La Dinastía (libro 6. Mavraì)

Cap. 29 Y siguen las sorpresas

 

Poco antes de que el inicio del banquete fuese anunciado, Giorgio se esforzaba en molestar a Eldir.

  • Vamos bella, es solo un baile, no te estoy pidiendo matrimonio
  • Y las gracias sean dadas a los dioses por ello  -- dijo en tono sarcástico  --  pero en cualquier caso la respuesta es la misma
  • No es juicioso comportarse de ese modo con un Savaresce
  • Quiero suponer que no me estás amenazando Giorgio, porque de ser así, estarías en muchos problemas
  • Creo que tu… ¿relación? Con nuestro flamante príncipe te ha dado una falsa sensación de seguridad, pero sería prudente que recordases que ningún Yaroslávich se ha distinguido por su aprecio a las donne 

Eldir lo miró con ira y le dio la espalda con intenciones de alejarse lo más posible de él, pero Giorgio era de la clase obstinada y que gustaba en grado sumo de mortificar al prójimo, de modo que le sujetó un brazo impidiéndole el movimiento.

  • Quítame las manos de encima  --  siseó ella
  • En realidad solo tengo una y no exactamente donde querría
  • Escúchame infeliz, aun suponiendo que mi vida dependiese de ello, no estaría más cerca de lo que estoy ahora de desear tu compañía por ningún período de tiempo
  • Siendo que el orgulloso príncipe ya parece haber agotado su interés en ti, creo que…
  • ¡Suéltame!  --  lo interrumpió ella ejerciendo la mayor fuerza

Esto era algo del todo inútil, porque Giorgio aparte de ser hombre, le llevaba muchos años. Sin embargo, para su buena fortuna, en ese momento escucharon la voz de Istvan.

  • Tu estadía en Zatvor debió resultarte extraordinariamente agradable Giorgio, a juzgar por el ahínco con el que procuras volver allá

Después de los Yaroslávich y en el caso particular de Giorgio, seguido de Domenico Passerini, lo que un Savaresce más detestaba en la vida era un Korsacov, tanto por su condición como por su posición y cercanía con Iziaslav, de manera que Giorgio compuso la peor de las expresiones antes de girarse.

  • ¿Es que ahora también va a prohibírsenos divertirnos?
  • Si tienes como diversión molestar a las damas, algo que francamente en tu caso no me extraña tanto, entonces puedes considerarte afortunado de que no esté ordenando que seas enviado a Zatvor en este instante, pero puedo cambiar de opinión con mucha rapidez si no sueltas a la señorita ahora.
  • Solo deseaba bailar con ella 
  • Y ya te he dicho que no  --  dijo Eldir  --  y voy a agregar que es afortunado para ti que a las mujeres no se nos permita portar un dykari o a estas alturas tendrías uno en tu estúpido cuello
  • Eso me sonó a amenaza  --  dijo él y miró a Istvan  --  ¿No es eso un crimen?
  • Aquí lo único criminal es que sigas molestando, y si a quien molestas es a una Yaroslávich, estás a un solo paso de ser enviado a Zatvor, así que te sugiero alejarte de ella ahora.

Giorgio soltó a Eldir y después de mirar a Istvan con odio, dio la espalda y se alejó. Él sabía que aunque llevaban más o menos el mismo tiempo siendo Devrigs, Istvan Korsacov no solo era un Lovet, sino que por encima de sus maneras suaves y educadas, era uno de los sujetos más peligrosos de su mundo y uno contra el que no tendría ni la más mínima oportunidad.

  • Lamento el mal rato, Eldir
  • No es tu culpa que él sea un imbécil, pero gracias por tu ayuda  --  dijo ella, aunque luego lo miró y pensó que él podía haberse acercado por otras razones  --  Hice lo que me pediste, pero…
  • Iziaslav quiere hablarte  --  la interrumpió él y ella casi sufre un paro cardíaco
  • ¿Cómo has dicho?  --  pero él se limitó a esbozar una sonrisa serena
  • ¿Me acompañas?  --  preguntó ofreciéndole el brazo

Eldir sabía que aquello estaba muy lejos de ser una amable invitación y que en ningún caso podría negarse, aunque de lo último que tuviese ganas fuera de hablar con aquel individuo, pero aparte de eso estaba muy sorprendida, ya que era un hecho conocido por todos, la aversión que el soberano parecía sentir hacia todas las mujeres. No obstante, intentó recuperar el ritmo normal de su respiración y caminó con Istvan hacia una puerta que daba acceso a la zona privada del Dvorets. Se detuvieron ante una puerta finamente labrada y profusamente ornamentada con filigrana de oro, Istvan abrió y le hizo una indicación para que entrase, pero él no lo hizo, sino que cerró y la dejó allí sola con el individuo que en aquel momento se le acercaba.

  • Zdravi, Eldir
  • Nym sozdatel’  --  se apresuró a decir ella haciendo una graciosa reverencia, pero Iziaslav extendió su mano y una vez que ella colocó la suya, él rozó sus dedos con los labios
  • Algunos años sin verte
  • Desde el día del juicio, sarì  --  apuntó ella

La única vez en la vida que Iziaslav le había dirigido la palabra, había sido con ocasión del juicio para dirimir si Avitezedek tenía algún derecho para reclamarla como suya, de modo que decir algunos años era un supremo eufemismo, ya que de eso hacía cientos de años.

  • Supongo que deberíamos, al menos en tu caso, considerar afortunado que los años no signifiquen nada, porque sigues conservando la mima belleza de entonces




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