La Dinastía (libro 12. Milyk et Vörkessel)

Cap. 60 Situaciones incómodas

 

Los ZD podían socializar y disfrutar de la velada, si querían, pero esos individuos al igual que otros como Domenico o Yves, preferían pasar desapercibidos para enterarse de cualquier cosa les importase o no. En el caso de los ZD, habitualmente estaban pendientes de aquellos que, como Harsady o Hossa, siempre andaban metidos en algún lío, o como Dessart o Rastell que eran unos intrigantes políticos. Yves se ocupaba de cualquiera que por cualquier motivo él considerase sospechoso así se lo pareciese o no a alguien más; y Domenico tenía un pleito casado y eterno con los miembros del clan Savaresce que, o bien habían sido secuaces de Giorgio, o habían hecho méritos propios para agenciarse la atención de Domenico.

El área de mayor influencia de Domenico era más bien reducida si se tiene en cuenta lo grande que es el mundo, pero siendo que en las penínsulas itálica e ibérica había una enorme concentración de devrigs del tipo problemático, él al igual que Edin en Francia y por el mismo motivo, no solían alejarse mucho de esos predios y conocían casi de memoria a todos los devrigs registrados en su área, fueran o no criminales, porque también era parte de sus obligaciones, prestarle asistencia a cualquier devrig que la requiriese con independencia del motivo. Por lo anterior, Domenico se acercó con sigilo a Gino Forcella que en aquel momento conversaba con quien se había vuelto su inseparable compañero, es decir, Norman Jensen.

No era que Domenico pensase que andaban en algo ilícito, porque él conocía las actividades de Gino, pero no las consideraba un problema y de hecho, Istvan lo había aporreado cuando dijo que lo que hacía el bambino de Gianfranco no era realmente ilegal, pues si había personas, fuesen ikedevs o devrigs, dispuestas a pagar por las falsificaciones de Gino, y desde luego sabían que lo eran debido a que los originales se encontraban en lugares de donde nunca saldrían, entonces el chico no estaba haciendo nada mal.

El asunto era que, estuviese equivocado o no, y él pensaba que no lo estaba, se llevaba bastante bien con Gino, pero siendo que Domenico no podía dejar de fastidiar a nadie por bien que se llevase con el individuo en cuestión, no sería diferente en aquella ocasión.

  • Buonasera bambino – saludó apareciendo casi encima de ellos
  • ¡Demonios! – exclamó Norman que aún no se acostumbra a aquellas repentinas apariciones
  • Sin duda es uno, o al menos eso dice su izbretel – dijo Domenico en su eterno tono burlón
  • Discúlpalo Norman, este infeliz no está bien de la cabeza
  • Eres muy desagradecido, bambino
  • ¿Y qué tendría que agradecer? ¿Qué vayas por ahí intentando causarle un infarto a todo el mundo?
  • No, lo que debes agradecer es que pierda mi tiempo defendiendo tu criminal cabeza
  • ¡No he hecho nada!
  • Deja de gritar, signorina – dijo con malevolencia y luego lo miró con atención, lo que hizo que Gino juntase las cejas
  • ¿Qué?
  • Siempre creí que te gustaban las chicas, pero… parece que me equivoqué y ahora tienes una nueva… ¿pareja? – finalizó mirando a Norman

Si Gino que quería golpear a Domenico, Norman parecía quererlo el doble, la diferencia entre él y Gino, era que este sabía que no solo sería una pérdida de tiempo, sino que eso lo conduciría en forma inmediata a Zatvor. Y aun había otro motivo del que Norman no tenía ni idea, y que Gino recordó a tiempo, y era que Domenico era de la clase que no era feliz si no estaba mortificando a alguien.

  • No vale la pena que le prestes atención como ya te había dicho Norman, porque aparte de lo anterior…
  • Scusi, bambino

Como aquello solo lo había escuchado Gino, Norman había elevado las cejas y luego las había juntado con disgusto.

  • ¿Qué le sucede a ese sujeto? ¿Decidió ir a fastidiar a alguien más?
  • Sin duda – contestó Gino en forma distraída

Sin embargo, Gino estaba bastante seguro que si Domenico se había marchado de aquel modo, era porque había detectado algún problema, de modo que decidió mantenerse alerta, pues, después de todo, Norman era un nya y ni lo habría percibido, ni estaba preparado para hacerle frente a un posible problema como los que se suscitaban con los miembros de su raza.

Gino estaba acertado, porque a pesar de que no estaban precisamente cerca de la pista de baile, los ojos de Domenico eran tan inquietos como el resto de su persona, así que mientras mortificaba a Gino, registraban el entorno y vio a la problemática Condesa de Arezzio acercarse a Dylan.

Lucrecia Friuli, condesa de Arezzio, era de una mujer fría, calculadora y peligrosa, y ninguna de las características anteriores le habían sido conferidas por su izbretel, sino que era algo que venía en su código genético, y eran muchos los desdichados que habían pagado un alto precio por su asociación con aquella diabólica criatura. Lucrecia había sido hija de un próspero comerciante veneciano, y si bien la situación económica de su familia le confería cierto grado de importancia, ella quería más y no demoró en agenciarse un marido con un título convirtiéndose en la Condesa de Arezzio.




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