La Dinastía (libro 12. Milyk et Vörkessel)

Cap. 22 Injusto

 

Desde que Iziaslav había contraído matrimonio, sus hábitos habían sufrido algunas variaciones, especialmente el del sueño, de manera que, si bien no era que durmiese mucho más ahora que antes, por lo menos intentaba hacerlo a las horas usuales para todo el mundo. En el pasado, él solía pasarse casi toda la noche despierto bien fuese en interminables partidas de ajedrez con Janos, y eventualmente con alguno de sus viejos compañeros como Milorad, Anatoly o Aritz, porque cuando por cualquier motivo, quienes se presentaban eran Kireg o Darko, en la mayoría de los casos terminaban apaleados, el primero por hablador y el segundo por anárquico.

Otra cosa que hacía parte de su ritual nocturno, eran las visitas de Istvan para rendir sus informes, o simplemente para conversar acerca de diversas cosas que estuviesen sucediendo, pues él había sido durante muchísimo tiempo, el enlace entre Iziaslav y el mundo exterior, ya que no abandonaba Illir. Por todo lo anterior, Iziaslav solía acostarse un rato casi a la salida del sol.

Cuando los aykeris fueron a vivir a Illir, y si bien seguía con sus costumbres nocturnas, estas no se extendían más allá de las dos o tres de la mañana, momento en que se retiraba a sus habitaciones con la intención de descansar un rato y poder estar presente a la hora del desayuno que había comenzado a compartir con los pequeños príncipes.

Cuando los aykeris habían permanecido en entrenamiento con los svetsniks, volvió a sus antiguas costumbres, pero cuando estuvieron de vuelta, las cosas comenzaron a complicarse y a veces dormía y otras no, corriendo siempre de un lugar a otro y dependiendo de dónde estuvieran sus inquietos descendientes.

Finalmente, cuando se casó y como se dijo, había comenzado una rutina más normal, pero siempre se levantaba antes de que saliese el sol independientemente de a qué hora terminase durmiéndose. No obstante, al día siguiente del lío con Lucien y Lucía, él mismo se extrañó de que al despertar hubiese tanta claridad. Aun así, como Mia tenía un brazo sobre su pecho, se quedó en la cama repasando los últimos acontecimientos, y el mencionado repaso comenzó por sus hijos, como siempre a lo largo de las últimas centurias.

Iyul no había estado presente el día anterior, pues había ido con Kyv al macizo de Altái, un compromiso que su hijo tenía con su esposa desde que se habían casado como le había dicho Iyul, pero en aquel momento Iyul no lo preocupaba, pues el chico finalmente había decidido darse la oportunidad de ser feliz y aparentemente lo estaba logrando.

Pasó a Lucien quien había sido, era, y todo indicaba que seguiría siendo su mayor fuente de preocupación, y se sintió frustrado. Él amaba a su vástago de manera irracional, y toda la vida había buscado diversas excusas para el comportamiento de éste, pero en el fondo sabía que, por una parte, Lucien había heredado la fragilidad mental de Gianna, así que él vivía aterrorizado ante la posibilidad de que cualquier cosa lo hiciese colapsar como ya había sucedido en algunas ocasiones, y aunque podía sentirse afortunado por el hecho de que Lucien, y a diferencia de su madre, solo hubiese intentado asesinarlo una vez, casi habría preferido que sus crisis estuviesen dirigidas a él, y no que las mismas a quien dañase fuese al mismo Lucien. Por otra parte, le preocupaba mucho que, aunque no siempre, en ocasiones las desproporcionadas reacciones de Lucien condujesen al desastre a otras personas, como sucedió con Massarik, por ejemplo.

No era que Iziaslav pensase que Massarik no había merecido morir, pero no de la manera que lo había hecho, y aunque todos ellos eran guerreros salvajes y sanguinarios, había quedado ampliamente demostrado, que Lucien se llevaba el oro en aquella materia y eso en realidad lo habría preocupado poco, pues Mikha no había sido mucho mejor, el asunto era que mientras para Mikha aquello era lo natural, Lucien tenía la tendencia a sentirse miserable, aunque no lo reconociese ni bajo tortura, pues él, a diferencia de Mikha, había absorbido tanto de su madre como de su hermano Andrei, aquellas ideas de respeto por la vida que habían hecho miserable al segundo y habían contribuido al colapso final de Gianna al verse en medio de un mundo y de unos sujetos incapaces de respetar la vida de sus semejantes o de su entorno.

Iziaslav había hecho su mejor esfuerzo por entender a su hijo, lo que no sabía era cómo ayudarlo, porque Lucien era orgulloso, terco, arrogante y un largo etcétera de características que lo ponían por encima y fuera del alcance de cualquiera. Su inteligencia era indiscutible, su capacidad de organización y estrategia, envidiables, y de haber continuado como iban, es decir, sin una maldición de por medio, era altamente posible que Lucien se hubiese convertido en el más poderoso y peligroso de todos los Hlavarys devlianos, consolidando el imperio que sus antepasados habían soñado.

Sin embargo, habían tenido que cargar con aquella maldición, y esta, si bien los había hecho entender y concientizar todas sus atrocidades, y al menos en el caso de los Yaroslávich, comprometerse a reparar en lo posible el daño que habían causado, y a evitar otros mayores, Lucien se había comprometido con aquello más allá que cualquiera, porque si bien no iba por ahí promocionando lo que hacía y, de hecho, le habría cortado la lengua sin remordimiento a quien lo hiciese, al menos quien interesaba y lógicamente Iziaslav estaba entre ellos, sí estaban perfectamente al tanto de todo aquello en lo que Lucien estaba involucrado de una manera o de otra, y que iban desde las populares obras orientadas a la ayuda humanitaria a gran escala, hasta cosas más pequeñas y puntuales como la de visitar a niños enfermos y llevar algún consuelo a quienes padecían males por los que nada podían hacer. De manera que Iziaslav sabía que, aunque Lucien había hecho hasta lo imposible por no involucrarse a nivel personal con nadie hasta que Dylan apareció en sus vidas, en verdad sufría a nivel general por los horrores de un mundo que veía derrumbarse ante sus ojos. Hasta allí, y aunque podía entenderlo por todo lo antes explicado, lo que más lo preocupaba era esa otra faceta de Lucien que involucraba la violencia extrema, porque cuando la locura le ganaba a todo lo demás, y su ira estaba dirigida a alguien en particular, y sin importar si tenía razón o no, pues la única opinión que le importaba era la suya, ese alguien estaba irremediablemente sentenciado, y más tarde o más temprano, terminaría como Massarik, o peor.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.