La Dinastía (libro 7. Aykeris)

Cap. 40 Memorias

 

Dylan y los Levjaners se llevarían una sorpresa, pues ellos dieron por hecho que Lucien terminaría en Milán o Florencia, que eran los lugares a los que se iba cuando se molestaba con su progenitor o cuando Lucía agotaba su inexistente paciencia, pero cuando lo notaron, estaban en algún lugar muy frío y desconocido, al menos para Dylan. Como se enteraría Dylan más adelante, se encontraban en algún lugar de la llanura de Siberia. Aunque Dylan ya tenía dominado el asunto del clima, el brusco cambio lo hizo estremecer, pero enseguida recurrió a su entrenamiento y ajustó su temperatura.

  • Luciano…
  • ¿Sabes dónde estamos?
  • No, pero…
  • Yo no estuve aquí en esa ocasión, de modo que no puedo decir que haya sido exactamente aquí donde ocurrieron los hechos, pero sí por aproximación, este es el Valle Devrig

Dylan elevó las cejas, porque de todos los posibles lugares a los que habría podido ir Lucien en alguna ocasión o por cualquier motivo, estaba segurísimo que aquel, jamás habría figurado en su agenda.

  • Yo era un niño entonces, acababa de cumplir trece cuando papá marchó con sus Lièrenvyr a la batalla; se suponía que yo ya podía ir con él, pero no quiso llevarme.
  • Eras un niño – dijo Dylan casi con horror, pero Lucien lo miró con una expresión que no supo identificar, pero que lo hizo guardar silencio.
  • Ya había efectuado mi Erwedais, así que ya estaba preparado para eso, y de hecho, ya había participado en algunas batallas menores, pero además, todos esperaban que los Livlje [1] tomasen las armas más pronto que los demás – aunque Dylan no conocía el término, trató de no perderse en ello y siguió prestando atención – Era nuestra responsabilidad y obligación, defender los territorios conquistados y obtener otros. Sin embargo, él se negó a llevarme, y esa noche mientras se preparaban para partir, yo escapé.
  • ¿Disculpa?
  • Estaba furioso y… herido – dijo con algo de dificultad según le pareció a Dylan – mi propio padre no confiaba en mí y solo quería alejarme.

Tanto Dylan como los Levjaners tuvieron poca dificultad para imaginar al Lucien niño, que debió ser igual de malcriado que el actual y ciertamente tanto antes como ahora, huía si estaba furioso, pues la presente situación era prueba de ello.

  • Entiendo – dijo Dylan
  • No, no lo haces, y ni siquiera puedes imaginarlo. En tu mente solo éramos salvajes, y aunque desde la moderna perspectiva, sin duda lo éramos, era nuestra forma de vida. Las refinadas costumbres de la cultura griega, que es lo que tú ves como civilización, nos eran ajenas. Éramos una tribu de la fría estepa siberiana, y nuestro único propósito, aparte de sobrevivir a las inclemencias del clima, era la de la expansión de nuestros territorios, porque eso significaba adicionar hombres para asegurar lo segundo, y encontrar mejores ubicaciones para protegernos de lo primero. Así que no Dylan, tú, desde tu occidental cultura, no puedes ni imaginar nuestro salvaje estilo de vida.

Si bien era cierto que no alcanzaba a imaginarlo, por algún motivo Dylan nunca los había visto como salvajes, y por el contrario, con todo lo que ya sabía de ellos, pensaba que eran una civilización diferente, sí, pero con una rica cultura y conocimientos muy avanzados, sobre todo en medicina, astronomía, e incluso con una filosofía que explicaba con mucho más sentido lógico al mundo y sus criaturas. Sin embargo, prefirió no discutir, porque, en cualquier caso, Lucien no estaba de ánimo conciliador.

  • Mi padre, Mikha, Janos y Milorad, salieron a buscarme; y tal vez si no lo hubieran hecho yo habría muerto esa noche, porque me topé con una jauría de lobos. Ya yo había matado a uno cuando ellos llegaron, pero era obvio que no habría podido con todos, así que, si no hubiese sido por ellos, la historia habría sido otra. Esa noche, aunque ya habían pautado que saldrían muy temprano, había mucha actividad pues los hombres se preparaban para la partida, pero papá, en lugar de ir a descansar como habría sido lo usual, se pasó toda la noche explicándome las muchas razones por las que no me llevaba con ellos, mismas que solo se resumían en una. Mi madre.
  • ¿Tú sabías eso? – preguntó Dylan auténticamente asombrado
  • ¿Crees que soy estúpido?
  • No dije eso, pero…
  • Por supuesto que lo sabía. Quizá no al principio, pero con el tiempo supe que si mamá le pedía algo, él lo hacía

En este punto sintieron la ira de Lucien, pues estaba recordando su Erwedais, pero lo escucharon en silencio cuando comenzó a referirlo, y al menos en el caso de Yvaylo que no sabía eso, entendió la furia de Lucien ya que él sabía la importancia de aquel evento en la vida de su tribu. Una vez que desahogó su rabia, continuó con lo que había estado diciendo antes.

  • Finalmente intentó hacerme creer que la seguridad de la aldea estaba a mi cargo y yo fingí creerle.
  • ¿Por qué? – preguntó Dylan que no se imaginaba a Lucien siendo obediente por simple amabilidad, y menos con Iziaslav
  • Porque los amaba, a ambos, así que me quedé sin protestar más – pero como Dylan seguía atascado en el mismo asunto, agregó – Durante mi infancia, mis relaciones con él no eran… como ahora, lo amaba como cualquier hijo ama a su padre, y siendo que el mío era particularmente especial conmigo, era natural que… lo amase por encima de todo y de todos




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