La Dinastía (libro 12. Milyk et Vörkessel)

Cap. 40 Planes

 

Como Yvaylo no había olvidado lo que le había dicho Dylan, a primera hora fue a buscar a Alexander.

  • Alex
  • ¿Sí?
  • ¿Puedes por favor acompañarme un momento?

Alexander lo miró con extrañeza, pero fue con él sin hacer preguntas, y un minuto después entraban al despacho de Dylan.

  • ¿Qué sucede? – preguntó al ver que Dylan no estaba allí
  • El Rybik quiere hablar contigo
  • Bien, pero no está aquí y…

Se detuvo al percibir la energía de su padre que se acercaba, de modo que guardó silenció mientras Yvaylo abandonaba el despecho.

  • Te está esperando – le dijo a Dylan
  • Gracias Yvaylo

El levjaner asintió mientras lo veía entrar y se preguntó qué estaba sucediendo, pues no era justamente Alex quien iba a negarse a un llamado de su padre. Entre tanto, Alexander había estado planteándose más o menos lo mismo, aunque a él lo que le extrañaba era que estando en el mismo lugar, no hubiese sido el mismo Dylan quien le dijese que quería hablarle. Obviamente Alexander no era consciente de que no se veían desde el día que Lucía había irrumpido en la reunión que sostenían con Iziaslav.

  • Papá, ¿sucede algo?
  • Eso quiero saber – le dijo indicándole que se sentase y él obedeció
  • Pues… fuera de lo que acabamos de…
  • Alex, es posible que pienses que no soy muy hábil en muchas áreas, pero…
  • ¡Yo no pienso eso, padre!
  • … sigo siendo justamente eso – dijo sin detenerse por la interrupción – es decir, tu padre. Así que sé cuando te sucede algo, y aunque no quiero sonar como uno perseguidor…
  • Detente papá – lo interrumpió de nuevo – Primero que nada, quiero que sepas, que para mí eres el mejor padre del mundo, y seguidamente que sí, sucede algo y no tenía intenciones de ocultártelo, solo que no había tenido ocasión de decírtelo, porque entre otras cosas es muy reciente – tomó aire y una sonrisa se dibujó en sus labios – Estoy enamorado, papá, y no es una cuestión pasajera, en verdad amo a una mujer y quiero pasar el resto de mi vida a su lado

Alexander era en todo punto y medida la personificación de los buenos modales y de la ecuanimidad, pero aquel individuo era sin duda hijo de su madre, porque, aunque era un excelente diplomático, en asuntos personales no se andaba por las ramas, sino que iba directo al punto en una forma tan directa como aplastante. De modo que, en los escasos minutos anteriores, Dylan había sido lanzado a un carrusel de emociones, primero al escucharlo decir que lo consideraba un buen padre, segundo al escucharlo afirmar su amor por él, y tercero, no solo al escucharlo, sino al percibir con claridad meridiana, la honestidad de los sentimientos que acababa de expresar.

Por todo lo anterior, y aunque ciertamente se podían decir muchas cosas de Alexander, pero que era un niño no era una de ellas, aunque pareciese muy joven, independientemente de cuánto tiempo vivan unos padres, para ellos sus hijos siempre serán los niños que posiblemente dejaron de ser muchos años atrás, así que los ojos de Dylan repentinamente se llenaron de lágrimas.

En otras circunstancias, Alex se habría alarmado, pero teniendo en cuenta lo que acababa de informarle, entendió la emotiva reacción que, además se estaba materializando en un apretadísimo abrazo.

Afortunadamente, Dylan no se planteó que hubiese ningún problema a pesar de que hacía muchos años atrás, Alex y él habían tenido una conversación que lo había dejado preocupado, pues fue una donde Alex le planteó su aprensión con respecto a las chicas por el daño que podía hacerles siendo quien era. Sin embargo, cabría suponer que, por la evidente felicidad de Alex, aquel no era un obstáculo.

  • ¿Y quién es la feliz afortunada, hijo?
  • La duquesa Debreczeni

Dylan elevó las cejas y un segundo después estaba insultándose en todos los tonos, pues por su cabeza desfilaron una serie de imágenes y situaciones donde la protagonista era la pequeña duquesa, pero como Alex nunca pareció interesado y más bien lucía casi molesto cuando él hacía alguna velada insinuación con respeto al interés de Vajda, no había prestado mayor atención. No obstante, también tendría ocasión de mortificarse, pues recordó lo problemática que era aquella criatura.

  • Yo sé todo eso, papá – dijo Alex que había estado siguiendo los alocados pensamientos de Dylan – Pero supongo que no habría sido juicioso esperar que yo me enamorase de alguien muy diferente…
  • A tu madre – completo Dylan al notar que él se había detenido
  • Lo siento, papá, no quise…
  • Descuida hijo – pero como Alexander seguía teniendo expresión de pena, agregó – Sabemos que la amé, la amo y siempre la amaré, y sería estúpido de mi parte negar que me sigue doliendo su ausencia como el primer día, pero eso no puede y no es un obstáculo para que me sienta feliz por ti, hijo




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.