Dylan dedicaba las mañanas a dos actividades específicas y de forma invariable. En cuanto se levantaba se iba a montar, en algunas oportunidades lo acompañaba Lucien, pero esto dependía de dos cosas, la primera que hubiese amanecido en su propia cama, un asunto ya de por sí extraño, y la segunda, que no hubiesen discutido la noche anterior, algo que sucedía con mucha frecuencia y por los más variados y absurdos motivos. Cuando regresaba de su paseo matutino, desayunaba mientras le echaba una hojeada a las noticias y abría su correspondencia. Después de esto se dedicaba a escribir a sus administradores y en ocasiones a Kendall.
El resto de su tiempo lo repartía entre sus visitas a Illir o a Levzheir, y algunas noches acompañaba a Lucien a cualquiera las muchas veladas a las que era invitado. Una noche Lucien se había puesto especialmente pesado, y aunque nunca insistía de manera tan terca en que Dylan lo acompañase, en esta oportunidad lo hizo hasta al agotamiento.
Finalmente Lucien había conseguido convencerlo y fue en esa oportunidad que se encontró de forma inesperada con los Saint-Claire, algo por lo que Lucien se arrepintió mucho.
Apenas unos instantes después de haber llegado y sin que Dylan hubiese tenido tiempo ni siquiera de tomar una copa, Lucien apareció de nuevo a su lado.
No obstante, fueron detenidos unos pasos más allá y Lucien estaba deshaciéndose con velocidad de sus interlocutores cuando Dylan escuchó su nombre.
Dylan ya llevaba poco más de quince años siendo un Devirg y viviendo en ese mundo, de modo que se olvidó de la formalidad con la que se trataba al resto del mundo.
Lucien había terminado de deshacerse de los que los habían detenido y se acercó a ellos.
Lucien gimió internamente y decidió poner fin a aquello con la máxima rapidez. Cuando habían llegado hacía un momento y apenas había dado un par de pasos, había divisado a Maurice Saint-Claire. Inmediatamente había procedido a hacer una rápida búsqueda, y aunque no había visto a ningún otro Saint-Claire en el salón, decidió ir por Dylan y salir de allí a toda prisa antes de que fuese visto por Maurice, pero en vista de la inutilidad del asunto, ahora lo importante era marcharse a la mayor brevedad.
A unos cuántos metros de ellos, otros ojos observaban la escena. Dos pares de ellos con preocupación y los otros seis con curiosidad.
En otra dirección Guy Dessart, Henri Toureain y Pierre Chifflet tampoco les quitaban los ojos de encima.
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Editado: 20.08.2021