Como Yvaylo no había olvidado lo que le había dicho Dylan, a primera hora fue a buscar a Alexander.
Alexander lo miró con extrañeza, pero fue con él sin hacer preguntas, y un minuto después entraban al despacho de Dylan.
Se detuvo al percibir la energía de su padre que se acercaba, de modo que guardó silenció mientras Yvaylo abandonaba el despecho.
El levjaner asintió mientras lo veía entrar y se preguntó qué estaba sucediendo, pues no era justamente Alex quien iba a negarse a un llamado de su padre. Entre tanto, Alexander había estado planteándose más o menos lo mismo, aunque a él lo que le extrañaba era que estando en el mismo lugar, no hubiese sido el mismo Dylan quien le dijese que quería hablarle. Obviamente Alexander no era consciente de que no se veían desde el día que Lucía había irrumpido en la reunión que sostenían con Iziaslav.
Alexander era en todo punto y medida la personificación de los buenos modales y de la ecuanimidad, pero aquel individuo era sin duda hijo de su madre, porque, aunque era un excelente diplomático, en asuntos personales no se andaba por las ramas, sino que iba directo al punto en una forma tan directa como aplastante. De modo que, en los escasos minutos anteriores, Dylan había sido lanzado a un carrusel de emociones, primero al escucharlo decir que lo consideraba un buen padre, segundo al escucharlo afirmar su amor por él, y tercero, no solo al escucharlo, sino al percibir con claridad meridiana, la honestidad de los sentimientos que acababa de expresar.
Por todo lo anterior, y aunque ciertamente se podían decir muchas cosas de Alexander, pero que era un niño no era una de ellas, aunque pareciese muy joven, independientemente de cuánto tiempo vivan unos padres, para ellos sus hijos siempre serán los niños que posiblemente dejaron de ser muchos años atrás, así que los ojos de Dylan repentinamente se llenaron de lágrimas.
En otras circunstancias, Alex se habría alarmado, pero teniendo en cuenta lo que acababa de informarle, entendió la emotiva reacción que, además se estaba materializando en un apretadísimo abrazo.
Afortunadamente, Dylan no se planteó que hubiese ningún problema a pesar de que hacía muchos años atrás, Alex y él habían tenido una conversación que lo había dejado preocupado, pues fue una donde Alex le planteó su aprensión con respecto a las chicas por el daño que podía hacerles siendo quien era. Sin embargo, cabría suponer que, por la evidente felicidad de Alex, aquel no era un obstáculo.
Dylan elevó las cejas y un segundo después estaba insultándose en todos los tonos, pues por su cabeza desfilaron una serie de imágenes y situaciones donde la protagonista era la pequeña duquesa, pero como Alex nunca pareció interesado y más bien lucía casi molesto cuando él hacía alguna velada insinuación con respeto al interés de Vajda, no había prestado mayor atención. No obstante, también tendría ocasión de mortificarse, pues recordó lo problemática que era aquella criatura.