eran poco frecuentes, por una parte, cuando eran atacados por alguna, solía ser devastador para el organismo de éstos, y por la otra, tenían varios con condiciones congénitas que no desaparecían con la transformación, y era lo que había llevado a Haliq y a su equipo de investigación a desarrollar grandes avances que, si bien no los curaba, podía aliviarlos o acelerar su restablecimiento.
La cuestión en la actualidad, era que ni tenían idea de qué hacer, ni se habían enfrentado nunca a un caso como el de Iván o Yves. Era un hecho que habían vivido, más Haliq y Haris que Aleksèi, que cuando por cualquier motivo, algún devrig muy necio, se había involucrado con una vidmagy, y más allá de eso, cuando habían intentado causarle cualquier daño, quienes terminaban muy mal eran ellos. Afortunadamente, habían sido más bien pocos aquellos casos, porque, a pesar de que había individuos que no creían que algún ser humano pudiese representar un peligro para ellos, eso no aplicaba a las vidmagys, y quienes habían decidido ignorarlo, habían descubierto por el camino difícil la inexactitud de sus pensamientos. Sin embargo, por mal que hubiesen quedado, nunca en un estado tan crítico como el presente.
Armand y Aureliè casi no se habían despegado de aquellas camas, pues tenían la impresión de que, si dejaban de canalizar energía, la de aquellos dos individuos se apagaría, porque parecía una vela a punto de extinguirse. La cuestión y lo que preocupaba a todos era que, si bien Armand era un canalizador natural, Aureliè no, y, sobre todo Aureliè, comenzaban a evidenciar el agotamiento.
Si todos estaban preocupados, Istval lo estaba más que nadie, pero no hubo argumento válido para hacer que Aureliè fuese a casa, de modo que, a la preocupación por sus compañeros, vino a sumarse la que estaba sintiendo por Aureliè y la ira por no poder hacerse escuchar por ésta.
En el caso de Armand, quien lo había intentado era su hermano, pero si bien Armand a diferencia de Michel, era muy tranquilo y poco discutidor, lo que compartía íntegramente con su gemelo era la terquedad, algo que Dylan había dicho con nostalgia y una enorme nota de dolor, que lo habían heredado de su abuela Sophie.
Una mañana en la que Michel intentaba nuevamente que Armand saliese de aquella habitación, se presentó un levramzyk pidiendo ver a Armand, de modo que uno de los que estaba de guardia en la entrada, lo condujo hasta donde todos sabían iban a hallarlo.
Siendo que solo podía haber un motivo para que lo estuviese buscando un levramzyk del Valkinka, Armand se tensó, algo que fue claro como el agua para Michel, quien daría la orden de hacer pasar al individuo.
Michel había tenido sus azules ojos clavados en su hermano, y habiendo sido testigo de cómo había reaccionado Armand en anteriores oportunidades, estaba extrañado, así que prestó una mayor atención al estado de su energía. No era que aquello fuese algo en lo que ninguno de los dos tuviese que esforzarse, porque era algo que notaban aun de forma inconsciente, pero dado lo primero, Michel se aplicó. Sin embargo, un momento después Armand, que había extraído de su bolsillo una libreta y había estado escribiendo una nota, al finalizar, se asomó a la puerta y se la entregó al levramzyk.
Michel tendría ocasión de lamentar haber hecho aquel comentario, porque, si bien conocía y podía ver cualquier cosa que su hermano pensase o sintiese como si se tratase de él mismo, la reacción de Armand fue tan veloz, que no lo vio venir, así que un segundo después, no solo estaba experimentando un fuerte dolor de cabeza y sabía bien a qué obedecía, sino que Armand lo había sujetado estampándolo contra la pared.