La Dinastía (libro 3. Profecía)

Cap. 33 Lascaux

En Dordoña, una población de la región de Aquitania en Francia, se encuentra el sistema de cuevas de Lascaux, y fue allí a donde André se llevó a Pierre para sacarlo de circulación hasta que estuviese en mejor disposición para relacionarse sin causar tantos desastres.

Evidentemente el chico no estaba para nada contento con aquello, ya que habiendo crecido rodeado de lujos y comodidades, aquel entorno no solo le parecía hostil e incómodo, sino que lo consideraba impropio para alguien de su posición e importancia. Sin embargo, su nueva condición exigía algunos sacrificios según lo que le dijo André, y siendo que difícilmente habría podido oponerle resistencia, no tuvo más alternativa que aceptar la situación.

Para André, que no era especialmente afecto a enseñar nada, también estaba suponiendo un enorme sacrificio hacer entrar por el aro a aquel muchachito malcriado y su paciencia se estaba agotando.

Cuando llevaban unos pocos meses allí, una noche André se puso alerta, y cuando Pierre le preguntó qué sucedía, él se llevó un dedo a los labios indicándole silencio, se llevó la mano al bolsillo y se pegó a la pared. André sabía que el peligro de estar en zonas como aquella no eran los Lovets, sino los razverevied, sacó rápidas cuentas y pensó que si se trataba de aquello, posiblemente pasaría un mal rato, porque estaba razonablemente seguro de poder con ellos, ya que sin duda los superaba en fuerza, destreza y años, pero si bien podía defenderse, proteger a Pierre resultaría un asunto algo más difícil, porque aparte de carecer de la destreza y rapidez, tampoco poseía un maldito nelegasi.

Sin embargo, toda su preocupación, aunque era justificada, no tenía base, porque no se trataba de ningún razverevied, sino de  Henri D’Albret.

  • ¿Sabes lo cerca que estuviste de perder la cabeza?
  • Lo imagino, pero como comprenderás, era difícil hacerte llegar una carta aquí  --  dijo Henri  y miró a Pierre  --  ¿Estás disfrutando tu estancia?  --  le preguntó con diversión
  • No seas, estúpido  --  contestó con mal humor el chico que no estaba en uno de sus mejores días  --  ¿Quién podría disfrutar de esta pocilga?
  • Bueno, les traigo algo que alegrará sus días sin duda  --  dijo Henri y volviéndose emitió un silbido

Unos minutos después entró su otro amigo, Louis Boucicault en compañía de otro sujeto, pero al verlo, Pierre hizo ademán de írsele encima.

  • Eh, eh  -- lo detuvo Henri  --  tranquilo, niño
  • ¡Suéltame!  --  exclamó Pierre  --  Aquí no están los desgraciados que según ustedes pueden hacerme preso ¿no?
  • En primer lugar, no estás en posición de darme órdenes, monsieur Le Duc, en segundo, no es según nosotros, es que de veras pueden hacerlo, y tercero, te convendría escuchar antes de hacer necedades

Pero mientras Henri  sostenía aquel diálogo con Pierre, André se había aproximado a Louis y su acompañante.

  • Vaya, vaya, mira nada más  --  dijo mirando al chico  --  el futuro Duque de Darnley  --  y acto seguido soltó una carcajada

 

Brian había abandonado París rumbo a Venecia, desde donde se embarcaría hacia las islas griegas que quería visitar. Sin embargo, antes de poder emprender el viaje en barco, debió aguardar unos días, tiempo durante el cual y en la hostería donde se estaba quedando, conoció al Conde de La Fère y al Baron d’Auvergne, estos individuos le resultaron muy simpáticos, no solo porque eran caballeros de buena cuna, sino porque tenían una alegría contagiosa que le recordaba mucho a su hermano Derek. Durante el tiempo que tuvo que  esperar para emprender el viaje, hizo amistad con estos sujetos y con agrado se enteró que ellos pensaban hacer el mismo recorrido, de manera que cuando les avisaron que ya todo estaba listo para zarpar, abordaron juntos la embarcación.

Durante el viaje se divirtieron mucho, conocieron a unas lindas señoritas que viajaban en compañía de su familia, y sin duda el peso de sus apellidos les permitió acercarse a ellos con muy poca reserva de parte de sus padres. De las cinco damitas, a Brian le gustó la más silenciosa y por tanto más difícil, lo que le valió las burlas de sus nuevos amigos.

Cuando desembarcaron en Corfú, Brian hizo todo lo imaginable para coincidir siempre con aquella familia en las excursiones por la isla, pero Jane, que era el nombre de la chica, se las arreglaba para mantenerse inaccesible.

  • Amigo mío  --  le dijo Henri una noche en la que Brian se encontraba especialmente frustrado  --  muchas damas utilizan ese método para atraer más la atención del caballero en cuestión y a la larga lograr un anillo en su dedo.
  • Pues no estaré muy cerca de ofrecérselo si ni siquiera puedo cruzar más que dos o tres palabras con ella  --  dijo Brian malhumorado
  • Vamos  --  dijo Louis poniéndose de pie --  hay cientos de diversiones más accesibles en esta isla

Aunque Brian no tenía especiales deseos de salir, casi fue arrastrado por sus amigos y ciertamente se divirtió mucho, lo que lo hizo olvidarse por un rato de Jane, pero al día siguiente su problema seguía allí y realmente estaba considerando medidas extremas.

  • Analicemos esto con calma, Brian  --  dijo Louis durante el desayuno  --  ¿Por qué precisamente ella? En mi opinión, su hermana Margaret es mucho más atractiva y ciertamente más amistosa
  • Sin contar con que no deja de mirarte  --  agregó Henri
  • Escuchen, tal vez ustedes no tengan ese problema y no me explicó por qué, pero el caso es que mi padre me ha estado urgiendo para casarme, de modo que si he de hacerlo, al menos que sea con alguien de mi agrado y Jane me gusta mucho.
  • ¿En serio estás pensando en casarte con esa chica?  --  preguntó Henri, aunque sabía la respuesta
  • En mi opinión el matrimonio es un asco  --  dijo Louis antes de que Brian pudiese contestar
  • Bueno, parece adecuada y me agrada
  • Posiblemente te agrade, pero dudo que tu padre esté de acuerdo con lo de adecuada  --  dijo Henri, y como Brian lo miró con extrañeza, explicó  --  Los Badingthon tienen dinero y propiedades, pero tienen de nobles lo mismo que tú de mendigo.
  • Pero son parientes del Duque de Hertford, de modo que…
  • ¿De veras? Eres muy ingenuo, Brian Arlington  --  le dijo mirándolo con conmiseración  --  Créeme, tu padre jamás aceptará mezclar su sangre con la de éstas personas.
  • De acuerdo, aceptando que soy ingenuo como dices  --  dijo el chico un tanto  molesto  --  ¿Cómo sabes tú tanto de ellos?
  • Digamos que presto atención a los detalles, a lo que dicen y especialmente a lo que no dicen  --  concluyó Henri
  • Hazle caso, Brian  --  dijo Louis  --  Si tanto te gusta, puedes tenerla lo mismo sin necesidad de complicarte tanto la vida
  • Independientemente de lo que digan, no creo que sea de la clase susceptible a ser convencida de un trato más íntimo si ni siquiera es fácil hablarle.
  • Reconozco que representa bien su papel de niña virtuosa, pero…  --  se detuvo un momento cuando Henri lo miró
  • ¿Pero qué?  --  preguntó Brian
  • ¿Y si te dijera que hay otras formas?



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En el texto hay: tristeza esperanza

Editado: 20.08.2021

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