La Dinastía (libro 2. Génesis

La familia

Cuando Sophie y Kendall abandonaron el Chateau una vez que habían dejado su fiesta de bodas, ella iba hecha un mar de lágrimas, y aunque Kendall entendía perfectamente la situación, no pudo dejar de sentirse muy frustrado, porque un día que tenía que haber sido perfecto en todos los sentidos, había finalizado de aquella forma.

 

A pesar de que Phillipe les había dicho que abandonaran Francia de inmediato, aquello era en realidad imposible. Partir hacia el puerto de Calais a esas horas habría sido aparte de temerario, del todo inconveniente y  Sophie necesitaba descansar. De modo que se habían ido al Chateau  que Kendall había adquirido como regalo de bodas para su esposa.

 

Él había tenido mucha ilusión con llevarla allí, pero en ningún caso se había planteado que llegase en esas condiciones, ya que ahora todo lo que debió ser felicidad, había sido empañado por aquel trágico suceso. Tampoco parecía posible que pudiesen tener la noche de bodas con la que Kendall y la misma Sophie habían soñado, porque si bien era cierto que Kendall amaba a Sophie y se moría por hacerla suya, ella se encontraba atravesando una terrible crisis emocional y él pensaba que habría sido muy desconsiderado de su parte.

 

Sophie por su parte se preguntaba el por qué de aquella tragedia y se sentía preocupada por haber dejado a su familia en aquella terrible situación. Sin embargo, Sophie poseía un espíritu joven y la fuerza de los Saint-Claire, porque cuando llegaron al Chateau, aun tuvo ánimos para emocionarse.

 

  • Bienvenida a ­ Le Village de Rêves  --  le dijo Kendall con cierto tono de pesar  --  Es mi regalo de bodas

 

Sophie abrió mucho los ojos y acto seguido se colgó al cuello de un sorprendido Kendall.

 

  • ¡Oh, Kendall!  --  dijo sonriendo  --  Gracias, es hermoso

 

Si bien había sido una sorpresa para Kendall aquella inesperada reacción, no podía estar más emocionado. Después de eso la condujo hasta la habitación y pretextó ir a revisar algo que ni él mismo había comprendido, pero era muy urgente que saliese de allí si de veras pretendía que su esposa descansase. No obstante, cuando regresó ella estaba frente al espejo cepillándose su largo cabello. Kendall contuvo la respiración y trató de serenarse antes de acercarse.

 

  • Pensé que ya estarías descansando, mi amor  --  le dijo

 

Sophie se puso de pie, lo miró, y aunque se sentía temblorosa e insegura, y sus mejillas estaban encendidas, su voz sonó firme.

 

  • Kendall, es nuestra noche de bodas, no iba a irme a la cama sin ti

 

Por muy altruistas que hubiesen sido las intenciones de Kendall, éstas quedaron anuladas. Sujetó a Sophie por la cintura y sus labios descendieron con urgencia sobre los de ella. Aunque Sophie no había tenido una madre, por fortuna había tenido a Madeleine, y a pesar de que su charla previa al día del matrimonio no fue muy explícita y Sophie no estaba muy segura acerca de qué esperar, la naturaleza es sabia y suplió la falta de información con instinto.

 

Kendall la condujo hasta el lecho nupcial con la mayor de las delicadezas, y aunque no carecía de experiencia y el deseo estaba causando estragos en su humanidad, se estaba conduciendo con la máxima mesura. No obstante, cuando sus pieles quedaron libres de todo atavío y pudo acariciar el cuerpo de su núbil esposa, su instinto se disparó. Sophie tuvo un momento de pánico al sentir la virilidad de su marido palpitando contra su piel y su cuerpo se tensó. En otras circunstancias, tal vez Kendall habría podido notarlo, pero en ese momento estaba más allá de todo pensamiento y era guiado solo por el instinto y la necesidad de poseerla. De modo que su primer contacto con aquella natural experiencia, fue para Sophie un momento angustiante y doloroso que por fortuna pudo superar con éxito, pero debido a la tensión que le generó, no le fue posible disfrutar del todo de su primera unión.

 

Mucho rato después mientras escuchaba la suave respiración del hombre dormido y el rítmico latir de su corazón, pensaba que tal vez no había sido una experiencia del todo agradable, pero que quizá con el tiempo lograse  habituarse a ella.

 

 

Kendall había decidido que lo mejor era obedecer la recomendación de Phillipe, de modo que los Arlingthon partieron hacia Calais a primera hora de la mañana. No obstante, cuando llegaron al puerto se encontraron con que tendrían que pernoctar en él y con muy poca comodidad, y aunque Sophie no se quejó, Kendall sí lo hizo, ya que no estaba acostumbrado a las incomodidades en ningún sentido y no le hacía gracia que su esposa pasase la noche en un lugar como aquel. Pero no habiendo más opción, tuvieron que hacerlo, lo que hizo que Kendall amaneciese de muy mal humor. Aun así Sophie hizo cuanto estuvo a su alcance porque éste mejorara, y cuando subieron a la embarcación, ya él iba de mejor ánimo.

 




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