Cap. 49 Lejos de casa
Después que Lucien había verificado que a Dylan en realidad no le había sucedido nada, y cuál era el origen de su alteración, regresó a donde estaba e iba despotricando mentalmente de las Saint-Claire, pero pareció decidir que todas eran igualmente molestas, de manera que, antes de entrar a su departamento se detuvo girándose hacia quienes sabía estaban allí.
Itlar miró a Narek y este partió a toda prisa. Efectivamente, cuando Lucien había comenzado a sentir la alteración de Dylan, había estado con una chica y, en realidad, acababan de llegar al departamento de ella, de modo que cuando se marchó, Itlar igual había ordenado dejarla sin sentido y ya luego se ocuparía de ella una vez que se enterase qué estaba sucediendo. De manera que fue por eso que envió a Narek a encargarse de la orden de Lucien.
Aquella noche Lucien se bebería una indecente cantidad de botellas de Arak, se acostó casi al amanecer y dormiría poco y mal, con la resultante de levantarse de un humor catastrófico.
A pesar de que Lucien había abandonado el hogar paterno desde hacía una incontable cantidad de años, con la aparición de Dylan, y aunque no de manera inmediata, Lucien había ido regresando y hasta sus relaciones con Iziaslav habían mejorado muchísimo.
Otra cosa que sabían solo los primigenios o los itslievs, y una de las muchas cosas por las que se habían alegrado de su regreso, era que Lucien siempre había disfrutado mucho de las festividades tanto de Evesbriel como de Ivanie, aunque nadie lo creyese por la forma en la que solía expresarse de ellas y su opinión de que hacía tiempo que debían haber suspendido aquel circo.
Si bien los niños devlianos participan activamente de las Evesbriel, pues era una celebración en la que participaban todos los miembros de la tribu, a las Ivanie solo podían asistir una vez que habían efectuado su Erwedais, pero hacía algunos años, y en oportunidad de una Ivanie precisamente, Kireg le había contado a su nieto, que Lucien, y para sorpresa de nadie en realidad, se las había arreglado para colarse en una Ivanie cuando tenía alrededor de seis años, pues el muchachito aquel y con la terquedad que lo caracterizaba, encontró que era injusto que Mikha y Andrei pudiesen ir y él no. Aquella sería la primera vez que al menos los levjaners, que fueron los que estuvieron presentes, escuchaban que Iziaslav gritaba a su hijo menor, pues hasta la fecha, todas las fechorías de Lucien, o bien le causaban gracia, o no las encontraba demasiado graves. Sin embargo, aquel niño podría haber negado cualquier cosa en la vida menos su sangre, porque, aun cuando vieron que tenía lágrimas en sus verdes ojitos, debido posiblemente, a que su padre nunca le había hablado de aquel modo, él no se quedaría callado y comenzaría a gritarlo también, reclamando su hipotético derecho a hacer lo que se le viniera en gana por ser quien era. Si bien lograron superar aquello sin que Iziaslav apalease a su retoño y no porque no tuviese ganas de hacerlo, sino por lo que ya sabemos de su terror a ser él quien lo matase, aquel pareció el punto de partida para que Lucien comenzase a dar verdaderos dolores de cabeza a todo el mundo, pues menos de un año después se sucedió su incursión en la batalla en la que mató a su primer enemigo y a casi todo el mundo cuando se enteraron de la hazaña, pero de ahí en más, a todos les quedó claro que aquel individuo iba a matarlos a todos de un modo o de otro.
Itlar había recordado lo anterior al verlo de aquel humor, mismo que sabía era porque no asistiría a la Evesbriel, y si no lo hacía era por dos pequeñísimos detalles, su soberbia, y su descomunal terquedad. Así que tanto él, como los chicos de la guardia, se prepararon para tener un pésimo día.
Una vez que Lucien se bañó, estaba mirando su guardarropa con la habitual expresión de indecisión cuando Ayla apareció a su lado. Itlar que estaba en la terraza, se volvió con rapidez al escucharlo reír, pues aparte de que Lucien estaba solo, desde hacía algunos días que era poco habitual ni siquiera verlo sonreír, ya no digamos una carcajada como la que había escuchado y prestó atención.
Aquello obedecía a que Ayla se había acercado a él con una zapatilla deportiva, de modo que Lucien decidió complacer a su kayrit colocándose la ropa apropiada, y cuando abandonó la habitación, se dirigió hacia la puerta del departamento.
Itlar meneó la cabeza y pensó que, aunque varios de sus conocidos tenían un kayrit, aquella estúpida manía de hablar con ellos, o decir que los bichos decían o pensaban algo, solo la tenían Yvaylo y Lucien. Como sabemos, los kayrit, y aunque originalmente no era así, se habían convertido en seres tan sobrenaturales como ellos, y solo había dos formas de hacerse con uno: la primera, que el bicho en cuestión escogiera a un dueño, y la segunda, que los niños, siendo muy pequeños aun, escogiesen un cachorro de la última camada que hubiese nacido recientemente, aunque esto último solo aplicaba a los hijos de los Hlavarys y de los levjaners, pues la primera fórmula era en extremo extraña y al menos Itlar, sabía de poquísimos casos.