La Dinastía (libro 6. Mavraì)

Cap. 12 Ayer y hoy

Derek siempre había sido un sujeto decidido y directo, de modo que después de superadas las cosas pendientes, habló con su abuelo y con Iziaslav.

  • ¿Qué sucede, kicyk?  --  preguntó Iziaslav
  • No es un secreto para ustedes mi relación con Istziar y de hecho usted me lo ha hecho fácil permitiéndole venir a Illir, pero creo que ha llegado el momento de que me permita a mí ir a la casa de los Korsacov, porque si bien conozco a Milorad y a los aykeris, no sucede lo mismo con la madre de Istziar
  • Creo que es una petición legítima, Iziaslav  --  dijo Phillipe
  • Lo es, lo que no sé es si es muy cuerda  --  dijo él con un asomo de sonrisa

Sin embargo, si Phillipe no entendió bien el comentario, ciertamente Derek sí, porque estaba perfectamente al tanto del carácter de Jovanka Korsacov, no solo por la misma Istziar, sino que estaba cansado de escuchar a Iván y a Iliar hacerle la vida miserable a Milorad con aquello, así que decidió explicárselo a su abuelo.

  • Verás abuelo, hasta donde tengo entendido, la madre de Istziar no es especialmente simpática, pero no creo que nadie tenga que preocuparse por ello, sabemos que soy encantador y no tendré ningún inconveniente con mi futura suegra

Phillipe no sabía si reír o sacudirlo, mientras que Iziaslav optó por lo primero, y aunque él conocía bien a Jovanka, por primera vez pensó que iba a ser muy divertido ver cómo Derek manejaba la situación y decidió que era algo que no pensaba perderse, de manera que dio su autorización para la mencionada visita, pero también se aseguró de informar a Milorad que el día en cuestión, él iría a su casa junto con los Saint-Claire.

 

La sociedad Devrig era netamente patriarcal y siempre lo había sido, incluso desde antes de convertirse en lo que ahora eran.

Al principio, cuando apenas eran pequeñas comunidades, hacían una vida mucho más en común, es decir, las ledzidar cocinaban en una fogata en el centro de la aldea para todos los habitantes, cortaban las pieles con las que se cubrían y se encargaban de cuidar de los rybiks. Cuando fue avanzando el tiempo y las comunidades fueron creciendo, el trabajo de ellas se repartió según sus habilidades, había algunas que se dedicaban exclusivamente a los alimentos, otras al tejido, cuando aprendieron a hacerlo, y otras que cuidaban de los rybiks. Pero cuando ya se convirtieron en un pueblo grande, cada una se dedicó a atender su propio avari ocupándose exclusivamente a atender a su Arvaer [1] y a sus rybiks. A pesar de que a raíz de la maldición, ellas también habían adquirido fuerza y destreza, nunca se les permitió participar en batalla y ninguna jamás formó parte del consejo.

Los padres no solían sentirse especialmente felices cuando sus mujeres les daban hijas en un lugar de hijos, ya que para ellos representaba un problema tener que buscarles marido, mientras que las mujeres nunca escaseaban, porque normalmente de cada escaramuza con otras tribus obtenían a varias prisioneras. Los únicos que no podían contar con conseguir una Aravaerì [2] de aquel modo, eran los hijos del Hlavary [3] a menos que se tratase de la hija del Hlavary de la tribu vencida, así que lo normal era que  ellos se casasen con las hijas de los parientes del Hlavary de su tribu.

Las únicas mujeres que disfrutaban de un estatus diferente, eran las vidmagys. Estas mujeres eran tratadas con reverencia, sus palabras eran escuchadas y en muchos casos obedecidas hasta por el Hlavary, el asunto era que no se hallaban en gran número. Una vidmagy para ser considerada realmente como tal, debía ser hija de otra vidmagy, o más tarde de un Levjaner, de modo que en conjunto nunca fueron muchas.

Sin embargo, si bien al inicio de sus vidas las mujeres en general eran tratadas con poco aprecio y en muchas tribus eran consideradas como objetos de intercambio, una vez que contraían matrimonio, su situación mejoraba, porque eran respetadas y generalmente queridas por sus arvaers, éstos no interferían ni en la crianza de los rybiks ni en las decisiones que ellas tomasen con respecto a ellos hasta los diez años en el caso de los varones, y los doce en el caso de las niñas.

Esta disposición obedecía a que a los diez años, los niños comenzaban a ser preparados en las distintas disciplinas netamente masculinas, de modo que prácticamente eran separados de sus madres, y a los doce debían probar lo que habían aprendido y demostrar ser capaces. Mientras que las niñas, a los doce años el padre tenía la obligación de comprometerlas y un año o máximo dos después, eran entregadas al marido.

No obstante, toda esa organizada forma de vida cambió de manera drástica con la maldición, ya que dejaron de nacer niños, salvo contadas excepciones, y prácticamente toda su estructura organizativa se vino abajo. Les tomó muchos años reorganizarse según su nueva condición y la familia perdió valor. En la actualidad eran pocas las que se conservaban, mínimo el número de matrimonios y nulos los nacimientos.

En el caso de los Korsacov, todo funcionó de acuerdo a lo previsto con los varones, pero contrario a lo establecido y comúnmente aceptado, Milorad perdió la cabeza por su hija, así que Jovanka no tuvo que hacer un gran esfuerzo para que su hija no fuese entregada a ningún individuo que la niña no aprobase, y por esta razón, aunque Istvan e Istaval ya habían contraído matrimonio para el momento en el que les fue impuesta la maldición, Istziar seguía insólitamente soltera a los diecinueve años. Sin embargo, casi perdió la vida como la mayoría de las mujeres de la aldea en uno de los últimos enfrentamientos, de modo que una vez superado el asunto del cómoefectuar las transformaciones y efectuada la de ellas, nunca contrajo matrimonio y tanto sus padres como sus hermanos seguían cuidándola como si fuese una niña.




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