La Dinastía (libro 13. Ignar Arihan)

Cap. 09 Cicatrices que respiran

Alexander terminó con las audiencias de aquel día y decidió ir a comer con Loriane. Desde que Juliet se había marchado, tanto él como Derek, intentaban pasar mucho tiempo con ella, porque si bien su presencia no sustituía la de Juliet, al menos intentaban que se sintiese menos sola. Hasta el día anterior, Loriane había estado en Illir por invitación de Iziaslav, pero esa mañana y después de dejar el hospital, Alex la había llevado a su Dvorets para que descansara.

Alex entró y no necesitó preguntar si ella ya se había levantado, porque sintió su energía muy cerca, de modo que caminó hacia el salón, sin embargo, se detuvo al ver que ella estaba de pie contemplando una pintura de Dylan que colgaba por encima de la chimenea. Como ella parecía perdida en aquella contemplación y no parecía haber percibido su llegada, Alex decidió no anunciar su presencia.

Loriane por su parte, y aunque no lo había notado, llevaba más de diez minutos mirando al individuo del retrato. Sin duda era atractivo y guardaba algún parecido con sus parientes, pero en este punto detuvo sus pensamientos y se preguntó la razón para aquel parecido, porque si no había entendido mal, en realidad Dylan no era hijo biológico de Iziaslav, así que miró con más atención, y aunque seguía viendo mucho parecido, también había algunas diferencias. Al menos en su opinión, Iziaslav era groseramente atractivo, aunque tenía una expresión más dura, y Lucien sin lugar a ninguna duda, era casi una copia de su progenitor, solo que sus rasgos eran algo más finos, tenía los ojos verdes, y una arrogancia que superaba su propio peso; y en el caso de Iyul, a pesar de tener una expresión recia, era en realidad muy amable; pero más allá de los rasgos físicos, Dylan era diferente a todos, el problema para Loriane, estaba en que ella había conocido a un Dylan que aparte de ser un caballero con todas sus letras, o como decía Juliet, uno que parecía sacado de una novela de J. Austen, era simpático y muy dulce, pero de buenas a primeras, aquel sujeto parecía haber desaparecido siendo sustituido por un individuo muy irritante. Después de aquel análisis, repentinamente Loriane pareció enfurecerse.

  • ¿Sabes qué, alteza? —dijo sorprendiendo a Alexander —Tú, y tu irritante persona, pueden irse al infierno

Alexander no solo no pudo evitar su regocijo, sino que se le escapó una alegre carcajada, porque recordó con claridad cosas que sabía por lo mucho que Dylan les había hablado de Sophie y de los memorables pleitos que habían tenido, y en los momentos en los que lo había hecho, tanto él como Lucía, y aun sin querer, habían tenido un acceso limpio y tan claro de aquellos recuerdos como si hubiesen estado con ellos; así que, al escuchar a Loriane, uno de aquellos recuerdos invadió su memoria y fue la razón para la carcajada.

Loriane se giró sorprendida y apenada a partes iguales, porque después de todo, el irritante individuo era el padre de Alexander.

Alex por su parte, entendió que había cometido un error, porque ahora tendría que darle una explicación convincente a Loriane, ya que Nadège le había advertido que, si bien a él lo habían autorizado para hablarle de algunas cosas a Loriane, no podían ir por ahí diciéndole cosas de su pasado como Sophie, o haciendo comparaciones, porque tenían que recordar que, aunque su energía y esencia fuesen las mismas, era otra persona, y someterla a constantes comentarios relacionados con su vida pasada, solo la confundiría o le causaría ansiedad.

  • ¡Alexander! —exclamó Loriane —Lamento que hayas escuchado eso, pero…
  • No tienes que disculparte, y quien debe hacerlo soy yo por no haber anunciado mi presencia, pero parecías tan…embelesada en la contemplación del irritante individuo, que juzgué inoportuno hacerlo

Aunque Alex estaba lejos de ser como Lucía, o como el resto de sus parientes, a decir verdad, eventualmente no podía evitar que se le saliese la vena Yaroslávich en forma de comentarios muy sardónicos. En esta ocasión, el mencionado comentario causó la ira de Loriane que quiso golpearlo, algo que él registró con precisión, así que se aplicó a distraerla y luego se la llevó a comer.

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Castimer se encontraba terminando de preparar los efectos personales de Dylan para ese día, cuando percibió la alteración y se giró. Dylan en ese momento se removía inquieto en su cama, pero el chico notó que seguía dormido, así que concluyó que debía encontrarse en medio de algún mal sueño. Por un momento se planteó despertarlo, pero no se decidía cuando lo escuchó.

  • ¡Sophie, no!

Castimer experimentó un punzante dolor en el pecho, porque al igual que todos alrededor de Dylan, parecían imposibilitados de evitar que el dolor de éste los afectase de forma casi física y personal.

Dylan en efecto había estado teniendo la clase de sueño por el que podía decir que se mantenía aferrado a la vida, y, además, la razón por la que deseaba y temía a partes iguales, ir a dormir cada noche. La razón para esto último era que, en ocasiones, soñaba con la desgarradora muerte de Sophie, pero en otras, soñaba con la vida que habrían podido tener si él se hubiese empeñado más en convencerla para que se dejase salvar.

Aunque Sophie en vida, nunca había estado en Illir, hacía mucho tiempo que Dylan, en sus sueños, la había instalado allí, de manera que esa madrugada había estado efectuando a su lado, diversas actividades cotidianas que, como se dijo, solo eran posibles en su mundo onírico. En esa misma línea, hacia el final del día, daban un paseo por el jardín mientras conversaban de la ya muy próxima boda de Alexander.

  • En verdad estoy muy feliz por nuestro hijo, Sophie, porque como sabes, él tenía mucho miedo de enamorarse teniendo en cuenta su condición
  • Y estoy segura que será tan feliz como mereces serlo tú
  • ¿De qué hablas? Ya soy feliz, porque…
  • No, no lo eres —lo interrumpió, pero él continuó
  • todo lo que necesito para serlo, es tenerte y…
  • Y yo estoy muerta




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