La Dinastía (libro 2. Génesis

¿Y los demás?

Después de la muerte de Marie, Maurice quedó sumido en la más profunda tristeza y desolación, ni siquiera la compañía de Phillipe logró aliviar su pesar. A raíz de esto, y aunque Phillipe pasó todo un año en Francia, cuando volvió a Inglaterra se vio en la necesidad de dejar en manos de Jacques el cuidado de los intereses de la familia. Esta fue una decisión por demás exitosa, ya que Jacques no solo había resultado un individuo sumamente responsable, sino que debido a su natural sentido de la justicia, había introducido reformas en la administración de los feudos asignándoles más ganancias a los trabajadores, lo que se tradujo a muy corto plazo en una productividad muy superior a la que había venido obteniéndose, los trabajadores estaban muy contentos y si antes eran leales a los Saint-Claire, ahora lo eran muchísimo más.

 

Madeleine cuidaba con esmero y dedicación a su padre, y poco a poco Maurice fue saliendo de su depresión. Cuando Phillipe volvió a Francia, tuvo la enorme satisfacción de ver a su hermano mucho mejor y por otra parte sus asuntos en suelo galo no podían ir mejor. Maurice decidió que en vista de que Jacques había resultado tan buen administrador, él se olvidaría de aquello y el chico seguiría al frente de todo. Phillipe estuvo de acuerdo y emprendió un viaje de seis meses con su hermano, luego del cual, Maurice casi volvía a ser el mismo de antes.

 

Sin embargo, algo vino a empañar la tranquilidad de Madeleine. Si bien era cierto que estaba al tanto de que su padre no estaba acostumbrado a la soledad y entendía que se relacionase con otras damas, en el caso de Maurice era muy diferente a Phillipe. Su tío estaba perfectamente claro en que no se dejaría atrapar de nuevo, como él decía, de modo que se relacionaba de forma íntima solo con cortesanas. Pero en la última temporada social, Maurice había conocido a una joven mujer y estaba muy entusiasmado con ella.

 

Cuando Madeleine regresó de uno de sus frecuentes viajes a Toulouse, se encontró con aquella novedad, pero por algún motivo Phillipe no estaba muy contento con aquello y eso se hizo patente a la hora del desayuno al día siguiente del regreso de Madeleine

 

  • ¡Por todos los cielos, Maurice!  --  estaba diciendo Phillipe cuando Madeleine entró 
  • ¿Qué sucede?  --  preguntó ella mirando a los dos hombres y luego a Jacques que meneaba la cabeza de un lado a otro en actitud preocupada
  • Que tu padre ha perdido el juicio  --  dijo Phillipe con disgusto
  • Phillipe, no he dicho que vaya a…
  • No, si no es necesario  --  lo interrumpió el menor de los Saint-Claire  --  Ya todo París sabe que has perdido la cabeza por esa mujer
  • Phillipe…
  • Un momento  --  intervino Madeleine  --  cálmense los dos. Veamos tío  --  dijo mirando a Phillipe  --  Suponiendo que eso sea cierto  --  y miró a su padre  --  ¿Qué tendría de malo? Papá aun puede rehacer su vida
  • Gracias hija  --  dijo Maurice y miró a Phillipe  --  ¿Lo ves? Hasta ella se da cuenta que no es el gran crimen que pretendes
  • Tío  --  dijo Madeleine colocando una mano sobre el brazo de Phillipe  --  ¿Qué tienes en contra de esta mujer? Tú eres un hombre inteligente y confío en ti, de modo que debes tener una muy buena razón para una oposición tan frontal
  • No puedo decírtelo Madeleine, pero no me gusta  --  y acto seguido se levantó y se marchó
  • ¿Papá?
  • Nada, solo que sigue siendo el mismo niño malcriado de siempre, y sea cual sea el motivo por el que no le agrada Stella, no se molestará en dar una razón, solo espera que todos obedezcan a sus deseos.

 

Madeleine aparte de ser una mujer inteligente, estaba dotada de una gran percepción herencia de la sangre que corría por sus venas y que había venido desarrollando en los últimos años gracias al legado de Sarah y que ella tan diligentemente había aprovechado. De modo que estaba segura de dos cosas, una, que su tío no estaba exhibiendo su proverbial malcriadez como decía su padre, sino que había muy buenas razones para su actitud, aunque él no las supiese con exactitud. Y segundo, que por muy feliz que pudiese sentirse por su padre, ella tenía una confianza ciega en Phillipe, porque a diferencia de Maurice, Phillipe poseía ese sexto sentido que atribuían a los herederos de su sangre, aunque no pudiese practicar las milenarias artes mágicas que solo les habían sido legadas a las mujeres de la familia. Así que si a él no le gustaba aquella mujer, Madeleine se propuso averiguar la razón por sus propios medios.

 

  • ¿Y cuando conoceremos a la famosa Stella?  --  le preguntó a su padre obsequiándolo con una de las encantadoras sonrisas de Phillipe
  • Si sacas la nariz de esos viejos pergaminos y te avienes a acompañarme esta noche, es posible que la conozcas  --  le dijo Maurice

 

Madeleine no necesitó nada más y se preparó para asistir aquella noche en compañía de su esposo y su padre a la recepción a la que él había mencionado. Sin embargo, antes de eso y después del desayuno, se fue a hablar con su marido.

 

  • ¿Sabes tú algo que yo no?  --  le preguntó
  • La verdad no, solo sé que de pronto Maurice comenzó a mostrarse muy interesado en esta mujer, y aunque al principio Phillipe no prestó mayor atención, después de una velada en la casa de Madame Dessart, comenzó a hacerle la vida miserable a tu padre.
  • ¿Qué sucedió en esa velada? ¿Estuviste allí?
  • Estuve, pero no sucedió nada importante, salvo el hecho de que Phillipe fue sentado al lado de la susodicha, razón por la cual se vio obligado a hablar con ella




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