La Dinastía (libro 5. Sangre Real)

Cap. 34 Después

Cuando los Yaroslávich subieron de nuevo y entraron a la habitación de Sophie, ya Dylan no estaba allí. Iziaslav se acercó junto con los niños a la cama y tuvo que hacer el mayor de los esfuerzos por conservar la calma. Usualmente le dolían todas las muertes de los Saint-Claire, especialmente si éstas eran violentas, pero en aquel caso concurrían varias cosas que hacían de aquel deceso mucho más difícil de llevar. La primera, que había retrocedido en el tiempo y le parecía estar viendo a Seren, de manera que todo el horror de lo que él mismo había hecho, la culpa y el dolor de la pérdida, se manifestaron en toda su intensidad. Segundo, aquella era la mujer del Rybik y al propio vino a sumarse el dolor de Dylan, y el saber con la mayor exactitud lo que él chico estaba sintiendo. Tercero, ver la expresión de Lucien que, aunque había evitado acercarse a la cama, había registrado con precisión la similitud, si no de las circunstancias de aquella muerte con la de su madre, sí la semejanza de la escena y eso era como echar sal en una herida que no había cerrado nunca. Y cuarto, el estar sintiendo con brutal intensidad el sufrimiento de las dos pequeñas criaturas que en aquel momento lloraban con las cabecitas apoyadas en el pecho ensangrentado de su madre, sufrimiento éste al que Lucien ni empeñando toda su voluntad en ello, pudo sustraerse de experimentar, porque no solo fue como verse a sí mismo siglos atrás llorando sobre el cadáver de su madre, sino que estaba sintiendo de hecho, y sin poder evitarlo, el dolor de los niños.

Iyul no estaba mucho mejor, pero fue capaz de controlarse con algo más de éxito. A Janos le habría gustado estar muy lejos de allí, porque era como estar inmerso en algo ya vivido. Y en el caso de Phillipe, estaba seguro que no podría superar aquello.

Lucien consiguió, a muy duras penas, despegarse, caminó hacia el cadáver de Kendall y lo miró con desprecio. Él sabía, como había dicho Iyul más temprano, que Kendall Arlington tal vez había sido una víctima inocente del juego macabro de los Lothian, pero de lo que no era inocente, y era algo de lo que Lucien estaba absolutamente seguro, era de no haber sabido que Dylan amaba a Sophie más allá de la razón, y por lo tanto, era algo que si Dylan estaba, o aunque lo estuviese en el futuro, dispuesto a perdonar, él no, y pensaba que aquel cretino merecía estar como estaba. Mientras extraía la daga que aun estaba en el pecho de Kendall, sus ojos tropezaron con un objeto brillante, se trataba del colgante que Dylan le había dado a Sophie, de modo que lo recogió y se lo guardó en el bolsillo. Posiblemente no pronto, pero algún día Dylan querría tenerlo.

Iziaslav hizo acopio de valor y le dio una orden a Janos que fue ejecutada de inmediato, de modo que un momento después, el escuadrón de Istval hacía acto de presencia.

  • Dejavrys, los hago responsables por la seguridad de los sizvitels, nadie entra y nadie sale de esta habitación hasta que yo regrese
  • Ak, sarì  --  dijeron todos

Mientras Iziaslav les hablaba, a ninguno de ellos se le escapó el famoso cambio de color en los ojos de su soberano, que mientras les daba su orden, habían cambiado de azul a violeta, y en cuanto había terminado, habían pasado violentamente al color de la sangre. Acto seguido había abandonado la habitación en compañía de los príncipes y de Janos, que llevaban una expresión no muy diferente.

  • Todos los kraviaciks nos temen  --  dijo Axier  --  pero de seguro que ni sus peores pesadillas se asemejan a lo que les espera a los muy desgraciados

Aquella afirmación no era que estuviese cerca de la realidad, sino que ésta última la superaba por mucho, ya que en cuanto esos sujetos salieron, los Lovets y los Havariks prácticamente tuvieron que hacerse a un lado ante el furioso, salvaje y sangriento ataque de aquellos cuatro individuos que no se conformaron con matar a los Lothian según los tradicionales métodos de arrancarles la cabeza o utilizar sus Dykaris, porque de hecho éstos últimos no aparecieron en ningún momento, sino que literalmente desmembraron, sin ninguna compasión, a cada uno de los desdichados que tuvieron la mala fortuna de atravesarse en su camino. Por un momento los hombres que habían sido hechos presos por los Lovets y estaban heridos o custodiados, pensaron que era una suerte que así fuese, pero no podían estar más equivocados, porque una vez que habían acabado con todos, los cuatro se dirigieron al grupo de detenidos, y siendo que a ningún Lovet en su sano juicio, se le habría ocurrido interponerse, se hicieron rápidamente a un lado y fueron testigos de cómo eran aniquilados casi todos, estuviesen en condiciones de defenderse o no.

Darko, Anatoly, Milorad y Kierg, tomaron la decisión de detener aquello, porque esos hombres se habían rendido, pero no les resultó sencillo y casi pierden sus propias cabezas en el proceso. Sin embargo, finalmente lo habían logrado, aunque no habían conseguido salvar más que a unos pocos, cuyas mentes sin duda vivirían atormentadas con las imágenes que permanecerían en ellas torturando sus noches por el resto de sus vidas, y que habían vestido de realidad la leyenda de que aquellos cuatro individuos eran la personificación de los demonios del infierno.

 

Los Korsacov, Iliar e Iván habían llegado con Istziar, Derek y Boris al Haigala y unos segundos después llegó Krasmir, a quien habían pedido que localizase a los Shahim, con éstos. Haliq se hizo cargo de Derek y Haris de Istziar y Boris. Esta disposición no tenía nada que ver con las habilidades de los veldekys, porque ambos lo eran y confiaban en ellos por igual, lo que sucedía era que mientras normalmente los guerreros, especialmente los muy problemáticos como Istval, Iliar e Iván, recurrían a Haris que a pesar de ser más joven era poco conversador, mucho menos entrometido que su padre y se había acostumbrado a correr de un lado a otro con sus emergencias sin hacer una indebida cantidad de preguntas, mientras que Haliq era un individuo paciente y más conversador que su hijo, por lo que los nyas solían sentirse mejor con él, ya que les explicaba en forma paciente todo lo relativo a su nueva condición y los atendía con esmero si estaban muy heridos. En el caso de Derek, si bien no necesitaba mayores explicaciones, porque estaba perfectamente al tanto de todo cuanto había que saber, sí había sido brutalmente atacado y su recuperación sin duda iba a ser muy dolorosa, pero adicional a eso, y aunque poseía la información, una cosa era saberlo y otra muy distinta vivirlo, de manera que necesitaría cuidados y paciencia, porque no sabían cómo iba a tomarse aquello.




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