Iván, Iliar y Radek partieron rumbo a la sede del Arkel en Italia, pero mientras Iliar y Radek se fueron derechos al despacho de Domenico, Iván se rezagó, porque, aunque era improbable que Yves aun estuviese allí, igual quiso hacer la comprobación. Iliar entró como de costumbre sin anunciarse y no era que ningún levramzyk fuese a ponerse en la posición de atravesarse en su camino.
Domenico conocía poco a Radek, pues él no era un primigenio, y aparte del tiempo que Radek estuvo ausente, cuando regresó, no era que fuese por ahí haciendo relaciones sociales, algo que en cualquier caso se le daba muy mal, de modo que lo único que Domenico sabía de él, era lo antipático y peligroso que era, así que, a pesar de que se suponía que no representaba un peligro para ellos, siendo como era, al menos para él, un desconocido y por efectos de la práctica, se protegió adecuadamente.
En el caso de Radek y, aunque se relacionó poco, lo que no sabía de aquellos miembros de su raza a los que no conocía y que no averiguó por sus propios medios, le fue informado por Yves, y lo que sabía de Domenico era que todos lo llamaban el Istval italiano, pero lo que no sabía, era si compartía con el aykeri su habilidad, de modo que, si era así, igual tenía otras formas de quebrar su resistencia si se ponía creativo.
Independientemente de las intenciones de cada uno, en ese momento hizo su entrada Iván, de manera que, aunque Domenico hubiese querido ocultar algo y no era así, sabía que con Iván no había caso.
Como ciertamente Iván no necesitaba de un permiso para hurgar en cualquier cabeza, ya lo estaba haciendo desde que había entrado, al igual que Radek quien no había necesitado forzar nada, pues Domenico, y al ver a Iván, había dejado de protegerse para no terminar con un molesto dolor de cabeza.
Domenico se llevaba muy bien con el aykeri, pero no por eso le gustaba que aquel infeliz lo llamase pequeño Istval, pero, aunque protestara y no volvería a hacerlo, Radek en ningún caso lo llamaría de otra manera.
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En Illir era ya muy tarde cuando Lucía sintió la presencia de su hermano y se giró.
Aunque ella no había tenido intenciones de aclarar nada con relación a su disgusto con Iván, un momento después estaba contándole todo a Alexander y se preparó para escuchar, o bien un largo discurso acerca de su insensatez, o que Alex se alterase mucho y le dijese que había perdido el juicio. Sin embargo, Alexander la escuchó en serena calma y no dio muestras de ninguna emoción buena o mala.
Lucía aun discutiría por un largo rato más, pero Alexander se empeñó lo mismo en sacarla de su error, pues él sí estaba positivamente seguro de que lo era.