La Dinastía (libro 12. Milyk et Vörkessel)

Cap. 06 Lucía

 

Tal y como habían pensado Istvan e Iyul, Lucía había intentado convencer a los ZD de que tenía que salir de allí.

  • Yo estoy dispuesto, alteza – dijo Louis como todos sabían que sucedería – Y no me importa si tengo que despachar a todos estos traidores

Sin embargo, Lucía lo estaba escuchando, pero estaba mirando a Irakli, a Hani y a Istval que tenían una expresión de pena que no le había visto nunca antes.

  • ¿Irakli? – dijo ella – ¿Hani? – pero él también guardó silencio, así que miró en forma peligrosa a Istval – ¡Korsacov!
  • No los necesitamos y…
  • Cierra la boca, Ghislaine

Aquello siempre era análogo a pasar un conmutador, porque si bien Louis no se callaba ni ante Iziaslav, con Lucía era otro asunto y enmudecía de forma automática.

  • Lucía, sabes que todos nosotros estamos dispuestos a dar nuestras vidas por ti, pero por algún motivo que nadie se molestó en explicar, los veldekys piensan que no debes abandonar el Haigala. De modo que, aunque no lo entiendo, si esto amenazaba de alguna manera tu salud o tu vida, vamos a obedecer. Sin embargo, si consideras que estamos faltando a nuestro juramento de lealtad, no moveremos un dedo si decides que debemos pagarlo con nuestras vidas

Dicho esto, dobló una rodilla agachando la cabeza, y todos los demás, con excepción de Louis, claro está, lo imitaron. Lucía era terca, pero no estúpida, y como aquella era una actitud de lo más anti-Istval, y una que no había visto nunca, se detuvo a pensar en los motivos para la misma, solo que de forma inmediata no encontró ninguno. Sin embargo, como la única manera de salir de allí, era efectivamente lastimándolos seriamente, se tranquilizó, aunque eso no significaba que estuviese más contenta.

  • Dejen de hacer el ridículo y pónganse de pie – les ordenó y ellos se apresuraron a obedecer, pues ya era un logro que no los hubiese sacudido, por lo menos – Ghislaine, vete a buscar a Iván

Nadie necesitó decir nada, y, en realidad, no habrían tenido tiempo, porque Louis pensó lo que todos sabían, es decir, que Iván estaba muriendo y no podía ir a ningún lado, así que Lucía captó el pensamiento con total claridad.

  • ¿Muriendo? – preguntó con horror

Los chicos se sintieron brevemente confundidos, porque sabían que cuando alguien despertaba de un largo período de inconsciencia podía encontrarse desorientado, pero Lucía ya tenía mucho tiempo de haber despertado y su inconsciencia no había sido tan prolongada. De manera que, aun suponiendo, como sabían era el caso, no hubiese visto lo sucedido con Iván, en el tiempo que llevaba consciente ya habría clasificado la información y se habría enterado de lo que sucedía y que era la razón para que Iván en principio no estuviese allí, y, además, la conexión que se había establecido entre ella e Iván, era muy fuerte como para que no lo hubiese notado aún.

No obstante, las cosas y como siempre con aquella chica, iban a complicarse, porque había cerrado los ojos y un momento después los abrió.

  • ¡No lo siento! – exclamó
  • Lucía, no sabemos qué les hizo Viorica, pero tanto Iván como Yves están… en estado crítico

En los minutos siguientes, que se les hicieron eternos, por la mente de Lucía pasaron a toda velocidad varias imágenes que cubrían la casi totalidad de su vida.

Aunque durante sus primeros años, las figuras más presentes en su cotidianidad, eran Boris, quien había estado desde siempre, Aleksèi, Istziar y su hermano Istval, Lucía recordó la primera vez que había visto a Iván, si bien en aquel momento no lo había sabido, aquella energía se le había hecho muy familiar, porque ya la había percibido en otra ocasión, aunque no había visto a nadie, y mucho tiempo después, Iván, con mucho asombro, le confirmó que había estado en una ocasión en su habitación, y aunque él pensaba que no lo habían visto, Lucía se burlaría el resto de su vida diciéndole que no era tan bueno si una niña de cuatro o cinco años, lo había percibido en estado de aceleración.

Cuando se trasladaron definitivamente a Illir a raíz de la muerte de Sophie, Iván se convirtió en un referente muy importante en la vida de la gemela, pues era el que nunca se había negado a enseñarle todo aquello que los demás consideraban inconveniente. Lucía le había preguntado en una ocasión, si no temía meterse en problemas por hacer aquello, pero él había respondido que su deber era obedecerla, pues ella era una princesa.

  • ¿Entonces solo me obedeces porque soy una sizviteliani?
  • No, no solo por eso – había puntualizado él – también lo hago, porque encuentro muy difícil negarme a nada que me pida una zhytsanì tan hermosa – agregó con sonrisa pícara

Lucía tenía por entonces unos ocho o nueve años, pero sus mejillas se habían coloreado, y aunque no tenía idea de por qué se sentía de aquella forma, decidió olvidarlo.

  • ¿Y no te da miedo que ymharyk te envíe a prisión?
  • No
  • Pero lo estás desobedeciendo – insistió con la terquedad que exhibiría toda su vida
  • Sí, pero ya aclaré mis motivos y, en cualquier caso, posiblemente mi destino sea morir por ti




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