Mientras todo aquello sucedía, los hermanos Yaroslávich sí habían estado disfrutando de la compañía de unas hermosas señoritas, pero si bien Iyul no había ocupado su mente en otra cosa que no fuese lo que tenía entre manos, Lucien se había estado sintiendo inquieto, y aunque no por ello dejó de aprovechar muy bien el tiempo, una vez satisfechos sus instintos, despachó a su agraciada acompañante y en lugar de dormirse como seguramente había hecho su hermano, se alistó a toda prisa y abandonó sus habitaciones.
Estaba seguro que algo le sucedía a Dylan y su intención era averiguarlo, y aunque existía la posibilidad de que lo echara a patadas si lo interrumpía tan inoportunamente, algo le decía que no sería así. Sin embargo, cuando se disponía a entrar a su habitación fue detenido.
Aunque Lucien en primera instancia se sorprendió, de inmediato reaccionó como era de esperar.
Lucien era lo que podría llamarse una buena persona en líneas generales, pero aunque se esforzase en olvidarlo, seguía siendo un príncipe y ciertamente uno no acostumbrado a que se le desobedeciese. Había crecido rodeado de personas a quienes bastaba que él expresase el más mínimo deseo para desvivirse por cumplirlo, de modo que no estaba en su sistema que nadie se le opusiese y menos aun que cuestionasen una orden suya. De manera que en aquel momento aparte de la ira, toda la altivez y la soberbia que corría por sus venas hicieron violenta explosión y con la rapidez que los caracterizaba, al minuto siguiente su Dykari brillaba en su mano.
Aunque el Havarik estaba perfectamente entrenado para defenderse, también era plenamente consciente de que no podía ponerle una sola mano encima a aquel individuo sin convertirse en reo de alta traición, por lo que se preparó a morir sin remedio. Y sin duda aquello lucía muy posible, porque Luciano jamás repetía una orden, pero…
Aquello por sí solo no habría bastado para salvar la vida del Havarik, pero el mismo fue velozmente apartado de la trayectoria del Dykari y Lucien se volvió con la furia brillando en sus ojos.
Si antes tenía la duda, ahora Lucien estuvo plenamente convencido que algo serio le había sucedido.
Pero aquello no le decía mucho más a Lucien y no estaba dispuesto a quedarse sin respuestas.
Lucien miró hacia la puerta cerrada y aun se debatió unos instantes entre la necesidad de ver con sus propios ojos que en realidad Dylan estaba bien y la de saber qué diablos estaba sucediendo.
Él sabía que al menos eso era cierto, Istvan no podía mentirle sin cometer con ello un crimen, de modo que se decidió a seguirlo. No le alegró mucho más ver que se dirigían hacia las dependencias reales, porque ciertamente en aquel momento lo último que quería era ver a Iziaslav, pero guardó silencio y continuó caminando al lado de Istvan. Ingresaron a las dependencias de Iziaslav y pasaron directamente a un comedor pequeño, aunque fácilmente cabían allí con comodidad unas veinte personas, pero solo estaban Iziaslav, sus inseparables consejeros, Janos y dos Lovets.
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Editado: 17.07.2021