
Loriane estaba mirando por la ventana cuando sintió que alguien se acercaba. Cuando se había sucedido su transformación, aquella sensación se le había hecho algo desagradable, pero a medida que se había ido acostumbrando, también lo había hecho a poder determinar de quién se trataba, sin embargo, en el presente, se giró con curiosidad, pues quien se acercaba era alguien que no conocía.
Como era obvio que a la chica le estaba costando, Loriane prestó atención y, más que entender unas palabras desconocidas para ella, lo que hizo fue ver a dónde quería llegar, así que sonrió.
Desde el día anterior, en el que había estado en Illir con Derek y Michel, Iziaslav había insistido en se quedara unos días allí, y no encontrando un motivo válido para negarse, accedió a ello. De modo que, a pesar de ya había estado en el palacio en varias ocasiones, lo conocía muy poco, porque entre otras cosas, era enormemente grande. La bizlyki la condujo por una serie de pasillos una vez que habían bajado las escaleras hasta llegar a un comedor pequeño, acristalado y cubierto de enredaderas con vistas al jardín y al lago, así que ante la hermosa vista del sol colándose entre el follaje, le impidió saludar, pero la risa del soberano la sacó de su ensoñación.
Iziaslav rio de nuevo acercándola a la mesa y sosteniéndole la silla. Loriane saludó a Mia y ésta le sonrió.
Una vez que terminaron de desayunar, Mia se disculpó, pues como soberana tenía algunas obligaciones, y ese día tenía pautada una visita, junto con Kyv, a la inauguración de una nueva ala infantil en el hospital ikedev. Iziaslav, que normalmente estaba poco enterado de la agenda de su mujer, juntó las cejas, pero recordando la cháchara de sus levjaners con relación a aquello, no dijo nada.
Cuando se quedaron solos, condujo a Loriane por en breve recorrido por parte del palacio, y mientras estaban frente a un ventanal, ella volvió a comentar la belleza que se podía admirar del lago.
Sin embargo, fue consciente de la tensión de Loriane, así que cambió de tema con rapidez. En el salón de armas, se distrajeron un buen rato, pues allí estaban exhibidas las viejas armas devlianas como arcos, flechas, espadas, escudos, y hasta uno de los primeros trajes protectores que había fabricado Rajko. Mientras le hablaba o explicaba acerca de los materiales y el uso, y de las hazañas de sus guerreros, no pudo evitar pensar en lo mucho que echaba de menos las conversaciones con Milorad, los informes de Istvan, e incluso las locuras del incordio de Darko, o la charla inacabable de Kireg.
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Editado: 11.11.2025