La Dinastía (libro 7. Aykeris)

Cap. 25 Ausencia

 

Después de su conversación con los aykeris, Iziaslav había sentido la enorme necesidad de correr muy lejos, y en esta oportunidad Janos no se apresuró a ir tras él, porque sabía sin temor a equivocarse hacia donde había ido, así como también recordó lo que había dicho Iziaslav en una oportunidad con relación a Dylan en el sentido de que la primera reacción del Rybik cuando se sentía dolido o alterado era la de correr para alejarse de todo y de todos; lo que no pareció recordar el soberano en aquel momento fue que esa era su propia reacción y la de su hijo Lucien. No obstante, una vez que Janos se aseguró que todos estaban bien incluidos Lucía y Lucien que parecían los más afectados, y luego de dejar al volátil príncipe en su habitación al cuidado de Aleksèi, se puso en marcha hacia la fría Siberia.

Para cualquier extraño localizar el emplazamiento que había tenido la tribu de los Yaroslávich, habría sido una improbable tarea, pero tanto  Janos como Iziaslav, y posiblemente cualquier verdadero itsliev, habría llegado casi con los ojos cerrados, porque allí estaban sus raíces, sus recuerdos buenos o malos y muchos de sus muertos.

Por supuesto no había nada en aquel frío trozo de tierra que sugiriese presencia humana, pues sus avaris habían desaparecido hacía muchísimo tiempo, y aunque años más tarde los investigadores efectuarían excavaciones que los ilustrarían acerca de las antiguas civilizaciones, la suya sería una que posiblemente jamás hallarían.

Janos se aceró con cautela cuando lo vio, pero aunque él había sido uno de los que peor había encajado la muerte de Gianna, acusando a Iziaslav de monstruo y abandonándolo luego, en aquel momento le dolió el corazón al ver el profundo abatimiento del monarca.

  • ¿Qué estás haciendo aquí?
  • ¿Qué parece que hago?
  • Si vienes a describir la clase de monstruo que soy, no hacía falta que te molestaras

Janos guardó silencio por un largo rato, porque si bien lo había pensado en algún momento y aún hoy seguía pensando que la muerte de Gianna fue injusta e innecesaria, ahora también sabía lo mucho que había sufrido Iziaslav por lo que había hecho.

  • No te hagas esto, dyrthàir – le dijo haciendo que Iziaslav levantase la cabeza, porque hacía siglos que Janos no lo llamaba hermano – Es verdad que cometiste un crimen atroz, pero en mi opinión ya has pagado a un muy alto precio lo que hiciste
  • Aun no parece bastante – dijo él – Las perdí a ambas por mi propia mano, condené a mis descendientes a una muerte terrible, marqué a Iyul con el estigma de no poder amar, perdí a mi pequeño príncipe y ahora también he perdido a…
  • Ymharyk – escucharon y ambos se giraron con violencia para encontrarse con los pacíficos ojos de Alexander

Iziaslav pasó de la sorpresa a la ira pensando que Janos había conducido a su nieto hasta allí, pero no tuvo ocasión para decir nada.

  • Janos no es responsable de mis acciones así como no lo eres tú de todo lo que sucede – dijo el chico acercándose – No voy negar lo obvio así como no voy a juzgarte por lo sucedido, porque como te dije antes, no me corresponde a mí hacerlo, pero lo que no puedo hacer es callar ante lo que me luce como una suprema necedad de tu parte – hizo una pequeña pausa mientras caminaba hasta situarse frente a su abuelo – Recientemente Darko y Anatoly ampliaron mis conocimientos acerca del orden universal, lo que contribuyó a hacerme comprender muchas cosas que dudo tú no sepas. Por lo anterior me queda claro que si bien eres responsable de haber dado muerte a Gianna y a Seren, no lo eres por lo sucedido con posterioridad. Seren tomó una decisión basada en tus acciones, pero fue su decisión. Tío Iyul no es incapaz de amar y lo sabemos porque nos ama, que no haya querido amar a una mujer ha sido su decisión. Tío Lucien no te odia ni te ha odiado nunca, pero suponiendo que así hubiese sido, también habría sido su decisión, y según como yo veo las cosas, de lo único que eres culpable es de seguir siendo muy arrogante al pretender adjudicarte las decisiones ajenas como propias.
  • Todo eso es cierto syn, pero si yo no… – sin embargo, calló al ver que el chico elevaba una ceja
  • Dime algo abuelo – dijo llevándose las manos a la espalda y comenzando a pasearse frente a él - ¿Realmente crees que eres la peor persona del mundo?
  • Tú no tienes idea de lo que he hecho, Alexander
  • Créeme abuelo, Janos es un excelente maestro, así que tengo un conocimiento bastante aceptable de la historia de nuestro pueblo – puntualizó – y en mi opinión no has sido ni mejor ni peor que los que te precedieron, que tus contemporáneos o los que han venido después, así que lo que sucede nada tiene que ver con eso.
  • ¡Esta maldición es culpa mía! – exclamó
  • ¿Ah sí? – preguntó Alex – Supongo entonces que Avitzedek y Swaney eran simples e inocentes espectadores por hablar solo de tus más acérrimos enemigos ¿no? – pero no lo dejó contestar suponiendo que él hubiese tenido ganas de hacerlo – ¿Por qué en lugar de ver nuestra maldición como tal, no te esfuerzas por ver en ella la oportunidad de proteger aquello que parece destinado a ser destruido? Tú sabes de primera mano lo que el ser humano es capaz de hacer cuando se deja arrastrar por las ansias de poder, por la ambición y por la necia necesidad de ostentar un poder que no merece. Nosotros no solo podemos, si no evitar, al menos intentar minimizar los daños. ¿No has pensado que Maikata Priroda nos escogió a nosotros para un fin mucho más elevado y que pierdes miserablemente tu tiempo lamentándote por algo que puede ser la llave para preservar la vida y la naturaleza?




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