Istvan se encontraba en su despacho leyendo por enésima vez los pergaminos donde estaban recopiladas las palabras de Seren, cuando sintió una repentina señal de alarma. Sin embargo, y aunque dejó la lectura y concentró toda su atención en captar qué o quién intentaba establecer contacto con él, no percibió nada más.
Madeleine seguía mirando a Edin, pero las lágrimas la cegaban, hacía esfuerzos por recordar todo lo que él le había contado acerca de sus debilidades y como resolverlo, pero fuera de una planta cuyo nombre no recordaba en ese caótico momento, un metal que ella no conocía y cualquier Saint-Claire, nada más le venía a la mente. Sin embargo, pasados unos minutos, recordó la conversación con Istvan.
“Cuando decimos que la sangre Saint-Claire es directamente letal para nosotros, es literal. Una sola gota de su sangre nos causa la muerte instantáneamente. Beber inadvertidamente en la misma copa que lo hubiese hecho un Saint-Claire, nos causaría no la muerte, pero si nos debilitaría a tal punto que podrían con facilidad atacarnos de cualquier otra forma, pues su saliva es igualmente perjudicial”
Recordar eso logró que se tranquilizara un poco, porque eso significaba que él no iba a morir, pero el hecho de que siguiese sin sentido y con aquel aspecto enfermizo, seguía haciéndola sentir terriblemente culpable. Después de lo que le pareció una eternidad, vio que sus párpados se movían y se apresuró a acercarse.
A pesar de que Edin no estaba en sus cinco sentidos, de manera confusa pareció recordar con quien estaba.
Madeleine sí entendió aquello y se apresuró a ayudarlo que era justamente lo que él le estaba pidiendo. Con enorme esfuerzo logró ponerlo de pie, pero era evidente que no podría sostenerse así por mucho, algo que quedó demostrado cuando intentó dar un paso y sus piernas se negaron a sostenerlo cayendo de nuevo y arrastrando a Madeleine con él.
Madeleine se puso de pie a toda prisa y corrió hacia la salida, una vez allí, miró hacia todos lados hasta que localizó lo que parecía un pozo y se acercó a él rogando que no estuviese seco. Dejó caer el recipiente y escuchó el sonido de chapoteo, un momento después comenzó a tirar de la soga y en cuanto la sacó, lo desató y se dio tanta prisa como pudo en llevársela a Edin. Colocó el recipiente de madera a su lado y ahuecando las manos cogió el agua y se las acercó a la boca. El primer sorbo en lugar de tragarlo, lo escupió, pero después sí comenzó a beber. Madeleine repitió la operación varias veces hasta que él estuvo en condiciones de hacerlo por sí mismo. Pasado un tiempo y después que se había bebido casi la mitad del contenido, Edin levantó la mirada.
Ahora que ya estaba plenamente consciente de nuevo, Edin repasó lo sucedido y se preguntó cómo no se había dado cuenta, pero más que eso, se reprochó no haber escuchado a Istvan y no haber limitado su contacto con los Saint-Claire, porque ahora sabía el enorme daño que le había causado a Madeleine.
Sin embargo, ella seguía diciendo cualquier cantidad de cosas y él supo que por ese camino no llegarían a ninguna parte, de modo que tomó una decisión y colocando una mano tras su cuello la dejó sin sentido. Después de eso se ocupó de poner en orden el funcionamiento de su propio organismo, luego se aplicó a equilibrar las emociones de Madeleine y cuando hubo concluido la hizo volver en sí. Aunque Madeleine seguía avergonzada, estaba mucho más tranquila.
Le contó lo que le había informado Andrew y la posible solución, pero ella reaccionó tal y como él había pronosticado.
A continuación cerró los ojos y con un suspiro de resignación, Edin la sujetó y volvieron al Chateau. Ella comenzó a caminar hacia la casa y él la siguió, no porque pensase insistir, sino porque debía poner sobre aviso a Phillipe y a Maurice, pero Madeleine se detuvo y volviéndose le impidió el paso.
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Editado: 20.08.2021