La Dinastía (libro 12. Milyk et Vörkessel)

Cap. 51 Cambios

 

El desayuno se estaba efectuando en medio de una alegre charla general, pero mientras casi todos estaban participando en la misma, Istvan solo los miraba mientras pensaba en lo mucho que habían cambiado las cosas, porque por empezar, antes aquel evento se llevaba a cabo con mucha más austeridad y seriedad, pues casi era una reunión política disfrazada, misma en la que los covetniks aprovechaban para tratar diversos asuntos más o menos importantes debido a que Iziaslav solía estar de buen humor por esos días. Otra variante, era que no asistía ninguna mujer, mientras que ahora había varias comenzando por la soberana que no habían tenido hasta fecha reciente, estaban, además, Kýevska, todas las Saint-Claire, Jovanka, Ilian, Vajda y Amaranta.

Paseó la vista alrededor y notó que todos parecían felices, con excepción de Dylan que solo fingía estarlo, pero detuvo su vista en Iván. Un momento antes y cuando se dirigían a sus puestos, Iliar e Iván hicieron acto de presencia, pero después del apresurado saludo a los príncipes, Iván clavó sus ojos en él, y no le supuso a Istvan un gran esfuerzo enterarse de la razón, y no era otra, sino que él le había ofrecido su brazo a Juliet para conducirla hasta su lugar.

No obstante, independientemente de lo que Iván hubiese estado pensando, lo que no podría sería hacer o decir nada, porque Juliet lo había soltado y había corrido hacia el levjaner. A pesar de lo anterior, y aunque Istvan asumía que la chica estaba muy contenta de ver a Iván, parecía que se había equivocado, porque casi desde ese momento y hasta el presente, lo que parecía era discutir con él, y aun cuando no le habría costado enterarse de lo que decía, Istvan era demasiado discreto como para eso, algo que no sucedía con su gemelo que estaba disfrutando en forma grosera del aprieto en el que parecía estar el levjaner, algo de lo que Istvan se enteró sin proponérselo porque el acceso a los pensamientos de su desquiciado hermano era algo que no podía evitar y que siempre le producían preocupación, o el deseo de apalearlo, pero nada podía hacer.

En efecto Iván no lo estaba pasando nada bien y estaba seguro que lo que estaba comiendo iba a caerle muy mal, porque Juliet no había dejado de reclamarle su ausencia, pero finalmente él pareció cansarse de aquella letanía que incluía entre otras muchas cosas, algo que él no había hecho nunca, como era el molestarse en avisar nada como ella estaba diciendo.

  • Señorita Juliet – la interrumpió y ella elevó las cejas
  • De modo que ya puedes hablar
  • No es que no pueda, sino que usted no deja que nadie lo haga
  • Bien, entonces comienza por decirme…
  • No tengo que decirle nada – puntualizó – Mi padre, es aquel sujeto – dijo señalando a Darko que se sentaba al lado de Lucía – y ni siquiera a él le he dado explicaciones nunca, así que deje de reclamar algo que no sucederá

Aunque lógicamente Iván había protegido aquella conversación, o más bien, la catarata de reclamos de Juliet, casi la mitad de los presentes eran Saint-Claire por alguna parte, y los que no, como eran los casos de Istval, Irakli, Yves y Henri, que compartían con él la habilidad, era perfectamente inútil la precaución, aunque no todos eran unos entrometidos, pero los que sí, dejaron de fingir no estar escuchando y giraron sus cabezas hacia ellos.

  • Pues eres muy desconsiderado, y siendo así, me marcho – dijo intentando ponerse de pie, pero él la detuvo
  • No, no puede hacer eso
  • ¿Por qué? No puedes obligarme a estar en…
  • De poder, puedo, pero no es por eso, sino porque nadie se marcha de un lugar en el que está el soberano sin la autorización de éste y usted no la tiene
  • No estamos en el siglo pasado, hombre
  • No, pero eso carece de importancia, porque no puede marcharse lo mismo

Yves, que lógicamente estaba dentro del grupo de los entrometidos, pensó que por muy enamorado que estuviese aquel sujeto, ninguna chica iba a hacer con él lo que se le antojase, como parecía el caso Iziaslav, o al menos lo era en la opinión de Lucien.

Sin embargo, y aunque Yves podía llevar razón, lo que sí podía hacer Juliet, era hacer sentir miserable a Iván y sería justamente lo que sucedería a continuación.

  • Primero, me llevan detenida por encontrarte, después me persiguió la prensa por el mismo asunto, seguidamente unos mal nacidos casi me matan también por eso, y por último me transformas en algo con lo que no tengo ni idea de cómo lidiar, y encima, me dejas por ahí tirada sin preocuparte de si estoy bien o mal

Todo aquel discurso era muy injusto y provocó varios sentimientos en Iván. Por una parte, una ira inmanejable con quien fuese que había detenido a Juliet, y aunque realmente no había estado presa, sino que el comisario había llevado a la estación a todos los chicos hasta que sus padres fuesen por ellos debido a que estaban donde no debían y no por haberlo encontrado como había dicho Juliet, como él no sabía más que lo que ella acababa de decir, podían ser muy malas noticias para los desdichados policías. Del mismo modo, ya se estaba planteando averiguar quién había sido el periodista que la había perseguido, otro error sin duda, pues el fulano a quien perseguía era a Radek y a él mismo, pero como él no estaba muy al tanto de eso, pues aquellos habían sido unos días caóticos, tampoco pintaba bien el panorama para el susodicho si alguien no le aclaraba las cosas a Iván. Con relación a los secuestradores, ya se habían encargado de ellos y al menos esa cuenta estaba saldada, pero por lo que no podía hacer nada, era por su transformación, y aunque no la había hecho él justamente, sí había sido por orden suya y sería lo que lo haría sentir miserable.




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