La Dinastía (libro 12. Milyk et Vörkessel)

Cap. 67 Amenaza

 

A muchos kilómetros de Riùrik, y en la emergencia de un hospital, el personal médico se esforzaba con la mujer que había ingresado a urgencias en estado crítico.

  • Asistolia – informó alguien
  • Preparen…
  • Doctor

El médico levantó la cabeza, pero al ver que todos estaban inmóviles, entendió que no había nada qué hacer. La paciente había ingresado con quemaduras graves en el 80% de su cuerpo, y aunque había hecho lo posible, no lo había logrado, de modo que miró el reloj.

  • Hora del deceso…
  • ¡Oh-por-Dios! – exclamó el técnico – ¡Tenemos pulso!

Aun con incredulidad, el médico comenzó a escuchar el informe de las lecturas, y creyéndolo o no, aquella mujer seguía viva, de modo que se apresuró a continuar con su trabajo, a pesar de que todos allí estaban bastante seguros que no iba a servir de nada. Una vez que la estabilizaron, la enviaron a la unidad de quemados.

 

Un poco más temprano, en el departamento de bomberos se había recibido la alarma de un incendio en el pent-house de un lujoso edificio. Las unidades llegaron tan pronto como fue posible y la evacuación se efectuó con inmediatez; la labor de rescate resultaba muy riesgosa, pero aun así lograron extraer un cuerpo y enviarlo al hospital. Sin embargo, cuando lograron controlar el incendio, tendrían que reportar el hallazgo de varios cadáveres completamente calcinados.

A pesar de la obviedad de las causas de la muerte, estos fueron conducidos a la morgue para efectuar la autopsia de ley, y aunque otro forense podría haberse ahorrado un trámite que habría visto casi innecesario, se daba el caso de que el que estaba de guardia era del tipo acucioso y procedería de acuerdo a su costumbre.

Entre tanto, el comandante de la comisaría del distrito, estaba lidiando con un par de personas, un hombre y una mujer, muy recalcitrantes, pero con mucho dinero, que insistían en que se investigase al dueño del pent-house, ya que aseguraban que el incendio lo había provocado esa persona. Lógicamente habría una investigación que, de hecho, ya estaba en marcha, el único problema que se le presentaba al comandante, era que a los altos mandos políticos no les hacía ninguna gracia iniciar una investigación que involucrase a un individuo como Carlo Reggiano.

Aun cuando se hubiesen mostrado inclinados a cumplir con su deber, tratando al individuo como a un ciudadano común y haciendo caso omiso de los privilegios otorgados por un nombre respaldado de una gran fortuna, las cosas en el mundo ikedev marchaban mucho más lento que en el devrig, algo afortunado para los primeros, porque si hubiesen intentado acercarse al sujeto en cuestión tan pronto como lo habrían hecho los efectivos del Arkel si hubiesen sabido lo ocurrido, posiblemente lo que no habrían podido hacer sería contarlo. De modo que, cuando se avinieron a contactar al hombre, su abogado les informó que el señor Reggiano no se encontraba en el país desde hacía más de un mes, pero que habían sido notificados de la irrupción en el pent-house propiedad del señor Reggiano y, además, que ya habían interpuesto una demanda en contra de la administración por la falta de vigilancia.

Por supuesto lo anterior era una mentira manifiesta, pero como nadie podía probar lo contrario, el asunto se quedaría como un acto de vandalismo y dejarían que la administración del inmueble lidiase con la demanda.

La verdad de los hechos era que, la noche de Evesbriel, y cuando recibieron unas noticias que no eran las que esperaban, tanto Casiano como Valerio montaron en cólera, y lógicamente quienes pagaron las consecuencias fueron los desdichados a cargo de la misión, porque a una velocidad de vértigo, Casiano los había apaleado de forma inmisericorde y hasta arrancarles la cabeza a unos, mientras que Valerio, y si bien también los había apaleado, él les había hundido su nelegasi en el cuello.

No obstante, después de eso ambos seguían furiosos y en algún momento Casiano o Valerio, que habían descargado su ira en todo cuanto había a su alrededor, causaron el cortocircuito que desencadenó el incendio, así que se marcharon con mucha prisa de allí.

A diferencia de Boyko, que en muchas ocasiones había descargado su ira en contra de Ugro que era su lugarteniente, y no compartía con él ni sus planes ni nada que no fuese estrictamente necesario, Casiano no actuaba de la misma forma con Valerio.

Casiano tenía un trastorno de personalidad antisocial y no había discusión, y aunque es verdad que éstos tienen una muy pobre o nula capacidad para las relaciones afectivas, sin duda pueden relacionarse y, de hecho, lo hacen, pero generalmente a un nivel muy superficial. Sin embargo, pueden desarrollar un tipo de relación asociativa que es una especie alianza con la que persiguen un objetivo común, y era justamente la clase de relación que mantenían Casiano y Valerio. Aunque Casiano era narcisista y ególatra, de algún modo sabía que Valerio era un estratega, aunque su juicio estaba tan en discusión como el de Casiano, siendo que ambos padecían del mismo trastorno de personalidad antisocial, y ambos perseguían los mismos objetivos, aunque difiriesen en los detalles.

Valerio había sido el hijo menor de la mano derecha del padre de Avitzedek, un individuo al que le cabía, en toda su extensión, el calificativo de salvaje. Eran poquísimos los que sabían en la actualidad, que había sido Cayo el mayor responsable en la ejecución de Anitchka, pero más allá de eso, quien la había violado y descuartizado, al menos en su mayor parte, porque no era que Aquilio Savaresce fuese una tierna criatura. Tal vez Aquilio pensase que Cayo era muy leal, pero en realidad, él solo se era leal a sí mismo, y si estaba con Aquilio, era por la habilidad que había demostrado para reunir gente, y por los botines con los que podía hacerse.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.