Yves llegó al otro lado del mundo y Andrew lo estaba esperando con todo lo que tenían acerca de Carlo Reggiano.
De acuerdo a la investigación original, Reggiano era el último descendiente de una familia italiana que había hecho su fortuna inicial en la lucrativa época de la prohibición distribuyendo alcohol. No obstante, esa era una historia que se encontraba a años luz de la real, porque no resistió la investigación que se apresuró a iniciar Haidar. Como sabemos, sus recursos eran ilimitados en materia de investigación digital, de modo que cuando llegaron al momento en el que la información digitalizada desaparecía, el equipo de Lee entró en acción para hacerse con la información de antiguos registros, la sorpresa, aunque en realidad a esas alturas no lo era, fue que no existía ninguna familia Reggiano, o al menos no, ninguna que pudiese vincularse al que los ocupaba.
En este punto el asunto se complicaba, porque encontraron una inusual cantidad de Reggianos que parecían coincidir con el actual, pero todo apuntaba a direcciones tan diversas que carecía por completo de sentido. Sin embargo, aunque Yves estaba de un humor asesino, todos sabían que no cejaría en su empeño y los próximos días serían un infierno para todos, ya que, independientemente de cuántos Carlo Reggiano apareciesen, debían investigarlos a todos y cada uno de ellos.
Por supuesto aquella tarea era aparte de titánica, casi absurda, porque el mencionado individuo sin duda cambió de nombre en más de una ocasión, pero no parecía lo bastante inteligente como para no utilizarlo en reiteradas oportunidades. El asunto era que, si bien parecían bien encaminados, encontrar el punto de partida iba a llevarles mucho tiempo, y entre tanto, aquel infeliz no estaría inactivo.
De lo que también tuvieron que ocuparse con inmediatez, y era algo que requería discreción y velocidad, fue de los infectados. Yves solicitó a Istvan el envío de un contingente mayor de efectivos que en su gran mayoría se haría pasar por médicos, y tendrían la doble ocupación de reunir la información con relación a los nyas, y la de gestionar rápidos traslados para aquellos que pudiesen salvarse, o bien darles una muerte rápida y misericordiosa a aquellos que no, evitándoles con ello un mayor sufrimiento que era lo que sin duda iban a causarles los médicos ikedevs intentando salvarles la vida.
Aparte de lo anterior, otro equipo se ocuparía de evitar que aquello se convirtiese en una falsa pandemia que pusiese de cabeza al mundo y desatase el pánico cuando notasen que nada podían hacer.
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En Riùrik las cosas no estaban mucho mejor, aunque en otros sentidos. Iziaslav había sido puesto al corriente de lo que estaba sucediendo en América, y lógicamente estaba furioso y pidiendo la cabeza del desgraciado.
Iziaslav era terco, pero no estúpido, así que intentó una de las cosas más difíciles para él como era tener paciencia, pues de lo contrario no podría cumplir con lo que se había propuesto en el sentido de mantener al mundo a salvo de sus congéneres más problemáticos.
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Por otra parte, Henri sabía que pronto sería dado de alta, pues no había motivos para seguir reteniéndolo en el Haigala, pero el pobre no sabía qué hacer a continuación y ni siquiera podría pensar con claridad, porque Sofía no se había movido de allí sin importar quién se lo pidiera o hasta se lo ordenara.
Istziar y Jovanka, si bien habían notado desde hacía tiempo la inclinación de Sofía, al inicio, al menos la segunda, había pensado que se trataba de un capricho de su nieta, mientras que Istziar lo que pensaba era que en verdad Sofía quería mucho a Henri y que, siendo tan parecida a su padre, expresaba aquel cariño mortificándolo. Sin embargo, cuando a ambas les quedó claro que el asunto era más serio, sintieron mucho dolor, pues sabían que aquel era un amor imposible siendo Sofía una Saint-Claire.
No obstante, a raíz de los insólitos hechos que se sucedieron, y que demostraron que por algún motivo la sangre Saint-Claire no afectaba a Henri como se suponía debía hacerlo, la preocupación cambió, porque ambas estaban seguras que independientemente de lo que el concejo o el mismo Iziaslav dijese, Sofía no escucharía a nadie.
A título personal, a ellas Henri les parecía alguien inmejorable, pero su desgracia era haber sido transformado por un Lothian, algo que, aunque no era su responsabilidad, el concejo no se mostraría inclinado a aceptar, y por ese mismo camino, nunca darían su consentimiento para un enlace entre ellos.
Henri por su parte, y si bien había aceptado de forma más bien muy traumática lo que sentía por Sofía, parecía mucho más consciente que nadie de su situación, así que, si antes había estado sufriendo sin saber muy bien por qué, ahora estaba sufriendo el doble, porque, aparte de que Sofía no se marchaba y se veía obligado a verla y sentirla tan cerca sin poder tocarla, sabía también que tendría que alejarse y no tenía idea de cómo hacerlo.