La Dinastía (libro 6. Mavraì)

Cap. 11 La otra Saint-Claire

Sergei Wojciech era sin duda un excelente secretario de gobierno, atendía con diligencia todos los asuntos políticos y procuraba molestar lo menos posible a su soberano, porque en su opinión su principal responsabilidad consistía en aliviar la carga que representaba para el jefe de un estado todos los asuntos menores, pero necesarios y engorrosos que conllevaba la conducción de una nación.

Sin embargo, había cosas que por fuerza debía tratar con él y decisiones que solo al soberano correspondía tomar, de manera que ocasionalmente pedía a Mirsad o a Goran se le concediese cita e invariablemente era reprendido por Iziaslav aduciendo que siendo el secretario de gobierno, estaba exento de solicitarla y podía ir cuando le pareciese conveniente o necesario, pero aún así el nunca dejaba de anunciarse con antelación.

En los actuales momentos atravesaban por una situación un tanto difícil, porque sumado a los recientes eventos con relación a la muerte de Swaney Lothian, después de lidiar con las quejas elevadas por los miembros de dicho clan acusando a las autoridades de violar el acuerdo que garantizaba las vidas de los jefes de los dos clanes bajo el régimen de los Yaroslávich, había recibido la visita de algunos miembros del clan Lothian que se habían adjudicado el derecho a representar a su grupo, pero siendo que Swaney nunca hizo un documento sucesoral, aquellos individuos estaban en espinosa controversia.

Swaney había ignorado de forma por demás irresponsable, una de las normas que se habían acordado por considerarla irrelevante, ya que de manera muy arrogante y evidentemente equivocada, pensó que nunca moriría y no estableció la sucesión como correspondía, y ahora los que lo habían sobrevivido se disputaban sus cuestionables derechos a sustituirlo en la jefatura del clan.

Lo interesante del asunto, era que aquellos imbéciles no se habían molestado en revisar la normativa establecida y donde se especificaba de forma clara, que en caso de sucederse la muerte del jefe de un clan sin que éste tomara las debidas precauciones para la sucesión, el sozdatel’ tenía la prerrogativa de disolverlo y asignar las propiedades del mismo a quien mejor le pareciese y en concordancia con los usos y costumbres reinantes, quedando los miembros del desaparecido clan en libertad de adherirse a cualquiera de los dos clanes restantes, de manera que Sergei debía reunirse con Iziaslav lo antes posible y solucionar aquel asunto antes de que los muy necios comenzasen a matarse entre sí, y aunque en opinión de Sergei les harían un enorme favor a todos al menos en algunos casos específicos, su deber era evitar aquella clase de situaciones.

Pero por otra parte, había un asunto también de orden político, pero que afectaba sus relaciones en el concierto de nacientes naciones, ducados y monarquías. Hasta la fecha los Yaroslávich habían logrado mantener la independencia de su nación, pero encontrándose ésta en los límites con la siempre convulsionada Rusia, aquello se había vuelto cada vez más complicado. No era que ningún ser humano común tuviese alguna oportunidad en contra de ellos, pero la idea era mantener unas relaciones cordiales con sus vecinos. El asunto era que entre los miembros del clan Yaroslávich había individuos que aun se consideraban súbditos de las diferentes naciones donde habían nacido y conspiraban en forma constante para desestabilizarlo todo.

Hasta ahora nunca se le había exigido a ningún Devrig que se registrase como ciudadano de Yaroslavl, porque hasta fecha relativamente reciente se consideraba como innecesario y todos podían seguir haciendo sus vidas en sus países de origen, pero comenzaron a surgir inconvenientes con individuos como Hàrsady, Hossa y Massarik, que estúpidamente en especial éste último, estaban tirando de los hilos de sus respectivas naciones para anexar Yaroslavl a las mismas. En el caso de Hàrsady que era de origen Rumano, había venido desarrollando una intensa labor en aquel ámbito. Hossa por el mismo camino, pero en su caso quería anexarlos a Polonia, y el imbécil de Massarik sostenía que pertenecían a Rusia.

Sergei siempre se había preguntado cómo demonios era que aquellos tres seres trabajaban en conjunto para fastidiarlos y al mismo tiempo podían tirar en direcciones opuestas y de acuerdo a sus propios intereses, y a pesar de que Sergei al igual que el desaparecido Andrei siempre había sido un pacifista que se esforzaba en respetar la vida de sus congéneres, tenía excepciones, y sin duda aquellos tres figuraban a la cabeza de la lista de individuos a los que estaría encantado de suprimirles la suya.

Pero el asunto era que todo lo que habían venido haciendo en el ámbito internacional, comenzaba a causarle muchas molestias a Sergei, ya que tenía reclamaciones de territorio por aquellos tres frentes y debían tomar urgentes medidas que posiblemente iban traer consecuencias desagradables, pero que evitarían un innecesario derramamiento de sangre a aquellas gentes que no tendrían ninguna oportunidad en contra de los entrenados y ya de por sí peligrosos escuadrones de havariks que defendían sus fronteras. De modo que con las cosas así y después de preparar un resumido reporte de hechos y una concisa lista de posibles soluciones, pidió una audiencia con Iziaslav, pero por primera vez se encontró con que el soberano no quería saber nada de problemas políticos hasta tanto resolviesen el asunto del desaparecido sizvitel, y siendo que Sergei entendía esto, se dispuso a esperar y a seguir conteniendo los acontecimientos que se avecinaban.

 

A su regreso de Inglaterra, Phillipe y Madeleine se habían estacionado en Francia, ya que él llevaba algún tiempo fuera y tenía muchos asunto pendientes. Sin embargo, cuando llevaban un par de semanas allí, se presentó Istvan con un mensaje de Iziaslav en el sentido de que deseaba verlo y por supuesto la invitación a Illir se hacía extensiva a Madeleine. Lo primero que tanto Phillipe como Madeleine pensaron, fue que Derek no se encontrase bien, sabiendo como sabían que seguía en proceso de adaptación, pero Istvan les aseguró que el chico progresaba como era debido y que la petición de Iziaslav obedecía a un motivo más personal, de modo que se dispusieron a acompañarlo.

  • ¡Abuelo!  --  saludaron los niños muy contentos de verlo, del mismo modo que saludaron a su tía con igual emoción




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