La Dinastía (libro 12. Milyk et Vörkessel)

Cap. 20 Las criaturas

 

Cuando Dylan llegó esa noche a Illir, se encontró con una batalla campal en medio del salón. Él no se había enterado de nada, pues se había ido al Pravitel y había estado reunido casi todo el día con Sergei y con Henry, este último muy contento de que lo hubiesen dejado salir por fin del Haigala y deseoso de volver a sus actividades normales, así que se habían pasado todo el día revisando diversos asuntos, especialmente aquellos que Dylan había dejado a medias debido al tiempo que pasó en el Haigala también. De manera que, aunque Yvaylo sí estaba al tanto de lo que estaba sucediendo, no había mencionado nada para no alterar de forma innecesaria a Dylan, porque, en cualquier caso, él no habría podido hacer nada más de lo que se estaba haciendo.

En el momento en el que ellos llegaron, Derek y Lucien se peleaban a gritos, algo de por sí insólito, pues uno de los Saint-Claire con quien mejor se había llevado siempre Lucien, era justamente con él, tal vez por el hecho de haberlo conocido desde que era un niño y uno muy simpático, por cierto, según el mismo Lucien. Iziaslav tenía pésimo aspecto, pero parecía mucho más interesado en la botella que tenía en la mano que en inmiscuirse en el pleito.

No teniendo idea de qué estaba sucediendo, Dylan y como de costumbre, comenzó a sentirse mal y no por Lucien precisamente, ya que estaba perfectamente al tanto de lo fácil que era enfurecer con aquel sujeto, sino por Iziaslav, de manera que se fue derecho a sujetar a Derek.

  • Derek – dijo alejándolo de Lucien – ¿Qué te sucede últimamente? – preguntó con más preocupación que molestia
  • Nada – dijo suavizando el tono – pero Lucien definitivamente ha perdido el juicio

Aquel nunca era un buen comentario, en especial, si el mencionado individuo estaba furioso.

  • ¡¿Yo he perdido el juicio?! – vociferó – ¡No soy yo quien quiere casar a una hija mía con un mal nacido Lothian!

Aquello aclaró el panorama con suficiencia, porque lógicamente Dylan estaba enterado del lío Sofía-Henri, así que no había mucho más que aclarar, salvo aquella venenosa actitud de Lucien.

Como no tenían suficiente, Alexander finalmente había perdido la batalla con Lucía, de modo que la gemela estaba haciendo su escandalosa entrada, lo que como cabía esperar, empeoró mucho el ánimo de Lucien, pero, sorprendentemente, también lo silenciaría por un rato, aunque ahora a quien tendrían que escuchar sería a ella y de forma muy poco agradable.

 

Mientras todo lo anterior estaba sucediendo en Illir, en cuanto Mihály había llegado al castillo donde se encontraba la parejita, Hervè miró a Andro.

  • ¿Crees que tengamos muchos problemas?
  • Podría decir que eso depende de lo que pretendan, pero, siendo que ya dijiste que tienes una orden de aprensión, la respuesta es sí y en cualquier sentido
  • Sé que la sizviteliani los dará, pero me estoy refiriendo a D’Albret
  • ¿Eres estúpido o qué? Ese sujeto es el menos dado a causar problemas, aunque los haya y muchos por su causa, pero no va a resistirse al arresto por injusto que sea
  • Bien, entonces vamos allá
  • Espera – lo detuvo Andro y miró a Mihály – No tengo que preguntar por qué estás aquí, pero si le haces el más mínimo daño a ella, no solo yo voy a hacerte polvo, sino que ahí sí que tendrás todos los problemas del mundo con Henri, sin importar cuántos años puedas tener – le advirtió

Fiel a su costumbre, Mihály no transmitió nada en respuesta, sino que miró a Hervè y comenzaron a avanzar.

Como sabemos, Henri estaba sin duda enamorado, pero seguía siendo el mismo sujeto serio y responsable, de manera que después de haber perdido tan vergonzosamente el control, se había apresurado a cubrir a Sofía, levantándola luego y llevándola a la habitación. La colocó en la cama, la cubrió, y después de contemplarla durante largo rato, en el que las imágenes de la bebita recién nacida y que despertó en él la enorme necesidad de protegerla, fueron sustituidas por las de la revoltosa criatura de trenzas doradas cuya única meta parecía ser la de enloquecerlo; recordó sus primeros pasos, las veces que había estado enferma durante su primera infancia y el terror que él había sentido, pues estaba al tanto que los mydevrigs eran tan vulnerables como un niño ikedev; las muchas veces que apaleó a Andro cuando Sofía sufría cualquier accidente, de los que hubo muchos debido a su inquietud, y los venenosos pleitos que había sostenido con Derek debido a que, a su juicio, aquel infeliz era cualquier cosa menos un padre responsable.

  • ¿Cómo sucedió esto? – murmuró retirando uno de los dorados rizos de la frente de ella

Con un suspiro se alejó y fue a vestirse en forma correcta. Él sabía que estaba en muchos problemas, pero como había pensado antes, ahora solo había una manera de separarlo de ella, y como era una posibilidad bastante real, dio gracias a Dios de por lo menos haber tenido una oportunidad de sentirla suya, aunque solo fuese una vez. Caminó hacia la ventana y su mirada se perdió en la lejanía, pero no había pasado tanto tiempo cuando su mente fue invadida por lo que sucedería a continuación. Como de costumbre, maldijo aquella habilidad que no lo era en lo absoluto, al menos a su juicio, pues casi nunca tenía oportunidad de prepararse, así que apenas estaba pensando qué hacer con Sofía para evitar que se enterase de lo que iba a suceder, cuando llamaron a la puerta, lo que naturalmente hizo que ella despertase.

  • Henri
  • Quédate en la cama – le dijo acercándose e intentando ocultar lo que sabía – Regresaré en cuanto pueda – agregó dándole un suave beso




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