Dylan había sido un niño inquieto e irreverente que había sentido un rechazo visceral hacia las normas de etiqueta y comportamiento social, porque sentía que eso coartaba su libertad; sin embargo, con la edad llega la madurez y la aceptación de ciertas cosas y hechos que hacen parte de esa madurez, de manera que no era que había cambiado, sino que simplemente se había adaptado, y había aprendido a hacer uso correcto, y de acuerdo a la esmerada educación que había recibido, de todas las normas sociales y de etiqueta. No obstante, pensaba muy honestamente, que su hija superaba por mucho lo que él había sido, tal vez por el hecho de ser, no solo su hija sino la de Sophie, y quizá la mezcla de ambos con el terrible añadido de la esencia de Lucien, había complicado mucho las cosas. Por lo anterior era que ahora miraba la sonrisa perversa de Lucía y la expresión de profunda ira de Lucien, y se encomendó a los cielos.
Lucien efectivamente estaba más allá de la ira y pensaba que su padre acababa de comportarse de la forma más estúpida posible y que no se correspondía en nada con sus costumbres y ni siquiera con lo que se esperaba de un soberano, menos de uno como él que se había caracterizado por su desmedido absolutismo. Lo que no estaba tomando en cuenta y posiblemente eso ni siquiera pasase nunca por su cabeza, era que Iziaslav estaba actuando como siempre lo había hecho con él, y bien mirado, otros podrían sostener que no había dejado de ser el absolutista que había sido siempre, pues aquella decisión había sido arbitraria e ignoraba olímpicamente las normas que regían al Arkel.
Mientras que Lucía no podía estar más groseramente feliz y después de dedicarle una mirada y una sonrisa que dejaban pocas dudas acerca de lo que estaba pensando y que llevaban implícitas una decidida burla hacia el destinatario de la misma, se giró y abrazó a Iziaslav procediendo de inmediato a llenarlo de besos. Aunque esto era lo normal cuando la niña estaba especialmente feliz por cualquier cosa, lo extraño era que se hubiese abstenido en presencia de los Lovets, lo que hizo pensar a Janos que la pequeña princesa estaba madurando y que finalmente comenzaba a comprender las normas de protocolo y comportamiento de la corte.
Aunque la transformación y la posterior convivencia diaria le habían conferido muchas características físicas y esenciales lo primero, y de actitud lo segundo, Dylan lógicamente era el que menos podía parecerse a Iziaslav si se lo comparaba con Iyul y con el individuo que sí era una copia fiel y exacta del sujeto en cuestión, pero que había sido intencionalmente excluido de la lista de Lucía.
De no haber estado en la situación que estaban y en la que todos sabían que podían salir lesionados de una u otra manera, habrían tenido oportunidad de notar que Lucien se estaba dirigiendo a su progenitor como tal y no por cualquier otro apelativo menos familiar. No obstante, y sabiendo cómo podían terminar las cosas, Dylan tomó la sana decisión de sacar a Lucía de escena.
Sin embargo, las buenas intenciones de Dylan iban a verse ligeramente coartadas por la actitud de su hija.
Posiblemente Lucien tenía toda la intención de decir alguna insensatez, pero las palabras parecieron atragantársele y de hecho parecía estar a punto de ahogarse, porque su rostro había enrojecido y sus ojos iban por el mismo camino, de modo que Dylan arrastró a Lucía hacia la puerta y de allí a su habitación.
Dylan consideró sus opciones, o bien empleaba las próximas horas, y sin duda serían horas, tratando de convencer a Lucía de que no debía tratar a Lucien de aquel modo, o bien lo hacía escuchando lo que Lucía tuviese que contar acerca de su reciente aventura, de manera que como sabía la poca suerte que tendría con lo primero, se decidió por lo segundo, aunque primero tuvo que explicarle a Lucía, para sorpresa de ésta, que Alexander aun no había terminado el entrenamiento.
Entre tanto, Lucien se peleaba con Iziaslav, o por mejor decir, sostenía un furioso monólogo, porque Iziaslav había decidido dejarlo vomitar toda su ira sin intervenir, pues aparte de inútil, lo último que quería era contribuir a alterarlo más de lo que estaba dada su reciente recuperación, así que haciendo gala de una paciencia suprema, escuchó sin inmutarse la colección de barbaridades que estaba gritando Lucien hasta que éste pareció cansarse.
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Editado: 17.11.2021