La Dinastía (libro 12. Milyk et Vörkessel)

Cap. 38 Situaciones

 

Aunque todos habían corrido tras Lucía, cuando llegaron a Illir, ella se encerró en su habitación sin querer dejar entrar a nadie. Alexander se preocupó, porque habitualmente él podía enterarse de todo lo que pasaba por aquella cabeza, pero si bien estaba sintiendo la ira de su hermana, no sabía a qué obedecía y era la primera vez que le sucedía aquello. Sin embargo, se aplicó a tranquilizar a Dylan y a Derek, pero, aunque Derek decidió ir a ver cómo estaban Sofía y Henri, Alex tuvo que quedarse con Dylan.

Iziaslav fue a ver a Mia, pero en cuanto Milorad recibió el aviso de que Lucien estaba recuperando el conocimiento, volvieron al hospital y llegaron justo cuando Lucien acababa de darle un puñetazo a Aleksèi para levantarse.

A pesar de que Lucien no necesitaba utilizar la violencia para marcharse de cualquier lugar en el que no quisiera estar, como ya lo había demostrado en otras ocasiones, por mucho que lo negase o le molestase, él era hijo de su padre y reaccionaba del mismo modo cuando era contrariado.

Iziaslav se había movido con rapidez sujetándolo y empujándolo contra la cama.

  • Tranquilízate Lucien

Al ver a Iziaslav, los recuerdos comenzaron a encajar con inmediatez en la memoria de Lucien, de modo que sus ojos enrojecieron haciendo que Iziaslav lo sujetase con mayor fuerza.

  • Lo hiciste – dijo en tono helado y acusador

Iziaslav lo miró con extrañeza al igual que lo estaban haciendo Milorad y Aleksèi, porque en realidad, Iziaslav no había hecho nada, pero pronto se iban a enterar de lo que estaba pasando por aquella cabeza.

  • Diste tu autorización para que se efectuase esa boda – agregó
  • Lucien, en principio mis decisiones no están sujetas a discusión, pero…
  • ¡Claro! – lo interrumpió él – Y el único, pero – acentuó – es que no tienes idea de lo que estás haciendo, como no la has tenido nunca cuando hay una mujer de por medio

Aunque Milorad y Aleksèi pensaron que no debían estar escuchando aquella conversación, y tuvieron la intención de abandonar la habitación, quedarían paralizados a continuación al escuchar a Lucien.

  • ¿Dime cómo harás ahora para impedir que el traidor de Sesviatsky intente casarse con Lucía?

Iziaslav elevó las cejas con auténtica sorpresa, pero si la suya era mucha, no había punto de comparación con la que estaban experimentando Milorad y Aleksèi, pues a diferencia de él, y del mismo Lucien, al parecer, ellos ya habían escuchado lo que Iliar y Radek sostenían con relación al interés de Iván en la problemática señorita Juliet.

Iziaslav por su parte, si bien no superaba la sorpresa, volvería a preguntarse qué le sucedía a su hijo, porque suponiendo que lo que estaba diciendo tuviese alguna base real, él particularmente no veía cuál era el problema, porque Iván no solo pertenecía a una casta que para su raza era análoga a la nobleza occidental, sino que, además, lo era por derecho de sangre habiendo sido hijo de una princesa, y para finalizar, no estaba en la misma situación de Henri, pues él era un Yaroslávich y no uno cualquiera, sino uno que ostentaba una lato rango y posición en su clan.

Si bien Iziaslav no había tenido hijas, y era muy improbable que él se hubiese portado como sus antepasados, es decir, utilizando a sus hijas para forjar alianzas o para intercambiar prisioneros, lo que sí le habría parecido inmejorable, habría sido casarlas con sus propios levjaners, así que todo aquello no tenía ningún sentido para él.

Todo lo anterior, pasó a toda velocidad por su cabeza, pero como Lucien seguía gritándole insensateces, o al menos lo eran para él, volvió al presente y lo sacudió.

  • ¡Lucien! Deja de gritar y escucha. Por empezar, no sé por qué piensas como lo estás haciendo, pero suponiendo que fuese así…
  • ¡Es así! Y en este momento, esos dos deben estar…
  • Lucía está en Illir, porque después que la atacaste…
  • ¡¿Qué?!

Fue obvio para todos que Lucien no era consciente de aquello, pero Iziaslav cometió el error de soltarlo para frotarse la frente, momento que aprovechó Lucien para salir disparado, de modo que tuvieron que darse mucha prisa para seguirlo.

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Después que Lucía se había encerrado en su habitación, y como se dijo, no quería ver ni hablar con nadie, y aunque Alexander habría podido forzar la entrada, prefirió darle algo de espacio para que se tranquilizase y se dedicó a equilibrar a Dylan quién lógicamente estaba muy angustiado.

Al llegar, Lucía había comenzado a pasearse por la habitación, pero después de un rato se sentó y comenzó a tranquilizarse, lo que le permitió pensar con calma.

Lo primero que se preguntó, fue por qué estaba tan furiosa, pues ciertamente no era su problema si Iván había perdido su orgullosa y arrogante cabeza por Juliet. Sin embargo, una odiosa vocecita en su cabeza que, por cierto, se parecía mucho a de Louis, le estaba dando una respuesta que no le gustaba: Estás furiosa, porque él te rechazó a ti.




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