Aureliè y Armand habían estado ocupándose de Michel cuando sintieron la alteración que estaba causando Istval, de modo que corrieron, pero ya era demasiado tarde, porque aparte de que en verdad estaban agotados, Istval había recuperado por completo el sentido y estaba furioso, así que en esas condiciones era todavía más difícil intentar cualquier cosa. El aykeri había visto a Milorad que seguía dormido y, sin ninguna delicadeza lo había sacado del sueño trasladando a continuación lo importante.
Lo único que ambos llevaban encima eran sus pantalones, porque les habían quitado todo lo demás tanto para que estuviesen más cómodos, como para colocar los cables que los mantenían monitoreados, pero como a ninguno de los dos les interesaba su estado, se disponían a salir cuando Aureliè se atravesó en su camino.
Cuando ellos salieron, ella se abrazó a Armand y dejó salir todo el dolor que la había estado atormentando, porque si hasta ahora había exhibido la fortaleza que Iziaslav les adjudicaba a todas las mujeres Siglair, no podemos olvidar que Jovanka había sido una madre para ella. En el caso de Armand, y aunque también estaba destrozado, al menos ahora se le había quitado de encima el peso de la angustia por Istval y por el mismo Milorad, pues acababa de quedar demostrado que el dolor no iba a hacer que la habilidad del primero lo dañase a él mismo o a los demás, aunque eso no aplicaba a quien les hubiese hecho aquello y el destino de esos desgraciados era una muerte despiadada y macabra.
Cuando Istval y Milorad habían aparecido donde estaban los demás, éstos se habían quedado momentáneamente paralizados y no por la visión, o al menos no todos, sino por el golpe de energía negativa que experimentaron, especialmente aquellos que eran portadores de las habilidades conferidas por el éter, pues eran más sensibles a las emisiones de energía. Sin embargo, y como siempre que Istval estaba furioso y su hermano trataba de intervenir, sería Istvan quien se llevaría la peor parte, pero solo Lucía pareció registrar esto e intentó avanzar hacia Istval, pero Kjartan la había detenido.
No habían tenido ocasión de nada más, pues en ese momento estaban escuchando a Iziaslav urgir a Yves para salir, y al menos los que alcanzaron a verlo, lo que también vieron fue el cambio que se había operado en el soberano, porque del color violeta en el que se habían estacionado sus ojos desde que todo aquello había comenzado, algo que ya de por sí anunciaba que el desastre estaba en camino, habían cambiado drásticamente al rojo sangre.
Antes de su desaparición, Lucía había tenido una vida bastante agitada y había participado en muchas batallas y enfrentamientos con distintos grupos criminales, pero en esta ocasión, y quizá porque ella estaba más calmada, la energía femenina que ahora portaba, la hizo sentirse impresionada ante el cambio que se había operado no solo en Iziaslav, sino en Iyul, en Lucien, y en los Levjaners más antiguos cuando el soberano dio la orden de partir.
Sin embargo, lo de ella fue breve y correría tras ellos, mientras que para Norman y Gino que estaban saliendo en compañía de Gianfranco, fue casi aterrador para el primero, y convencería a Gino de lo que siempre le había dicho Gianfranco, porque a pesar de que había sido testigo de la peligrosidad de los levramzyks y de que era casi imposible librarse de ellos, y sabía que los primigenios eran mucho peor, por algún motivo verlos de cerca en un momento en el que estaban furiosos y parecían a punto de entrar en batalla, haría que su cerebro registrase a cabalidad todo aquello que hasta ahora, solo había imaginado.
Y en el caso de Kiel, que venía con el resultado del examen practicado a la sangre que Yves había enviado, solo murmuró:
Para todos los que conocían a Kiel, aquello siempre les había parecido muy incongruente o muy hipócrita, porque Kiel podía ser tan sanguinario como cualquier devrig cuando alguien lo molestaba, pero al mismo tiempo, exhibía aquella religiosidad que se les antojaba muy absurda teniendo en cuenta que, por un lado, sostenía que no se debía matar al prójimo, y por el otro, no tenía inconvenientes en descabezarlos si el mencionado prójimo lo molestaba.
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Aunque no lo sabían de cierto, pues no habían podido interrogar a nadie, Yves estaba acertado en su teoría de que el ataque sufrido tenía como objetivo plagiar a Iziaslav. La conclusión de Yves estaba basada, primero que nada, en la experiencia, porque si bien ellos habían enfrentado a lo largo de sus vidas, los ataques enemigos, y sabían que muchos habrían hecho casi cualquier cosa por quitar del medio no solo a Iziaslav, sino a los príncipes, en lo que Yves sí tenía mucha experiencia era en lo sucedido con otros líderes de distintas naciones, y se había dedicado a estudiar las operaciones que precedían las acciones de aquella naturaleza, así como las mentes tras las mismas. Y, por otra parte, a la observación y no había dejado de prestarla, lo que lo había hecho tomar las decisiones que había tomado, pero si lo anterior no hubiese sido suficiente, también había visto el mucho empeño que habían puesto en atacar a Iziaslav, solo que las cuentas no les habían salido como seguramente esperaban, porque si bien Iliar, Anatoly y Aritz, por ejemplo, habían resultado envenenados, no así individuos tan peligrosos como Milorad, Janos, Darko, Kireg o Iván. Así que los tres primeros se habían concentrado en proteger a Iziaslav, mientras que Kireg lo había hecho con Iyul, y en el caso de Lucien, había estado dando tantos problemas, que eran muchos, como Atalia, Iván y el mismo Yves, quienes habían estado más cerca de él.