Iziaslav había pasado la noche en una sola angustia, de modo que Janos había renunciado a entablar ninguna clase de conversación con él, ya que era evidente que no iba a prestarle atención. A primera hora de la mañana, les gritó a los consejeros que podían irse al demonio y que no recibiría a nadie así hubiesen esperado toda una vida para esa entrevista. Iyul después de pasar a ver a su hermano, se había dirigido al comedor, y aunque sabía que su padre no acostumbraba a desayunar y solo asistía al comedor a aquellas horas para conversar con los niños, se sorprendió al verlo allí siendo que los niños no estaban.
Iyul elevó las cejas, pero se permitió una sonrisa triste al recordar que aquella frase era muy usual escuchársela a Lucien, y al segundo siguiente comprendió el posible motivo del mal humor de Iziaslav.
Iyul se llevó la taza a los labios y pensó que Janos iba por mal camino, pero guardó prudente silencio, porque después de todo, él llevaba muchos años lidiando con su padre, así que debía saber cómo arreglárselas o hasta dónde llegar. Sin embargo, después de una furiosa diatriba no habían adelantado mucho y el soberano se marchó precipitadamente del comedor.
En Francia el día había comenzado con la actividad usual, después que Aureliè se había asegurado de que la niña tuviese todas las partes de su atuendo en su lugar, la vio salir como un vendaval para dirigirse a la habitación de su padre. Dylan había pasado una mala noche pensando en Alexander, de modo que cuando su hija entró, aun no había terminado de vestirse, así que después de abrazarlo y besarlo, Lucía salió de allí y corrió en busca de su segundo objetivo que solía ser el pobre Yvaylo, aunque ya no lograba sorprenderlo como los primeros días. Sin embargo, se extrañó de no encontrárselo a mitad del pasillo o las escaleras, así que después de informarse, los sirvientes le habían dicho que no habían visto al joven Sesviatsky aun. Aquello extrañó aun más a Lucía y se encaminó a la habitación del Levjaner, y cuando estaba por llegar escuchó una voz que conocía bien, pero eso no la detuvo y entró sin llamar. Yvaylo acababa de volverse para decirle algo a Istval que era el que estaba allí, aunque a decir verdad la habitación del chico estaba muy concurrida, ya que Irakli y Hani también estaban allí.
Istval se levantó como impulsado por un resorte y se inclinó ante la niña que lo ignoró olímpicamente.
Dio la espalda y abandonó la habitación sin dedicarle ni una sola mirada a Istval que intentó detener a sus hombres.
Yvaylo rio porque todo el Arkel había estado disfrutando en forma desmedida de aquello, y más de la mitad de sus miembros opinaba que era algo que Istval se tenía bien merecido y habían pagado gustosos las consecuencias de burlarse del asunto.
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Editado: 17.11.2021