Damien Emerick, el Lovet que había sido asignado para seguir los pasos del ilustre Duque de Darnley, se preguntaba cómo era posible que el sizvitel se preocupase tanto por aquel individuo. Damien era uno de esos devrigs por los que nadie habría apostado nada, porque había sido un vulgar, aunque hábil, ladrón antes de su transformación. Había sido víctima de Loran Hársady, que después de atacarlo en forma salvaje, lo había dejado tirado en medio de la fiesta que él y sus acompañantes habían organizado. Sin embargo, para buena suerte de Damien, fue hallado por Lucien, y de no haber sido por eso, posiblemente habría muerto. Él nunca supo por qué razón Lucien se encontraba allí, pero lo cierto era que en medio del enorme dolor que estaba experimentando, de pronto había sentido una mano sobre su frente, una voz lejana y había abierto los ojos para encontrarse con unas brillantes esmeraldas que lo miraban con preocupación.
Si bien Damien no conocía a los sujetos que los habían atacado a él y a sus compañeros de fechorías, sí recordaba su rostro, y eso le bastó a Lucien. Aunque él no se dio cuenta de nada, el sizvitel lo había rescatado y lo había trasladado al Haigala. Con posterioridad se enteró que ninguno de los otros se había salvado, y mucho más tarde aún, que Lucien había ordenado que Loran fuese metido de cabeza en Zatvor donde había pasado más años de los que le correspondía por un ataque de aquella naturaleza. Después de eso, le habían asignado un zsameni, y cuando se enteró de todo lo anterior, quiso agradecerle al sizvitel, pero le habían impedido acercarse a él. Pasados algunos años, su zsameni descubrió, que aunque Damien carecía de estudios y de formación alguna, tenía talento como para aspirar entrar al Laki. No fue fácil que aceptaran su ingreso, pero finalmente lo habían hecho y había resultado la sorpresa de aquella generación de havariks; una vez superada la primera etapa, ascendió a una velocidad impresionante dentro de la organización.
Damien nunca olvidó a quien le debía la vida, y aunque todos los miembros del Arkel estaban dispuestos a dar las suyas por sus soberanos, lo de Damien era una cuestión extrema y siempre pedía, aunque no siempre se lo concedían, las misiones que lo llevasen a estar cerca de Lucien, porque para él la vida de aquel sujeto era más importante que cualquier otra, incluidas la de Iziaslav y la propia.
Por todo lo anterior, cuando le fue asignada la misión de vigilar a Kendall Arlington y siendo que por sistema detestaba todo aquello que molestase al sizvitel, aquel sujeto no le era simpático en lo más mínimo, pero como era del interés particular del otro sizvitel y éste sí contaba con su adhesión tanto por su rango como por ser el djali de Lucien, se había avocado a hacer su trabajo lo mejor posible, pero este individuo en su opinión, era francamente idiota y tenía un extraordinario talento para involucrarse con criaturas que no le llegaban a ninguna parte a la que tenía en casa. Aparte de lo anterior, ya Damien estaba harto de tener que suprimir estúpidas ideas de su cabeza, y si había que creer en lo que decían los Lijeniks, si Arlington seguía por ese camino perdería sus facultades mentales por tantos y tan frecuentes ataques a su cerebro. En más de una ocasión había tenido que deshacerse de los agentes de Swaney que se le acercaban a Kendall, así como a suprimir cualquier cosa que le hubiesen transmitido.
Sin embargo, y a pesar de ya estar acostumbrado también a registrar los pensamientos de Arlingron cada vez que dejaba a una de sus mujeres y encontrarse con cualquier estupidez, aquella madrugada Damien sintió verdaderos deseos de romperle el alma al muy infeliz. La razón para ello, era que en esta ocasión la idea no solo involucraba al Rybik como era lo usual, sino también a Lucien, aunque esto le resultó confuso. No obstante, tiró de toda su voluntad para dejarlo en paz limitándose a suprimir lo necesario y se fue derecho a ver a la mujer que Kendall acababa de dejar.
A raíz de las sospechas de Patrick, esta era la práctica habitual cada vez que Kendall cambiaba de compañía, porque los Lothian presumiblemente por estar al tanto de la vigilancia que ellos ejercían, habían adoptado otro método y las mujeres en cuestión no eran Devrigs, sino que de manera aleatoria utilizaban a unas sí y a otras no.
Ese día Damien estaba tan furioso, que no se molestó en ocultar su presencia como hacía siempre y registrar discretamente tanto la vivienda como los recuerdos de la criatura, sino que se fue directo a la habitación haciendo que la damita casi sufriese un colapso nervioso por varios motivos.
Ella se había incorporado en la cama al sentir que la puerta se abría con violencia pensando que era Kendall que estaba de vuelta, pero al ver al desconocido, había sujetado la sábana intentando cubrir su desnudez, y lo primero que pensó era que se trataba de un ladrón, algo bastante aproximado dado que realmente Damien lo había sido.
Damien había llegado hasta ella y sujetando su rostro, clavó sus ojos en los de ella haciendo un rápido y nada delicado saqueo a su memoria. Pero si antes la baronesa estaba asustada, ahora su terror alcanzó límites insospechados al ver el violento cambio de color en los ojos de Damien. No obstante, él controló su ira, porque al fin y al cabo aquella tonta criatura no era culpable de nada. Procedió a suprimir los recuerdos de lo que acababa de suceder y abandonó la habitación marchando a toda prisa hacia Livingstone, porque era urgente que hablase con Patrick.
#1271 en Otros
#256 en Novela histórica
#820 en Fantasía
#531 en Personajes sobrenaturales
violencia odio injustificado venganza, amor eterno verdad oculta, alegria efimera amor familiar
Editado: 29.09.2021