La Dinastía (libro 2. Génesis

Aprendiendo a vivir

Después de la alarmante conversación con Luciano, Dylan parecía haber caído en una especie de letargo. Sin embargo, Luciano tomó las decisiones importantes que había que tomar. Escribió a los administradores de las propiedades de Dylan participándoles que él estaría de viaje por un largo período de tiempo, y que cualquier asunto importante se lo hicieran saber a través de Giacomo Petrelli, administrador de las propiedades del Conde de Cagliari. Dylan firmó las misivas sin apenas interesarse por su contenido y una vez resuelto esto abandonaron Francia.

 

Durante el viaje, Luciano intentó que Dylan se interesase en diferentes cosas como el paisaje, el clima, los lugares, pero parecía imposible. Por lo único que pareció interesarse y luego de varios días, fue por lo largo del mismo. Le parecía que llevaban mucho tiempo subiéndose de carruaje en carruaje y ya estaba fastidiado.

 

  • Bueno yo también estaría fastidiado si me negase tercamente a hablar  --  dijo Luciano
  • Pues ciertamente no  es tu caso, porque no dejas de hacerlo nunca  --  le contestó Dylan con muy poca delicadeza

 

La verdad era que últimamente le importaba muy poco como se sintieran los demás, pero eso ya Luciano lo sabía. Finalmente el dichoso viaje llegó a su fin, pero Dylan no estaba mucho más contento entonces.

 

  • Cálido lugar el que escogiste  --  dijo envolviéndose en su capa de viaje  --  ¿Dónde demonios estamos?
  • Si hubieses prestado atención lo sabrías

 

Dylan miró a su alrededor, pero lo que veía era un verde paisaje que rodeaba a un monumental Dvorets [1]  con sus torres altas y explosivo colorido, por lo que dedujo correctamente que estaban en Rusia. En su anterior visita a aquellas tierras, Dylan solo había estado en Moscú y en Kiev, y obviamente no estaban en ninguno de los dos lugares.

 

  • Estamos en Yaroslavl

 

Dylan lo miró y elevó una ceja recordando que el día de su desdichada conversación, Luciano había mencionado que él pertenecía a los Yaroslávich, y aunque Dylan aun no tenía muy claro aquel asunto de las familias Devrigs, supuso que estaban en territorio amigo.  

 

Fueron recibidos en la puerta por el mayordomo a quien entregaron sus capas de viaje y luego subieron. Luciano condujo a Dylan hasta sus habitaciones y al menos durante aquel primer recorrido, Dylan notó que si bien aquel lugar tenía todas las características de una joya arquitectónica, a él en lo personal le disgustaba el recargado arte bizantino, esa mezcla de mosaicos y vivos colores herían sus ojos. De pronto escuchó la risa de Luciano a su lado.

 

  • En principio es normal, porque tus gustos son más occidentales, y segundo, es una de nuestras desventajas.
  • ¿De qué hablas ahora?  --  preguntó con fastidio
  • De la vista, por supuesto. Te advertí que todo lo percibimos con mayor intensidad, y aunque en realidad en la decoración hay demasiados colores, primero el no estar acostumbrado a ellos y segundo el percibirlos con más intensidad, hacen que tu desagrado sea mayor.

 

Dylan lo pensó un momento y supuso que tendría razón, porque en su anterior visita y aunque tampoco le había resultado del todo agradable el exceso de colores de aquella particular corriente artística, tampoco lo había incomodado tanto.

 

Luciano lo dejó en su habitación y Dylan se acostó un rato, no estaba cansado, pero tampoco tenía ganas de hacer nada, de modo que se quedó allí hasta que le avisaron que la cena iba a servirse. Se levantó con una mueca de fastidio, ya que desde que todo este desastre había ocurrido, su interés por la comida había prácticamente desaparecido, pero ya se había habituado a que aquello formaría parte de su nueva existencia. Durante los últimos días se había alimentado básicamente de frutas y algunas verduras, aunque nada de eso resultaba especialmente satisfactorio, pero en realidad y hasta donde sabía, nada lo sería.

 

Mientras comían, la curiosidad de Dylan se disparó y después de observar a Luciano durante un rato, decidió preguntar.

 

  • ¿Si no te produce ningún placer comer, por qué lo haces?
  • Primero, porque seguimos sintiendo hambre, segundo porque con el tiempo te darás cuenta que comienzan a resultarte atractivos a la vista los platos si están bien presentados, tercero  porque no es del todo cierto que no nos satisfaga comer, sino que nos resultan desagradables los sabores muy fuertes; y cuarto porque nuestro cuerpo sigue necesitando alimentarse. Las frutas, las hortalizas y verduras, proporcionan ciertos elementos que nuestro organismo necesita, pero también se necesitan otras cosas presentes en otros alimentos.
  • ¿Y para qué? Estamos más muertos que vivos ¿no?  --  y aunque ya no le sorprendía, Luciano sonrió
  • Sigues teniendo un concepto errado de nuestra condición, me harías y te harías un favor sacando de tu cabeza todas las porquerías que has estado leyendo. Los Vrykolakas, Upyrs, Tympaniaios, redivivos, no muertos etc., no son más que el vano intento por explicar lo que les resulta inexplicable y ciertamente con muchas inexactitudes.
  • Pero no por eso menos cierto  --  retrucó Dylan de mal humor
  • Cuando alteras una verdad se convierte en una mentira. Entiende una cosa Dylan, es verdad que algunos Devrigs, muchos, son depredadores insaciables, pero no es verdad que necesitemos matar para sobrevivir. Lo que ya de por sí es una contradicción enorme, porque si según ellos estamos muertos, entonces para qué necesitamos sobrevivir.  También es cierto que algunos son hematófagos y es algo que obedece a un desorden mental más no a una necesidad, de manera que no es cierto que necesitemos la sangre para alimentarnos, y creo haber sido bastante claro en ese sentido. Y por último, de entre lo más destacable y popular, podrías hundirle cientos de maderos en el pecho a un Devrig y resultaría algo del todo inútil como ya te expliqué. De modo que harías bien en atender a lo que yo te digo y no a las estupideces que has leído y que sin duda leerás en el futuro  --  concluyó




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