La Dinastía (libro 2. Génesis

Culpables

Un rato después Luciano comenzó a moverse e Iziaslav abandonó la habitación, pero eso no evitaba que lo escuchase gritar y con cada quejido de Luciano, la ira de Iziaslav crecía. Dylan prestó atención cuando escuchó voces afuera.

 

  • ¿Cómo pudo suceder esto?  --  preguntaba Iziaslav  --  ¡Hay un maldito ejército que se supone debería impedir estas cosas!
  • Ningún ejército por grande que fuese, podría impedir que Lucien besase a una mujer, Svaralnik  --  dijo Iyul
  • ¿Qué?
  • Haris dijo que el veneno le fue transmitido de esa forma, se encontraba en la desgraciada sustancia que utilizan las ledzidar para colorear los labios y finalmente eso la mató a ella también  --  aclaró

 

Ciertamente en aquel momento a Iziaslav le importaba poco la suerte de la pobre desdichada que había sido utilizada para aquello, y lo único que quería era saber quién lo había hecho.

 

Fueron las horas más largas que Dylan recordaba haber vivido y también las más dolorosas, porque el sufrimiento de Luciano fue tan inhumanamente brutal, que casi habría preferido que pudiese morir. Hacia la medianoche comenzó a convulsionar y Haris abandonó la habitación para hablar con Iziaslav.

 

  • Sarì, solicito tu permiso para practicarle una Sangría,[1] de ese modo podremos deshacernos del veneno con más rapidez.
  • Haz lo que sea necesario pero que deje de sufrir  --  le dijo él, Haris iba a volver pero fue detenido por Janos
  • Haris, sé que eres un gran Veldeky,  pero es un príncipe, de modo que espero que recuerdes que es sangre real la que vas a derramar, y si algo sale mal, personalmente me encargaré de hacértelo pagar

 

El hombre asintió en señal de haber comprendido y volvió dentro para atender a Luciano.

 

A mucha distancia de allí, Edin y un grupo de Havariks [2] rodeaban una aldea. Como era su costumbre, se habían acercado con el mayor sigilo y sin ser notados.

 

  • Lavny [3]  --  dijo uno de los Havariks acercándose  --  Todos están en posición y esperando sus órdenes
  • Debemos esperar a Istvan  --  dijo Edin, pero no había terminado de decirlo cuando éste se presentó

 

  • ¿Y bien?  --  preguntó el ruso y a Edin no se le escapó que su compañero venía del peor humor
  • El sujeto está allí como dijiste  --  le informó Edin  --  ¿Pero por qué el despliegue? ¿Qué hizo la criatura?
  • No creerás lo que hizo este infeliz  --  le dijo Istvan destilando veneno
  • Istvan, llevo muchos años en este oficio, así que estoy dispuesto a creer cualquier cosa de estos Kraviaciks 
  • Mandó a envenenar al príncipe Lucien

 

Era posible que como había dicho Edin estuviese dispuesto a creer cualquier cosa de aquellos a los que consideraba criminales sin remedio, pero de ahí a contemplar la posibilidad de que alguien, cualquiera en el mundo de los Devrigs, se atreviese a hacer semejante barbaridad en contra de Lucien Yaroslávich, había una enorme diferencia. De modo que aunque los Lovets eran sujetos sumamente controlados, la ira de los que estaban allí fue casi palpable y entendieron a la perfección por qué Istvan que era uno de los individuos más alegres y desenfadados que existían, estuviese en aquel estado.

 

  • Voy a ir por él, pero una vez que me lo lleve nadie debe moverse ni hacer nada hasta que yo regrese ¿entendido?
  • Ak Lavny  --  dijeron los Havaricks
  • Iziaslav quiere que lo lleve ante él  --  dijo Istvan mirando a Edin  --  y aunque sabemos como va a terminar esto, no podemos proceder hasta que él no de la orden
  • Entiendo  --  dijo Edin y realmente entendía, porque era posible que Iziaslav se preocupase poco por los procedimientos ordinarios para la captura de los criminales comunes, pero aquel sujeto se había metido con la persona más equivocada del mundo y todos sabían que no había ni la más remota posibilidad de que Iziaslav se sentase a ver y dejase aquello en manos de los Lovets, ya que atentar contra su hijo menor no era solo un crimen de lesa majestad, sino que a sus ojos era un crimen de la peor especie que tendría un costo sumamente alto
  • Bien, vamos  entonces por este Misbar  --  dijo Istvan

 

Los dos Lovets se movieron en la oscuridad y unos segundos después estaban en el interior de algo que estaba a medio camino entre una taberna de mala muerte y una hostería aun peor. En la estancia podían verse algunas mesas y algo que podía ser o no una barra. En la parte más alejada y en la superior, se distinguían alrededor de media docena de catres cubiertos con mantas mugrientas y definitivamente habría que ser muy valiente para dormir en ellos.

 

Una mujer que ni en sus mejores días debió ser agraciada, colocaba unos cazos de madera contentivos de una sustancia que ostentosa e inmerecidamente llamaban alimento, ante dos sujetos de aspecto tan deprimente como todo el lugar y sentados en la mesa más próxima a la puerta. Las otras mesas estaban ocupadas por individuos que bebían de unos tarros cuyo contenido con toda seguridad era de muy dudosa procedencia. Dos de los catres del fondo estaban ocupados y en los de arriba no se veía nadie.




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