Después de la alarmante conversación con Luciano, Dylan parecía haber caído en una especie de letargo. Sin embargo, Luciano tomó las decisiones importantes que había que tomar. Escribió a los administradores de las propiedades de Dylan participándoles que él estaría de viaje por un largo período de tiempo, y que cualquier asunto importante se lo hicieran saber a través de Giacomo Petrelli, administrador de las propiedades del Conde de Cagliari. Dylan firmó las misivas sin apenas interesarse por su contenido y una vez resuelto esto abandonaron Francia.
Durante el viaje, Luciano intentó que Dylan se interesase en diferentes cosas como el paisaje, el clima, los lugares, pero parecía imposible. Por lo único que pareció interesarse y luego de varios días, fue por lo largo del mismo. Le parecía que llevaban mucho tiempo subiéndose de carruaje en carruaje y ya estaba fastidiado.
La verdad era que últimamente le importaba muy poco como se sintieran los demás, pero eso ya Luciano lo sabía. Finalmente el dichoso viaje llegó a su fin, pero Dylan no estaba mucho más contento entonces.
Dylan miró a su alrededor, pero lo que veía era un verde paisaje que rodeaba a un monumental Dvorets [1] con sus torres altas y explosivo colorido, por lo que dedujo correctamente que estaban en Rusia. En su anterior visita a aquellas tierras, Dylan solo había estado en Moscú y en Kiev, y obviamente no estaban en ninguno de los dos lugares.
Dylan lo miró y elevó una ceja recordando que el día de su desdichada conversación, Luciano había mencionado que él pertenecía a los Yaroslávich, y aunque Dylan aun no tenía muy claro aquel asunto de las familias Devrigs, supuso que estaban en territorio amigo.
Fueron recibidos en la puerta por el mayordomo a quien entregaron sus capas de viaje y luego subieron. Luciano condujo a Dylan hasta sus habitaciones y al menos durante aquel primer recorrido, Dylan notó que si bien aquel lugar tenía todas las características de una joya arquitectónica, a él en lo personal le disgustaba el recargado arte bizantino, esa mezcla de mosaicos y vivos colores herían sus ojos. De pronto escuchó la risa de Luciano a su lado.
Dylan lo pensó un momento y supuso que tendría razón, porque en su anterior visita y aunque tampoco le había resultado del todo agradable el exceso de colores de aquella particular corriente artística, tampoco lo había incomodado tanto.
Luciano lo dejó en su habitación y Dylan se acostó un rato, no estaba cansado, pero tampoco tenía ganas de hacer nada, de modo que se quedó allí hasta que le avisaron que la cena iba a servirse. Se levantó con una mueca de fastidio, ya que desde que todo este desastre había ocurrido, su interés por la comida había prácticamente desaparecido, pero ya se había habituado a que aquello formaría parte de su nueva existencia. Durante los últimos días se había alimentado básicamente de frutas y algunas verduras, aunque nada de eso resultaba especialmente satisfactorio, pero en realidad y hasta donde sabía, nada lo sería.
Mientras comían, la curiosidad de Dylan se disparó y después de observar a Luciano durante un rato, decidió preguntar.
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Editado: 17.07.2021