La Dinastía (libro 13. Ignar Arihan)

Cap. 11 Mal presentimiento

Janos comenzó a despertar y se tensó al sentir una presencia muy cerca, pero con relativa rapidez se tranquilizó. Aquello era algo que le había estado sucediendo desde hacía unos meses, concretamente desde que se había casado, y como todos los días, se riñó a sí mismo. Sin embargo, Janos estaba siendo duro con él mismo, porque era apenas natural aquella reacción después de haberse pasado la mayor parte de su vida sin una pareja.

Intentó salir de la cama con el mayor sigilo, pero apenas se sentó, sintió la mano de Amaranta sobre su hombro.

  • Kasny din —saludó —Lamento haberte despertado
  • No lo hiciste, ya estaba despierta

Aquello extrañó a Janos, pues desde un inicio había notado que, a diferencia de él que estaba acostumbrado a madrugar desde siempre, su esposa parecía que no.

Un poco más tarde, y cuando ya estaba correctamente vestido, bajó y lo primero que escuchó lo hizo juntar las cejas.

  • Buon giorno —saludó Gino —Por lo pronto que abandonas la cama, no pareciera que estuvieses recién casado, hombre
  • Será porque no lo estoy
  • ¡Ja! Si piensas que un par de meses ya es mucho, eso solo ratifica mi idea de que el mejor estado es el de la soltería
  • ¿Qué estás haciendo aquí tan temprano, kicyk?
  • Quedé con Norman en acompañarlo al museo —contestó —Y sí, a mí también me parece temprano, pero él se empeñó en que a esta hora hay menos personas

Janos entendió el punto, pues ya estaba al tanto de que Riùrik atraía mucho turismo, y justamente en aquella semana mucho más, ya que se celebraba la semana de la moda. De manera que sí, tanto Lind como Lucía, estarían abarrotadas de turistas que durante el día se dedicaban a recorrer los lugares más emblemáticos y repletos de maravillas arquitectónicas. Aunque allí no se veía tanto desorden como en otras capitales turísticas, pues todos los recorridos que se efectuaban en Lucía, eran sí o sí guiados y no se permitían recorridos libres. Tal vez aquello lucía muy arbitrario, pero teniendo en cuenta la naturaleza de los habitantes primarios del país, y que en Lucía eran menos estrictas las reglas por las que tenían que regirse los devrigs fuera de allí, no podían darse el lujo de tener ikedevs curiosos y sin vigilancia sueltos por ahí. Y para aquellos que protestaban o preguntaban el porqué de aquel atentado contra su libertad, se les decía que aquella ciudad era la sede de los poderes estatales, y se les recordaba amablemente que estaban en una monarquía y que la familia real estaba muy expuesta en esa ciudad.

Un momento después y cuando ya Janos estaba a punto de cortarle la lengua a Gino, apareció Amaranta y se dirigieron hacia el comedor, pero ni así se libró del infante, y no lo haría hasta que apareció Norman metiéndole prisa.

Como Janos sabía que Iziaslav debía estar en el Pravitel, porque si no fuese así lo habría mandado a llamar, aunque no tuviese un motivo específico para ello, después del caótico desayuno, salió al jardín con Amaranta para su paseo diario.

Estaba ya cercano el mediodía cuando se presentó Jeireddin, así que Janos se excusó con Amaranta y se acercó al levramzyk.

  • Sarì, me pediste que te avisara cuando el Rybik estuviese de vuelta, y acabo de recibir la notificación de que está en el Pravitel
  • ¿Llegó anoche?
  • No, sarì, lo hizo hace poco
  • Dhavjà

Después de eso le dijo a Amaranta que tenía que salir y que quizá no regresaría para la comida, y se fue derecho al Pravitel. Lo primero que notó fue cierta agitación, y no porque nadie estuviese corriendo, sino por su aguda percepción, aun así, continuó hacia el despacho de Dylan. Por pura fórmula le preguntó al asistente si el sizvitel podía recibirlo, y el chico casi se cae en su prisa por anunciarlo haciéndolo pasar de inmediato.

  • ¡Janos! —exclamó Dylan —Que gusto verte
  • ¿De veras?
  • ¿Disculpa?
  • Rybik, hace casi dos meses que no te veo, y en realidad, extraño nuestras cenas de los jueves ¿Acaso hice algo para disgustarte?

Janos fue consciente de la incomodidad de Dylan, lo que reforzó su idea de haber hecho o dicho algo que lo molestara, porque la efusiva bienvenida bien podía deberse solo a la cortesía.

  • Por supuesto que no, Janos —pero como él lo seguía mirando, agregó —Janos, prácticamente te acabas de casar, así que no me pareció apropiado molestarte
  • ¿Molestarme? ¿Por qué iba a ser una molestia? ¿Y qué tiene que ver que me haya casado?

A Dylan le extrañó aquello, porque para él era evidente que una pareja de recién casados, lo último que querría sería a nadie interfiriendo en su reciente relación. No obstante, para Janos era diferente y en verdad no lo entendía, porque de acuerdo a sus costumbres, y aunque ya no fuese así, para ellos el matrimonio no interfería de ninguna manera con su vida cotidiana y, de hecho, si él no pudo disfrutar mucho de su primer matrimonio, fue justamente porque casi enseguida partió con sus guerreros a otro enfrentamiento de los muchos que hacían parte de su vida diaria.




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