La Dinastía (libro 7. Aykeris)

Cap. 42 Complicaciones

 

Dylan despertó pero no abrió los ojos de forma inmediata, sino que se quedó repasando tanto lo que le había dicho Lucien como lo que le había mostrado Yvaylo. Recordó la imagen que ofrecían aquellos a los que conocía, pero éstas eran muy diferentes a las actuales; apartando la vestimenta, que lógicamente no se correspondía en nada con la actual, sus cabelleras le parecieron terriblemente largas y en algunos casos enmarañadas, tampoco lucían especialmente limpios y de hecho ahora, y bien mirado, Yvaylo se veía como si no se hubiese aseado en mucho tiempo, pues tenía las mejillas tiznadas y sus ropas estaban en estado lamentable, y, aunque Dylan concluyó que siendo un niño, tenía menos cuidado con su aspecto personal, los demás no se veían muy diferentes con la posible excepción de Lucien, y esto lo hizo sonreír, porque eso evidenciaba que aquel individuo había sido siempre igual. Recordaba que en la imagen que había visto, Lucien llevaba una especie de capa con el cuello hecho de la piel de un animal que debió tener un espeso pelaje, el calzado, y aunque no lo recordaba bien, parecía más elaborado, y su cabello, aunque muy largo también, iba más pulcramente trenzado. En el caso de Iyul, a quien había visto brevemente, no se veía para nada parecido al Iyul actual, porque por empezar llevaba una barba no tan larga como la que le había visto a Janos, pero que lo hacía ver muy diferente. Milorad, con sus cabellos dorados como el sol, destacaba entre los demás, pues casi todos tenían los cabellos oscuros, pero hasta ahí llegaban las diferencias.

Dylan sintió el movimiento a su lado y recordó que Lucía se había quedado dormida en su cama, de modo que comenzó a reñirse pues aquello estaba mal, su hija ya era una señorita y no debía haber permitido que durmiese allí, de modo que salió a toda prisa de la cama.

Un rato después y mientras terminaba de vestirse, escuchó que alguien entraba y no prestó mucha atención, ya que pensó que se trataba del sirviente que le llevaba café, pero cuando salió, se encontró con Yvaylo.

  • Kasny din, Rybik – saludó el Levjaner
  • Buenos días – respondió él – ¿Sucede algo? – preguntó al ver la seriedad de Yvaylo
  • Es posible, todo va a depender de lo que tú opines
  • Yvaylo, es muy temprano para los acertijos – dijo llevándose la taza a los labios
  • Bien, sucede que lo que hice anoche no debí hacerlo
  • Y no adelantaremos mucho si no me dices qué fue eso

Yvaylo comenzó por explicarle que la forma en la que le había mostrado sus recuerdos, no era algo que fuesen haciendo por ahí sin autorización.

  • ¿Por qué? – preguntó Dylan
  • Somos Levjaners, Dylan, y obedecemos órdenes de nuestro sozdatel’, y esta fue una que él no dio
  • ¿Pero acaso eso está prohibido?
  • No es algo que esté expresamente prohibido, pero tampoco una práctica común, y ciertamente yo no estoy entre la lista de sujetos que pueden hacerlo
  • Aun así, no veo por qué es un problema
  • Porque no fue ordenado por nuestro sozdatel’, de modo que…
  • ¿Qué?
  • Yo podría terminar en Zatvor
  • ¡¿Qué?! – exclamó Dylan más que preguntó

Yvaylo se aplicó a tranquilizarlo, algo que le tomó un tiempo larguísimo, tanto, que cuando Lucía despertó, tuvo que comenzar de nuevo, porque cuando Dylan le dijo por qué estaba tan alterado, se había perdido el trabajo que había hecho hasta ese momento. Por fortuna Lucía lo ayudó y terminaron más pronto. No obstante, después de eso, Yvaylo se fue derecho a buscar a Iziaslav.

  • Dhakvrevit nym sarì – saludó cuando fue recibido haciendo que Iziaslav y Janos se mirasen
  • ¿Qué hiciste ahora, Yvaylo? – pregunto Iziaslav

Si bien era cierto que Iziaslav había sido todo aquello de lo que se le acusaba, el tiempo había si no eliminado por completo su autocracia y sus muchos defectos, sí había logrado suavizarlos y en algunos casos comprender que la violencia no lo resolvía todo. Esto había resultado afortunado para aquellos que, como Iván, Iliar, Istval y todo su grupo, y el pequeño Yvaylo como seguían llamándolo casi todos, que vivían metidos en los más horrorosos líos, conservasen sus cabezas. Sin embargo, no por eso era menos consciente que ellos igual parecían tenerle poco aprecio a sus vidas, porque no habían cambiado ni un poco sus desquiciadas conductas. De manera que se preparó a escuchar quién sabía qué disparate, porque para que Yvaylo estuviese allí tan temprano y saludando en forma tan ceremoniosa, sin duda se debía a esto.

  • Levántate – le dijo y lo miró directo a los ojos

Iziaslav, al igual que media humanidad, jamás había podido sustraerse a la calidez e inocencia de aquellos ojos azul cielo, pero él sabía bien que al menos lo segundo, era muy cuestionable, pero también sabía que, aunque él era un primigenio, sin el concurso del muchachito no lograría enterarse de nada.

  • ¿Y bien? – preguntó
  • Estoy aquí para confesar una falta y escuchar el castigo que decidas imponerme, sarì – dijo sin causar mayor sorpresa por lo que ya se ha dicho

Aquella también era una característica de casi todos con excepción de Iván, pues los chicos solían ir a confesar, mientras que Iván no lo consideraba necesario y solo lo hacía si se veía en la necesidad, algo que casi nunca sucedía.




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